El
triunfo/fraude electoral de la ultraderecha hondureña avala la entrega del país a transnacionales y
oligarquías; refuerza el paradigma de gobiernos cívico militares o dictaduras
civiles; extiende la subordinación geopolítica (Estados Unidos, Alianza del
Pacífico, Colombia), frente al proyecto propio, posneoliberal (Argentina,
Venezuela, Brasil); fortalece la
militarización de la seguridad y la militarización del Estado, con el Ejército como
actor político determinante.
Dictaduras civiles o democracias de mercado
Las
elecciones consolidan el modelo iniciado por el golpe de estado de 28 de junio
de 2009, parteaguas para Honduras y la región: la "restauración conservadora o autoritaria" (Emir Sader). La forma en
que se produce–asesinatos previos y posteriores, presencia del ejército, fraude a la vista de
todos (1) - es tan
importante como los resultados. En este sentido cabe una pregunta maliciosa:
¿no supo el gobierno camuflar las graves irregularidades (documentadas entre
otros por el periódico El Libertador y por observadores internacionales
independientes) o no quiso ocultarlas, como señal de fuerza e impunidad? (2).
Este
modelo "posgolpista", denominado por Isabel Rauber democracia de mercado, no excluye la vía
electoral y la pluralidad de partidos:
“Cuando me convienen la democracia y la legalidad, sí, y cuando no me
convienen, no… Se apela a canales legales para poner fin por la fuerza a los
procesos de cambio que se están desarrollando en el continente”.
Paradoja
de la democracia de mercado o dictadura civil: el fraude puede debilitar o
fortalecer el sistema de partidos (y por ello la democracia representativa y el
sistema capitalista en su versión neoliberal militarista). Es decir, en el
futuro de Honduras y Centroamérica asoman modelos de dictadura clásica y/o
modelos formalmente democráticos, que operan de escudo contra proyectos
populares de transformación social.
Las elecciones en Honduras refuerzan en Guatemala el esquema autoritario propuesto por las elites: el proyecto oligárquico militar (u oligárquico criminal militar, por la importancia de la economía criminal en la configuración del mismo). Este proyecto, que no excluye enormes tensiones entre actores de poder, se construye sobre:
renovación del pacto histórico
oligarquía-ejército, que se visibilizó en la oposición al juicio por genocidio
(caso Ríos Montt) pero trasciende este momento,
presencia geopolítica
determinante de Estados Unidos,
influencia económica y política
de las transnacionales o el poder corporativo (que vincula intereses globales y
comunes de Estados Unidos, Europa, China, Brasil, oligarquías centroamericanas,
India y otras),
preponderancia de la economía
criminal y sus actores.
Nueva
paradoja: el modelo económico y político se desarrolla en contraposición a
otras “recetas” económicas para la salida de la crisis capitalista, que
incluyen el retorno al Estado y la limitación del accionar del capital
financiero, considerado uno de los responsables de la crisis actual.
Acuerdos de Asociación versus democracia real
De forma
causal más que casual, el Acuerdo de Asociación Unión Europea-Centroamérica
(AdA) entra en vigor casi simultáneamente a la celebración de elecciones. La
historia reciente de Honduras se escribe, literalmente, entre golpes de mano,
votaciones y acuerdos económicos, que no modifican, sino refuerzan, la
estructura del poder (3).
Al igual
que en el periodo posterior al golpe de estado, la aceptación por parte de la
Unión Europea y Estados Unidos del triunfo del Partido Nacional, evidencia
la subordinación de dinámicas políticas, razones democráticas e incluso
contenidos éticos, a las lógicas del mercado. ¿Puede ser de otra forma?
¿Podrían convivir el Ada, los tratados comerciales en general, y los intereses
transnacionales, con un ejecutivo con presencia de la resistencia hondureña? ¿O
se encuentran más cómodos en un marco autoritario? En mayo de 2010, tras la
firma del Acuerdo de Asociación escribí:
La firma del AdA, con la rúbrica de Honduras y en presencia del
gobernante de facto, Porfirio Lobo, implica el reconocimiento del golpismo
hondureño y legitima futuros quiebres autoritarios en la región. Un Acuerdo
firmado sin condicionamiento ni cuestionamiento al golpe de estado y su
mecanismo de sucesión (elecciones realizadas bajo represión y restricción de
libertades, con baja participación, continuidad de actores y políticas,
fortalecimiento del poder del ejército) debilita principios democráticos,
lanzando un mensaje de permitida regresión.
El 19 de mayo de 2010, fecha de la firma en Madrid, convierte el golpe
de estado de 28 de junio de 2009 en un estado de golpe: es decir, el intento de
consolidar un paradigma involucionista, con legitimación del uso de la fuerza
frente a la voluntad popular. Este paradigma se fundamenta tanto en
consideraciones geoestratégicas (contención frente a luchas sociales y
gobiernos progresistas), como internas: reconfiguración de actores y del modelo
capitalista, en crisis y transición.
El AdA refuerza poderes económicos tradicionales, al mismo tiempo que
favorece su reconfiguración, y refuerza los poderes políticos correspondientes,
de carácter jerárquico-excluyente-autoritario, a través de un Estado
corporativizado y un sistema político generador de exclusión. El golpismo, el
estado de golpe como proyecto, puede partir de la institucionalidad democrática
existente y convivir formalmente con algunas de sus normas, pero también
pretende concretar el recorte de libertades y de lo público en nuevos textos
constitucionales (ejemplo, Pro Reforma en Guatemala).
El desarrollo del AdA se beneficia o precisa eventualmente de un marco
legal autoritario, o una salida autoritaria como garantía de estabilidad de
inversiones. No sería entonces casual la coincidencia entre la firma del AdA,
la presencia de Pepe Lobo en Madrid, y la finalmente cancelada conferencia del
golpista Micheletti en Guatemala (el mismo 19 de mayo, para mayor simbología).
Se está promoviendo este neogolpismo y neoautoritarismo del siglo XXI en
Honduras y más allá de Honduras, con su normatividad desarrollada, sus alianzas
recién firmadas y su discurso y liderazgo en construcción.
Así,
triunfa (o se impone por la vía del fraude, el manejo impune y a la carta del
poder, incluso del poder democrático y electoral) la mirada hacia fuera, la
dependencia servil, antes que la apuesta por alianzas
centroamericanas populares: la peligrosa escalada de tensión en las fronteras
previa a las elecciones de noviembre es parte de esta identidad de naciones o
estados construidos en contraposición, competencia, lucha u olvido de los
estados hermanos.
Lo que
funciona es la integración centroamericana de elites, operativizada por todos
los gobiernos de la región, incluidos los autodenominados de izquierdas. La
fulminante aceptación de los resultados electorales por parte del gobierno de
Nicaragua desnuda (por si no estaba claro) al presidente Ortega y al Frente
Sandinista de Liberación Nacional, que no han servido de apoyo para el intento
de reforma política vía electoral, ni para el fortalecimiento de las luchas
sociales antisistémicas. Por el contrario, se alían (forman parte, por sus
propios intereses económicos) de oligarquías ultraconservadoras.
El día después del golpe y del fraude
La forma
en que se produce la derrota del partido LIBRE (Libertad y Refundación, que aglutina
sectores de la resistencia y liberales zelayistas, entre otros), alerta y hace
albergar dudas sobre posibilidades de cambios electorales y sobre los próximos
resultados en El Salvador, Costa Rica, Panamá y Guatemala. Pero sobre todo,
amenaza la posibilidad de fortalecimiento de movilizaciones para la
transformación de raíz de las sociedades.
En este
sentido, la imposibilidad de gestión del gobierno por parte de LIBRE es una derrota (temporal) de todas y todos los movimientos sociales
centroamericanos, y un revés (inmediato) para los proyectos emancipatorios.
Derrota para quienes apostaron directa y más o menos incondicionalmente al
proyecto electoral, pero también para los que se distanciaron del mismo: los
escépticos, los críticos de una lógica político partidaria que debilitó o se
contrapuso a la lógica de movilización social a largo plazo y de refundación
(refuncionalizando el sistema).
Tras el
fraude, la situación es paradójica: una cierta algarabía preelectoral de
movimientos y partidos de izquierda, en Honduras y Centroamérica (la irreal
percepción de que podíamos derrotar electoralmente el modelo) ha sido sustituida
por el silencio: tímidas o nulas reacciones (nos quedamos sin Me gusta en
las redes sociales) frente al fraude y sobre todo frente al creciente
autoritarismo económico y político.
Ni lo uno
ni lo otro nos debe satisfacer. Analizamos mal, pésimamente, la correlación de
fuerzas en el momento electoral: la crónica de un fraude anunciado que no
pudimos denunciar suficientemente ni evitar. Somos incapaces de reevaluar de
forma crítica y compleja el escenario posfraude, reconociendo las debilidades y
la falta de estrategia o lo equivocado de poner todos los huevos en la canasta
electoral. De la expectativa errada pasamos a una muy peligrosa
inactividad.
COPINH
(Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas) y otras organizaciones
(Red de Defensoras de Derechos Humanos; Organización Fraternal Negra de Honduras, OFRANEH; Casa de los Pueblos; Frente
Revolucionario Artístico Contra Cultural, FRAAC; Circulo de Estudio Feminista; Red Comal; el Instituto Hondureño Ecuménico, INHESCO) fuera de la órbita de
LIBRE pero no de la Resistencia, llaman a “hacer
una lectura crítica del reciente proceso electoral, y analizar el contexto
socio-político y la situación que seguirá enfrentando el movimiento
social y popular a partir del fraude electoral donde se busca imponer al
candidato del oficialismo” para confluir en “aproximaciones estratégicas para una lucha unitaria, capaz de
enfrentar la actual crisis y hacerle frente a la profundización del modelo
neoliberal, al extractivismo, racismo, capitalismo y patriarcado”. A pesar
de la dificultad, estas aproximaciones estratégicas deberán buscar acuerdos con sectores de LIBRE, en una mirada y acción común.
No
convienen los silencios, a pesar de los escepticismos o las decepciones. Por el
contrario, es imperativo reevaluar las correlaciones de fuerzas y las
estrategias en este contexto de reconfiguraciones autoritarias.
La
derrota de LIBRE se concreta el 24 de noviembre pero se inicia a partir de
otros factores. Entre ellos:
incapacidad de derrotar el
golpe de estado de 2009, lo que dejó el escenario abierto para la
profundización de un modelo autoritario. Esta incapacidad provino tanto de la
presión de las oligarquías como de las divisiones de la Resistencia (bloque político-bloque
social; bloque izquierda histórica-nuevos sujetos),
limitaciones para articular un
proyecto común entre todos los sectores que confluyeron inicialmente en la
resistencia al golpe de estado. La conversión de este movimiento en partido; la
salida de movimientos indígenas -COPINH, OFRANEH, feministas, diversidad sexual
y otros- (4); la
imposición de la candidatura de la familia Zelaya y el sector liberal no
renovado, sujeto a las viejas lógicas políticas del clientelismo y a
poderosísimos intereses oligárquicos, condicionaron la cita electoral de LIBRE. Así, se debilitó la diversidad y articulación de actores en resistencia
(con un esquema de participación horizontal), en función del reparto de cuotas
electorales, por razones muchas veces de historia de lucha y no de validez
actual de la misma,
subordinación de los
movimientos a las cúpulas de los partidos (Frente Nacional de Resistencia
Popular en detrimento de LIBRE; apenas después del fraude se intenta revivir el
FNRP como movimiento de masas),
imposibilidad práctica de
combinar luchas partidarias con movilizaciones sociales, en un marco de
relaciones complementarias entre movimientos y partido,
descomplejización y
parcialización de la lucha por el poder (poder entendido como control del
estado o del gobierno),
absolutización de las
estrategias: el absolutismo electoral (estrategia única), el absolutismo de la
toma del poder político entendido como panacea y reducido al momento electoral
y al control del ejecutivo,
cambio de apuestas: la gestión
menos mala de lo que ya hay, en vez de un salto hacia adelante, y un cambio de
modelo.
Estar cerca de Honduras
A pesar
de la derrota electoral, la presencia de diputados provenientes de la
Resistencia (5), la
fortaleza de movimientos sociales, feministas e indígenas con una nueva cultura política y
planteamientos emancipatorios, la emergencia y fortaleza de otros sujetos, abre
un nuevo panorama de luchas, que deberá ser manejado de forma estratégica,
incluyente y compleja. El acumulado de luchas recientes es asimismo importante,
tanto en la respuesta al golpe de 2009 como en la articulación, de actores y
miradas: comunitarias, indígenas, feministas, diversidad sexual.
La
esencia del golpe de 2009 y su continuación en Honduras y Guatemala es el
intento de contención ante la amenaza de un
buen ejemplo, como menciona Noam Chomsky. Si el buen ejemplo es
amenaza, es también hoja de ruta. Se impone, entonces, profundizar este buen
ejemplo, que implica tanto un modelo de sociedad como unas formas de
impulsarlo, basadas, entre otros aspectos, en:
la confluencia
heterogénea de actores (característica de la resistencia hondureña, pero
también de la resistencia por la defensa del territorio en las comunidades de
Guatemala),
la construcción de
relaciones horizontales, no subordinadas, entre movimientos sociales y partidos
(en una lógica de progresiva prescindencia de partidos como
instrumentos),
la priorización de la
construcción del proyecto político, ideológicamente claro, antes que el
instrumento político electoral y su programa de mínimos,
la formación política
y ética masiva, que rompa con las cadenas históricas del sistema político y las
formas de relación política (clientelismo), y con los antivalores del
neoliberalismo, que apuestan por lo inmediato y lo individualista, y anulan lo
comunitario y lo público.
Todo ello, mientras se da respuesta a demandas y coyunturas del momento,
que implican reconocer agendas hegemónicas, e insertarse en ellas para
transformarlas de raíz.
El reto es mayúsculo, porque se trata de debatir y
trascender paradigmas hasta ahora inamovibles de la izquierda tradicional: si
lo electoral puede ser funcional a las expectativas de refundación o las
contradice; si lo partidario subordina las movilizaciones político sociales o
las complementa; si el actor partido es capaz de deshegemonizar las luchas,
convirtiéndose simplemente en apoyo de las mismas; si el control del gobierno
supone efectivamente control del poder y posibilidad de cambios estructurales;
si los movimientos sociales cuentan con la fuerza y la confianza necesarias
para transformar este modelo.
El reto
es entender y complejizar, en sujetos, proyectos y organizativamente, esta
nueva etapa. Se trata, para empezar, de recuperar en
la acción de hoy la resistencia original al golpe de estado y superar la parálisis y el desconcierto. No es la hora de callar ni de alejarse. Es la hora,
dice Juan Almendares desde la convicción y la ética, de estar cerca de Honduras
y su proceso.
Otros artículos en este blog: Neogolpismo y restauración conservadora (artículos escritos durante el Golpe de Estado).
[1] Amparo Pineda y Julio Romero, líderes comunitarios de
Cantarranas, Morazán, integrantes de la Central Nacional de Trabajadores del
Campo-Vía Campesina, fueron asesinados cuando regresaban de una capacitación
electoral, 12 horas antes del inicio de las votaciones. Se denuncia que 23
dirigentes de Libre han sido asesinados desde el inicio de la campaña electoral, 38
periodistas desde el golpe de Estado.
[2] Según Bertha Cáceres (COPINH) existió
un “fraude sin límites”. Se detectan
irregularidades en aproximadamente 20% de actas correspondientes a 400,000
votos, restados a Libre, Partido Liberal y Partido Anticorrupción. Se denuncia intimidación
del ejército en lugares de votación y remoción de autoridades vinculadas al
conteo de votos. Fuente: http://www.albatv.org/Fraude-sin-limites.html
[3] Recopilación de artículos realizados durante
la primera fase del golpe de estado: Neogolpismo y restauración conservadora,
en memoriagua@yahoo.com.
[4] Para reflexionar: tanto en LIBRE como
en los movimientos sociales que no le apostaron a la dinámica electoral
confluyen feministas, movimientos de la diversidad sexual, movimientos
indígenas y campesinos.
[5] Datos provisionales derivados del recuento del 70% afirman que Libre
puede obtener 39 diputados de un total de 128. Una hipotética alianza Libre,
Partido Liberal y Partido Anticorrupción sumaría mayoría simple. Igualmente, la
alianza Partido Nacional-Partido Liberal. Fuente: Plaza Pública.
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