Juicio y condena de Pérez Molina y todos los corruptos

¿Qué factores y actores sostienen a un Presidente aislado, cuestionado, sin Ministros y sin partido, implicado en corrupción y otros actos delicitivos

El apoyo a Pérez Molina del empresariado y más sectores (Embajada de Estados Unidos, al no solicitar su renuncia como sí hizo con la Vicepresidenta; Ministerio Público y Comisión Internacional contra la Impunidad, porque no conectan las investigaciones de corrupción con el mandatario, a pesar de evidencias telefónicas; partidos políticos que buscan en la salvación del Presidente su propia supervivencia) parte, en primer lugar, del intento de promover una agenda de reformas políticas controladas, que sacuda y oxigene el árbol del poder sin afectar sus raíces. Pérez Molina representa, hasta el momento, garantía para el impulso de estas reformas limitadas frente al miedo a la ruptura institucional y la pérdida de control del proceso.

En segundo lugar, el renovado (pero frágil y no necesariamente permanente) apoyo a Pérez Molina se fundamenta en las extensas complicidades de sectores empresariales (nacionales y transnacionales) con su gobierno y partido, que actuaron como operadores para el impulso de la agenda de control territorial y extracción de recursos de las comunidades. Las complicidades abarcan a gobiernos extranjeros (España, Estados Unidos, Canadá) que vieron en Pérez Molina garantía para el desarrollo de inversiones y para la configuración del mapa de seguridad regional y hemisférica. El temor de una caída del Presidente Molina se expresa así: ¿si él se va de manera abrupta, cuántos de nosotros caemos a su lado? Por el contrario, la Presidencia de Molina garantizaría persistencia de la impunidad: investigaciones y juicios ejemplarizantes pero focalizados.

El paradigma del poder
Mantener al frente del Ejecutivo a Pérez Molina es una decisión arriesgada y puede revertirse. Aunque las acciones y los márgenes de recomposición del esquema de poder son amplios, en el día de hoy el "status quo" pierde si se queda Pérez Molina (complicidad) y pierde si se va, porque su caída será consecuencia de la presión social y el incremento de la conciencia política: la convicción de que el Presidente favorece intereses personales y de sectores que utilizan el Estado para su beneficio.

Después del 16 de abril (revelación de una red institucional y empresarial dedicada a la defraudación tributaria) se evidencia para amplios sectores de la población que el Estado guatemalteco ignora las necesidades colectivas y privilegia el robo y el enriquecimiento; que los jueces y abogados se venden (bufetes de la impunidad); que partidos y diputados ofrecen sus votos a cambio de contratos o cheques onerosos; que empresarios hacen todo lo posible por eludir sus obligaciones tributarias y colectivas…

Pérez Molina, la exvicepresidenta Baldetti y la gestión del Partido Patriota llevaron a extremos insostenibles este régimen de privilegios y beneficios (y lo adecuaron en el marco de alianzas oligarquía-economía criminal-ejército y de las necesidades del poder transnacional) pero no son los artífices ni beneficiarios exclusivos del mismo.

Ya nos hemos percatado, como la pequeña burguesía de la obra de Manuel Galich, de la dimensión real del horror (1). Por consiguiente, las manifestaciones ciudadanas acusan y señalan a los actuales gobernantes y a un sistema de organización y un Estado que olvidan su función de buscar el bien común y garantizar el ejercicio de derechos, al tiempo que naturalizan el robo, la corrupción, el engaño, la mentira, la comisión de delitos. En medios de prensa, foros públicos y en las plazas se debate sobre la configuración de un Estado a espaldas de la población. Se discute, con mayor o menor profundidad, sobre el poder, el modelo de sociedad, el sistema que invita al latrocinio, como acertada pero tardía e hipócritamente reconoció Otto Pérez Molina.

Agenda mínima: juicio a todos los corruptos
El cálculo de sectores empresariales y de poder puede ser el siguiente: mantener a Pérez Molina como garantía de estabilidad (evitar el rompimiento constitucional) mientras se promueve una moderada agenda de reformas (ley electoral, administración tributaria, ley de compras y contrataciones) que redefina espacios de poder de las élites (disputa oligarquía-actores emergentes) y contenga parte del descontento social. Pérez Molina sería, en este contexto, un Presidente sin funciones, la voz de un ejecutivo que ya no controla.

Si la permanencia, contra viento y marea, de Pérez Molina en el gobierno deviene de apoyos corporativos y de élites de poder, la exigencia de su renuncia, juicio y condena (y de todos los implicados en corrupción y abuso de poder) es innegociable: no cabe en cálculos pragmáticos o de conveniencia política.

La investigación, captura, juicio y castigo (de Otto Pérez Molina, Roxana Baldetti, Juan Carlos Monzón, Luis Mendizábal, Lima Oliva, narcotraficantes Mendoza, Junta Directiva del IGSS, jueces y bufetes de la impunidad, empresarios corruptos, autoridades que usan la ley a su conveniencia y antojo) es hoy demanda política esencial, que marcará tanto el presente (logros) como las posibilidades de futuro del movimiento ciudadano y social. Se trata de recuperar mínimamente la justicia, la ética, las reglas de la democracia.

En este marco, es fundamental que la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala profundice y amplíe investigaciones y responsabilidades, así como que se promuevan otras acciones jurídicas (de naturaleza similar a las realizadas por por Movimiento Nueva República y Winaq) contra los mandatarios, autoridades y particulares.

Renuncia ya! y qué más: la ruptura democrática
Un sistema, un estado y un poder construidos desde y para el enriquecimiento privado, solamente pueden cambiarse construyendo nuevas formas de “poder y autoridad compartida” (Boaventura de Sousa): formas democráticas, colectivas, orientadas al bien común y el bien vivir, participativas, honestas, construidas con todos y para todos. Este ideal exige una profunda articulación de movimientos sociales, comunidades y pueblos, que deberán tender puentes con sectores ciudadanos indignados para definir medidas y acciones inmediatas y en el largo plazo.

Los cambios sociales no llegan solos, sino que dependen de las decisiones inmediatas y estratégicas, de las voluntades y apuestas políticas, de la capacidad de superar las divisiones (estableciendo comprensiones y entendimientos comunes), del reconocimiento, dialogo y respeto entre actores y sectores, de la combinación de acciones institucionales, jurídicas, legales, comunicativas, movilizaciones sociales, y otras.

Hoy más que nunca es necesario asumir que mi lucha, mi proyecto no son el proyecto, único, histórico, sino parte de una propuesta más amplia. Debemos complementar y no cooptar o subordinar; construir conjuntamente sin partir de un proyecto ya elaborado, diseñado e impreso; velar porque los intereses partidario-electorales no anulen demandas y luchas colectivas territoriales.

El reto es, a partir de la sensibilidad social contra la corrupción y abusos de autoridad, fortalecer escenarios y condiciones para la ruptura democrática: el debate, la reflexión y la organización para construir nuevas formas de organización y poder.

Nota
(1) Me percaté de que la pequeña burguesía guatemalteca había perdido la dimensión de la muerte, del crimen, del horror, a fuerza de respirarlo todos los días. Era necesario restregarles la sangre en el hocico, había que explicarlos por qué lucha nuestro pueblo, quiénes están detrás de los asesinos, quién dirige la mano del ejecutor en los crímenes, como esa pequeña burguesía alienada y la alta burguesía financiera, comercial o terrateniente están atrapadas en la lucha real entre un imperialismo que no tiene nada de abstracción y el pueblo que exige su derecho a vivir. 
Manuel Galich, Delito, condena y ejecución de una gallina

Cambiar nosotras y nosotros al tiempo que cambiamos el país

Andrés Cabanas
La coyuntura actual revela una amenaza y una oportunidad. La amenaza indica que sectores de poder pueden aprovechar la crisis para “sanear” un régimen político en descomposición y caída libre, debido a la pérdida de legitimidad, las encarnizadas disputas entre elites por el control de negocios y la persistencia de resistencias comunitarias, a lo que se añade el desmoronamiento como operador político del Partido Patriota.

Este saneamiento se concretaría en el tiempo electoral (sumido en la incertidumbre: puede ser suspendido y dar paso a un gobierno de transición, o encaminado a un vuelco en las preferencias electorales) y en medidas políticas que renueven el pacto de elites de 1985, a partir de la convocatoria a Asamblea Nacional Constituyente, reforma de leyes fundamentales, ataque parcial a la corrupción y el contrabando, capturas y juicios ejemplarizantes (¿Juan Carlos Monzón, Roxana Baldetti?) y otras. Las medidas de fuerza (ruptura institucional) y una reconfiguración sumamente autoritaria y violenta del modelo político están vigentes: el PlanB si la crisis se agudiza sin control.

En ambos casos, se mantendrían inmutables las claves del modelo de acumulación, es decir, inversión privada irrestricta, instituciones y leyes construidas a favor de las empresas, régimen de derechos limitado, persecución y violencia contra defensores del territorio.

La oportunidad deviene de este hecho fundamental: la develación el 16 de abril de una red de corrupción que implica judicialmente al Secretario Privado de la Vicepresidenta, confronta otros liderazgos, políticas e instituciones, y debe llegar a cuestionar el ejercicio mismo del Poder.

Se abre la veda de la crítica estructural de este Estado y este sistema. El debate y las propuestas se destraban por vez primera en muchos años, con consecuencias imprecedibles, pero que con seguridad van más allá de la exigencia de juicio a la Vicepresidenta. La indignación y la propuesta se amplían: de sectores organizados a sectores urbanos hasta ahora apáticos o anuentes a la dominación autoritaria, con participación importante de jóvenes (lo que por sí mismo alude a un recambio ético y generacional).

La posibilidad de un parteaguas y un cambio en la correlación de fuerzas está presente, aunque de manera preliminar e incierta. El malestar expresado por vez primera por sectores urbanos contra el Presidente y la Vicepresidente (de carácter tan focalizado como trascendente, puesto que afecta a operadores políticos y articuladores de actores de poder fundamentales) podría crecer y profundizarse hasta convertirse en rechazo de la hegemonía autoritaria (racista, clasista, profundamente machista, individual, insolidaria, mercantilista) en la visión política de elites y sectores medios urbanos.

Consecuentemente, estos sectores deberían avanzar hacia reivindicaciones que van más allá de la renuncia del gobierno y la denuncia de una estructura de corrupción: la solicitud de transformar un Estado criminal corporativo y modificar un modelo de desarrollo excluyente y violento (modelo llevado a extremos de represión, restricción de derechos y enriquecimiento individual por el gobierno de Otto Pérez Molina).

Memoria histórica y genealogía de las luchas
En cualquier caso, las movilizaciones de jóvenes, sectores urbanos y clases medias, iniciadas con la masiva manifestación el 25 de abril (continuada el 1 y el 2 de mayo) tienen que construirse y fortalecerse con las manifestaciones y luchas “territoriales” (territorio referido a un espacio físico y a una identidad socio político y cultural que tiene a los pueblos, comunidades y organizaciones de defensa de la vida como referentes). 

La memoria histórica y la genealogía de las luchas nos ubica como herederos de reivindicaciones. El proceso actual no surge de cero sino de un acumulado de construcciones colectivas, aunque no siempre seamos conscientes de su impacto y trascendencia. “En Guatemala los pueblos originarios y su lucha llevan ya despiertos más de 500 años. Ciertamente en la ciudad capital, donde se concentra el voto conservador y el silencio fue cómplice clave del último genocidio, se dan esperanzadores pasos que cuestionan a la autoproclamada derecha popular que hoy nos gobierna” afirman las Comunidades de Población en Resistencia/CPR Urbana.

En el periodo reciente, tras la firma de la paz (a partir del periodo que Simona Yagenova conceptualiza como nuevo ciclo de movilizaciones sociales) identificamos esfuerzos significativos de movilización y articulación para la transformación.

Todos estos eventos se desarrollaron de forma masiva (en ocasiones, involucrando a toda la comunidad), articularon diferentes sectores sociales (parafraseando al semanario Contrapoder, gente de todos los colores), se construyeron desde la opinión de comunidades urbanas y rurales, se condujeron de forma “ordenada”, constituyeron fiestas ciudadanas y comunitarias, aunque no tuvieron repercusión en los medios de comunicación, que enfatizaron estas mismas características como distintivos de la marcha del 25 de abril. Reproduzco aquí una parte de estas movilizaciones, con su caracterización e impacto fundamental:

Movimiento Nosotras las mujeres, 2002 y 2003. Se opuso a la entronización del poder militar y genocida en la conducción del Estado. Fundamental para impedir el acceso del general Ríos Montt a la presidencia del gobierno en 2003. Se desarrolló en todo el territorio nacional, con una estrategia de comunicación y artística impactante.

Manifestación por la constitución de la Coordinadora y Convergencia Nacional Maya Waqib´Kej, noviembre 2003. Rearticulación de organizaciones indígenas, a partir del fracaso de las mesas paritarias y el incumplimiento de los Acuerdos de Paz. La Convergencia Waqib´Kej apostó por la movilización social y la formación política, preparando la etapa de refundación del estado, búsqueda de la autonomía y libre determinación.

Manifestación solidaria de los pueblos de Sololá con pueblos de San Marcos afectados por la instalación de la minera Montana, enero de 2005. La solidaridad implicó el rechazo comunitario al paso de un cilindro por la carretera interamericana.

Luchas contra el Tratado de Libre Comercio, marzo de 2005, visibilizaron el papel de las empresas transnacionales y gobiernos en la construcción de un Estado excluyente y represor, construido para intereses de unos pocos.

Consultas comunitarias de Río Hondo, Zacapa, y Sipakapa, San Marcos, junio y julio de 2005, y más de 80 consultas comunitarias posteriores, con participación de población rural y urbana de las comunidades. Han involucrado a casi un millón de personas (de áreas urbanas y rurales) bajo los principios de democracia directa, reconstrucción de formas propias de organización comunitaria, defensa del territorio y de un modelo de vida propuesto por las comunidades y no por las empresas. 

Manifestación contra la minería y contra la privatización del agua y la energía eléctrica en Totonicapán, 2005 y octubre de 2012. Participación masiva de los 48 cantones de Totonicapán. En 2005 se calcularon más de 40,000 participantes.

Manifestación final del III Encuentro Continental de Pueblos Indígenas, marzo de 2007. Se articuló bajo el lema De la Resistencia al Poder: crítica radical al ejercicio del poder y propuesta de construcción de nuevos poderes desde los pueblos.

Movilización de comunidades de San Juan Sacatepéquez, julio 2010. Marcha desde San Juan hasta la capital y manifestaciones para exigir la cancelación del proyecto cementero en 12 comunidades. Contó con la solidaridad de organizaciones sociales ubicadas en la capital.

Huelga de hambre y cierre de la Universidad San Carlos, agosto 2010, por la recuperación de la educación y la universidad públicas.

Marcha indígena campesina (marzo 2012). Caminata desde Cobán y marcha en la capital, que logró articular a organizaciones de mujeres, feministas, de derechos humanos, sindicales, sociales, etc.

Movimiento y manifestación Todas y todos somos Barillas, 15 de mayo de 2012, en rechazo al Estado de Excepción en Santa Cruz Barillas y la implantación violenta de un modelo de desarrollo. Involucró a organizaciones de Barillas, Huehuetenango y movimientos sociales (indígena, sindicatos, feminista, lésbico, comunicadores) de la capital.

Construcción de propuestas de sociedad alternativa, en el marco del Buen Vivir, desarrolladas de forma sistemática por movimiento de mujeres, feminista, social, indígenas, organizaciones y pueblos en resistencia, desde 2006 hasta la actualidad. Evidencian que existen propuestas para superar el actual modelo de Estado y desarrollo.

Movilizaciones para exigir la revocación de la Ley Monsanto (privatización de la biodiversidad), desarrolladas en agosto y septiembre de 2014 de forma simultánea en varios departamentos. Permearon a diputados y partidos opositores que dieron marcha en el apoyo a la ley. La demanda articuladora fue la defensa de los bienes y la vida frente al acaparamiento de las empresas.

Movilizaciones en Huehuetenango para acompañar y exigir la libertad de presos políticos y el fin de la persecución política. Desarrolladas desde 2012, con la consigna de la solidaridad humana y política. Involucran a un conjunto diverso de organizaciones y personas.

Cuando sectores urbanos despertaron, los pueblos y comunidades estaban ahí
La reflexión no va en la línea de confrontar movilizaciones ni organizaciones sino de complementarlas. La actual coyuntura (de continuidades y rupturas) obliga a la articulación de visiones y acciones, desde identidades y procesos propios.

Por parte de sectores urbanos, el reto es visibilizar los aportes de las luchas campesinas, indígenas, de comunidades y organizaciones. Estas luchas son fundamentales para develar la naturaleza corrupta, criminal, violenta y excluyente del modelo de estado (más allá de las personas); y para construir un nuevo modelo de organización, que modifique de raíz el Estado actual. La historia de la dignidad, contrario a lo que afirman algunos columnistas y líderes conservadores, pero también dirigentes políticos y sociales (despertar patriótico, la manifestación más masiva de la historia contemporánea, la primera y singular que convocó a todos los sectores), no empieza a escribirse el 25 de abril.

A algunos de los participantes en las marchas urbanas (medios de comunicación corporativos, líderes de opinión de grupos conservadores, miembros de organizaciones empresariales) es lícito preguntarles: ¿el apoyo expresado a las marchas se extiende a todos los movimientos en reclamo de sus derechos y de la decisión de las comunidades sobre sus territorios? ¿O se traza una línea insalvable: esta manifestación sí, las otras no?

Por parte de pueblos, comunidades y organizaciones tradicionales, es importante prestar atención a nuevos actores que en ocasiones cuestionan formas de organización donde no se sienten representados y construyen sus propias demandas y formas organizativas.  

En ambos casos, es primordial asumir críticamente que los esfuerzos desarrollados hasta ahora son todavía tímidos para incidir en los poderes constituidos: antes y después del 25 de abril, no estamos todos los que debemos estar en este proceso (¿creciente?) de indignación y propuesta, que pretende acabar con la corrupción, transformar el modelo político y construir una nueva sociedad basada en la solidaridad, el respeto, el consenso, los derechos de las colectividades.

Conducción estratégica de las diversidades
Los retos organizativos, de articulación, de diálogo, son muchos, acordes con la complejidad de la coyuntura. Se trata de proponer avances concretos al tiempo que se mantiene el proyecto estratégico; se impone crecer y acumular para cambiar la correlación de fuerzas.

Propongo estos puntos para el debate organizativo:

1) la posibilidad de una conducción política que no uniformice sino fortalezca diferentes expresiones de lucha a partir de un proyecto político ideológico;
2) la necesidad de que las clases medias y los sectores no se autoconstituyan como vanguardia de las luchas;
3) la constitución de un paradigma organizativo plural. 

Unidad en la diversidad
La propuesta de unidad en la diversidad garantiza la conducción política a partir de la claridad del proyecto que defendemos, y la capacidad de articular diferentes iniciativas para impulsar este proyecto. La conducción no es, como se ha entendido muchas veces, la centralización en la toma de decisiones ni la homogeneización de pensamientos. La socióloga argentina-cubana Isabel Rauber, que visitó Guatemala en enero de 2012, conceptualiza la unidad en la diversidad como un ejercicio de unidad sin univocidad, y diversidad sin dispersión. 

La conducción del movimiento no recae en los sectores urbanos 
La centralidad de las luchas urbanas y de clases medias se reflejó en otros momentos históricos: la revolución del 44, el movimiento revolucionario, la subordinación de luchas sociales a luchas político-partidarias, todavía vigente. Esta centralidad de elites urbanas y clases medias (implícita en algunos de los mensajes que llamaron a la marcha del 25) debe dar paso a una visión de luchas complementarias, articuladas alrededor de nuevos proyectos de vida construidos desde comunidades, pueblos, organizaciones y personas, con carácter amplio, articulador e incluyente.

Pluralidad de tiempos, espacios y sujetos
Los diferentes tiempos políticos e identidades históricas no deben ser obstáculo. Se trata de desarrollar el “arte del encuentro: la creación de vínculos, entre las situaciones, las herramientas, los dispositivos, los  tiempos, los saberes, los conceptos, las imágenes, las situaciones, las herramientas, afirma el filósofo Amador Fernández Savater. Para él, es válido reflexionar sobre el paradigma de “revolución multicapas y multicanales” lo que significa que “no hay un punto privilegiado que marque los ritmos, las posiciones y el sentido de la acción a los demás: los plazos electorales, la coyuntura...Lo que hay es una pluralidad de tiempos, espacios y sujetos, todos ellos preciosos y necesarios en tanto que plantean, con el cuerpo y en situación, nuevos regímenes de lo evidente y lo deseable”.

Para seguir construyendo
Los puntos anteriores tienden a cuestionar culturas políticas hegemonistas, impositivas, permanentemente descalificadoras, presentes tanto en las organizaciones sociales tradicionales como en algunas de las visiones planteadas en las redes sociales por los convocantes a la marcha del 25: la concepción de que existe una forma única o privilegiada de actuar (la mía), la imposición sobre el diálogo y el consenso, la carencia de debate y por tanto la masificación de eslóganes y consignas sin mayores fundamentos.

El futuro es, en cualquier caso, apasionante: conocernos, articularnos, discutir y compartir proyectos, converger y diferir, fomentar todas las creatividades. Cambiarnos nosotras y nosotros al mismo tiempo que cambiamos el país.
4 de mayo de 2015