Los ríos deben llegar al mar (y los pueblos al poder)


La Marcha por el Agua[i] continúa caminando, a pesar de la invisibilización mediática y la confusión deliberada sobre sus motivaciones (Marcha igual a propuesta de ley de aguas).  

Las reivindicaciones iniciales de la Marcha, a la vez ruta de acción, están vigentes:

Exigir la recuperación de nacimientos, ríos, lagos, lagunas y costas marinas que han sido contaminados, robados y desviados por las empresas y proyectos de extracción con propósitos mercantiles.
Fortalecer la articulación, lucha y coordinación en la defensa del agua, tierra, alimentos y territorio.
Aportar a la toma de conciencia del pueblo guatemalteco sobre las políticas y actividades económicas que impactan negativamente la madre tierra, el agua y la vida de todos los seres vivos, y sobre la necesidad de cambiarlas de raíz.
Denunciar y rechazar la criminalización y persecución contra el liderazgo campesino, indígena, social y popular[ii].


La lectura de logros o imposibles a partir de estas reivindicaciones es, como casi siempre, ambivalente. Por un lado, la exigencia de recuperación de fuentes de agua logra precedentes históricos a partir de las dieciocho denuncias interpuestas por el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales ante el Ministerio Público (además de otras pendientes).

Pero los intentos de minimizar la problemática, reconducirla en términos de diálogo con los empresarios y reparación económica (Jimmy Morales) o reducir la solución a la elaboración de una ley de aguas, dificultan las demandas colectivas. En este sentido, la escasa atención prestada a las luchas del agua por parte de medios corporativos y sectores urbanos resta capacidad de presión.   

El agua nos reúne

La defensa del agua, su cuidado y reproducción, convoca a la sociedad en su conjunto, aunque varíen las propuestas de solución. El agua se convierte así en argumento articulador. Rafael Silva Martínez considera que el potencial de reunión de estas luchas se da porque son expresión del conflicto capital-planeta: crisis sistémica y luchas por la sobrevivencia. Para la socióloga argentina Isabel Rauber, son luchas que tienen como referencia el código y propuesta de vida opuesto al código del capital, que es el código de la ganancia[iii].

La organización comunitaria y social, las Asambleas territoriales por el agua, en proceso de construcción, así como los Diálogos por el agua, de carácter interinstitucional (vinculan a universidades, Procuraduría de Derechos Humanos, iglesias, Asamblea Social y Popular) fortalecen los debates y la articulación, aunque todavía de forma limitada. La Marcha (como proceso movilizador, no como estructura) y en general todas las luchas por el agua (no vinculadas a un referente o centro orgánico) todavía pueden crecer en su potencial articulador y transformador y su capacidad de determinar la actual coyuntura.

La masificación de las luchas enfrenta al menos cuatro retos: el primero, la difusión de información y generación de conciencia, que desnaturalice (deje de ver como normal) la masiva e impune apropiación mercantil y robo del agua: por ejemplo, la comercialización (embotellamiento) del agua en los centros urbanos, realizada por empresas que se apropian del agua de todos y mutiplican el costo final.  

La propia idea del agua como mercancía y recurso privatizable debe ser cuestionada. El agua es bien común, fuente de vida y a la vez ser vivo, inseparable del derecho a la vida de la Madre Tierra y las personas, animales y plantas que la habitamos[iv].

Otra lógica de desnaturalización implica dejar de asumir como normal la escasez de agua para consumo y cultivos (por ejemplo, en el corredor seco) y el exceso de agua para producción agroexportadora o empresas mineras.

Después de la información y sensibilización, se trata de construir rutas diversas de acción y solución, a partir de problemáticas identificadas por los actores en cada  territorio, lo que implica la promoción de nuevas expresiones organizativas y otras ya existentes cuando se convocó la Marcha por el agua.

El tercer reto consiste en fortalecer las movilizaciones en los espacios urbanos, todavía poco numerosas, desarticuladas y dispersas.

El cuarto reto es vincular las problemáticas alrededor del agua con las diferentes reivindicaciones y movilizaciones (el agua no es tema específico).

El problema del agua y el sistema como problema

El desvío de ríos, el embotellamiento, la apropiación y mercantilización, la contaminación, la deforestación, la existencia de comunidades sin agua a pesar de la abundancia de la misma, responden a la vigencia de un modelo económico que funciona a partir de la privatización, el saqueo y la explotación de los trabajadores, trabajadoras y de la madre tierra[v]. Por ello la problemática del agua debe analizarse en función de sus vínculos con el modelo de estado y el modelo económico:

Cuando hacemos un recuento de las luchas que libramos por la defensa del territorio, el agua y la madre tierra, entendemos que luchamos por la defensa de la vida. Y también entendemos que para que nuestra lucha finalmente triunfe, debemos cambiar el modelo económico capitalista y construir un nuevo Estado, porque el actual garantiza que las empresas locales y transnacionales, que los poderosos, se apropien, roben y contaminen impunemente el agua y atenten contra la vida[vi].

Este cambio estructural podrá hacerse, sí y solo sí, las demandas y propuestas de las comunidades y pueblos son fundamento del ejercicio del poder, y sí y solo sí el nuevo pacto y la nueva organización social que sustituya a la organización actual (donde los ricos y poderosos, las empresas, ven el agua y la madre tierra como recursos que pueden usar sin ningún tipo de control y daño) se construyen con el protagonismo de pueblos, autoridades ancestrales, comunidades en resistencia, campesinos, mujeres, pobladores, estudiantes, pescadores, jóvenes, sindicalistas, profesionales, académicos, artistas, defensores de derechos humanos, pequeños comerciantes, ambientalistas, maestras, estudiantes, comunidades, barrios, colonias, centros educativos, iglesias, población de la ciudad indignada, trabajando en colectividad y solidaridad[vii]).

Durante la Marcha realizada en abril Carlos Salvatierra y el Colectivo Red Manglar popularizaron la consigna los ríos debe llegar al mar, como hermosa propuesta y a la vez aterradora constatación de la violencia y la impunidad: el pasado verano, aproximadamente 40 kilómetros del cauce del rio Madre Vieja se secaron por completo, provocando graves daños a la vida natural y humana.

La propuesta es combatir este código o civilización de la ganancia que captura y domina todos los ciclos vitales (Raúl Prada Alcoreza), recuperando y reconstruyendo las tramas y los ciclos de la vida, con la participación de todas y todos: es decir, con la irrupción de pueblos indígenas, comunidades y sectores subalternos en todos los procesos de toma de decisión.
 
No hay futuro si los ríos (y los pueblos) se detienen.




[i] Marcha por el Agua, la Madre Tierra, el Territorio y la Vida, convocada por la Asamblea Social y Popular, se desarrolló del 10 al 22 de abril de 2016. En este artículo denominamos Marcha a esta movilización específica y sus demandas, así como al proceso organizativo y reivindicativo que acompaña o genera. En la Marcha confluyen luchas previas por el agua (Madre Vieja, La Pasión). Otras luchas se desarrollan de forma paralela, no vinculadas a la Asamblea Social y Popular.  

[ii] Objetivos de la Marcha por el Agua. Asamblea Social y Popular, abril de 2016.

[iii] Isabel Rauber. Crisis de un modelo o agotamiento civilizatorio del capital. Conferencia dictada en Guatemala, 25 de enero de 2012. En http://www.semillerosdepensamientos.org/include/uploads/nodo/Foro_Isabel_Rauber.pdf

[iv] Declaración de los Pueblos de Iximulew sobre los derechos a la vida, de la Madre Tierra, al Territorio y el Agua. Asamblea Social y Popular, 22 de abril de 2016.

[v] Ibídem.

[vi] Objetivos de la Marcha por el Agua. Asamblea Social y Popular, abril de 2016.

[vii] Declaración de los Pueblos...22 de abril de 2016.


¿Vós dónde estabas el 27 de agosto de 2015?

Avances y retrocesos, viejos actores y nuevas construcciones políticas, sueños y desencantos, continuidades, fisuras y rupturas. Un año después del paro nacional de agosto 2015 y de la renuncia-debacle de Otto Pérez Molina y el proyecto patriota (neoliberalismo militarizado contrainsurgente)[1] el país continúa refractario a análisis y proyecciones: difícilmente clasificable, aparentemente desnortado y sin rumbo.

Los referentes políticos tradicionales (actores, proyectos, modos de actuar) están profundamente cuestionados y parcialmente agotados. La crisis continúa en ascenso: no se resuelve con la salida de Pérez Molina, las elecciones, los procesos judiciales que depuran a la clase política, las reformas parciales en el actuar del Estado (sobre todo en las áreas de seguridad, salud y tributaria). Es una crisis de larga data, profunda, multidimensional y multicausal. Integra al menos estos factores:

disputa intraelitaria del poder político y económico (oligarquía, economía emergente y criminal, transnacionales, ejército),

pérdida de legitimidad del Estado (incremento de la pobreza y la vulnerabilidad, corrupción) especialmente entre clases medias urbanas, soporte conservador del sistema actual,

reposicionamiento de Estados Unidos en Guatemala y el continente, en oposición a intereses empresariales locales (incluida la economía criminal y el narcotráfico) y transnacionales. Estados Unidos integra su agenda e intereses en las disputas generales,

resistencias sociales y comunitarias, que proponen un nuevo modelo de organización y convivencia. La oposición social en comunidades y pueblos al proyecto neoliberal militar debilita el actual modelo de Estado.

Es crisis de legitimidad (falta de consensos) y una crisis del régimen[2] construido a partir de 1986 tras el fin de los gobiernos militares.

Buques insignia de este régimen (cámaras empresariales, sistema de justicia pro empresarial, ejército operando bajo la doctrina de la seguridad nacional, primacía del derecho de las empresas sobre los derechos individuales y colectivos, estado debilitado, partidos políticos concebidos como cauce para la recomposición del pacto de elites, no como intermediación social) continúan desplazándose pesadamente, aunque en las fronteras del caos: afirma el analista Edgar Gutiérrez que bailan en la cubierta mientras el Titanic se hunde. Por ello es que casi todos los escenarios de salida de la crisis (autoritario, reformas controladas, refundación del Estado) contemplan el cambio constitucional, símbolo de un cambio de régimen. La pregunta sin respuesta es a dónde nos conduce este cambio. 


Un paso atrás: deja vu o la transformación imposible

Por momentos, la cultura política retrocede décadas: por ejemplo, con el enésimo debate (o su ausencia) sobre la reforma tributaria y fiscal. Aquí, las razones en contra se repiten como letanía y el diálogo se anula a sí mismo, al obviar temas medulares como el principio de progresividad (que paguen más quienes más tienen) o el debate sobre qué modelo de Estado o de organización garantiza el ejercicio de derechos.

La continuidad de instituciones y prácticas autoritarias y excluyentes, la lenidad en el impuso de reformas políticas (electoral, tributaria, desarrollo integral, medios de comunicación comunitaria, y otras), la presión sobre el sistema de justicia para anular casos de corrupción, la continuación de la persecución a opositores, la fortaleza de grupos militares y paramilitares que pelean el control del ejecutivo, el incremento de la pobreza, refuerzan algunos de nuestros temores más consolidados, impresos en nuestra conciencia colectiva:  

La conciencia colectiva del fatalismo: a pesar de lo que hacemos, todo sigue y seguirá igual.  
La conciencia colectiva de la impunidad: a pesar de nuestros esfuerzos, los poderes históricos mantienen sus privilegios.
La conciencia colectiva de la sujeción: a pesar de lo que luchamos, el poder oligárquico, homogéneo, sin fisuras y direccionado, impondrá su agenda, cambiará para que nada cambie y continuará dominando.

El pragmatismo resignado (Andrés Pérez Baltodano)[3] que conforma una identidad y un modo de actuar (o de inacción), se actualiza y convierte en una invitación a dejar de luchar.  

Un paso adelante: la elipsis (imperfecta) de la  historia

Pero la historia, más que con continuidades absolutas y lineales, está construida a partir de interrupciones. La elipsis perfecta de la historia (aquella diseñada con regresos recurrentes al punto de partida) se quiebra cuando los argumentos transmitidos desde los poderes dominantes (Estado, clase empresarial, medios de comunicación corporativos) son contestados por personas y organizaciones con sentido crítico y otra visión de la sociedad. La impunidad se debilita o resiente, aunque no modifique (todavía) el modelo de Estado y de sociedad, así como el ejercicio de poder conocido como la vieja política.

La apertura del debate y la acción colectiva hacia temas hasta ahora tabú (más allá de la corrupción) oxigena y amplía el ejercicio democrático. Aunque de forma dispersa, se debate sobre genocidio, violencia militar, memoria histórica, transformación del Estado y el sistema. Se actúa, cada vez con mayor amplitud, a partir de un nuevo ideal de sociedad y convivencia. La necesidad de nuevas formas de organización se coloca en el centro de la política, una vez que la racionalidad dominante toca fondo.

Guatemala puede analizarse hoy a partir de las limitaciones de las acciones judiciales, la omnipresencia de la agenda e intereses de Estados Unidos o las reformas controladas que no tocan las bases del modelo. Y puede pensarse también en función de las múltiples acciones cuestionadoras de un Estado y un modelo de convivencia construidos sobre la impunidad, los silencios y los pactos de elites.

Podemos pensar Guatemala en términos de “mecanismos de repetición y acontecimientos de ruptura”, tal y como nos propone el filósofo francés Alan Badiou, estudioso de los nuevos procesos de movilización social. Este esfuerzo implica, para este autor, ver los elementos de continuidad y los “fenómenos de creación y novedad[4]. Las preguntas sobre la realidad deben entonces enfatizar los escenarios que se abren y cómo se reconfiguran actores y prácticas políticas en ellos. 


Actualidad: líneas de disputa
Modelo extractivista, desarrollado sin consentimiento comunitario y bajo la lógica de maximización del beneficio empresarial, a cualquier costo (uso de la violencia).
Resistencia social y comunitaria. Apuesta por un modelo económico, social y político de colaboración entre personas y respeto a los derechos de la naturaleza.
Vieja cultura política: clientelar, inmediatista, carente de valores, delegativa y no participativa.
Subjetividades políticas transformadoras: ciudadanía activa (estudiantes, jóvenes, profesionales urbanos) y movimientos sociales históricos en procesos de construcción de autonomías (territoriales, simbólicas, económicas, afectivas…). 

Disputas internas: fin del pacto de elites de 1985, que todavía no ha sido sustituido por un nuevo pacto. Tensiones oligarquía, economía emergente y criminal, Estados Unidos, transnacionales y gobiernos europeos.  
Propuesta de un nuevo pacto político, construido desde los pueblos.

Reducción de derechos básicos como expresión, movilización y participación.
Reducción de la democracia al ejercicio del voto.
Luchas por el estado constitucional garantista (partiendo de la Constitución de 1985 y/o un nuevo estado o forma de organización social.
Proyección: reformas/transformación del Estado (fortaleciéndolo vía garantía de derechos o debilitándolo vía constitucionalismo autoritario)[3]

Rupturas/novedades
Continuidades/repeticiones
Se quiebran líneas de impunidad: política y económica. 
Reconfiguración del modelo de dominación y el aparato estatal, construidos para el dominio de lo privado y la obtención de beneficio a cualquier costo.
Nuevos espacios para la acción colectiva y nuevos sujetos en construcción. 
Cambios hacia una nueva cultura política.
No hay cambios en el modelo económico ni en la institucionalidad estatal.  
Actores tradicionales controlan los espacios principales de poder.
Reconstrucción lenta de la ética y lo público-político.
El acontecimiento es la apertura de múltiples espacios de acción: un campo abierto de posibilidades (Badiou).
La apatía, la desesperanza y el fatalismo se conforman como cultura hegemónica.
Fuente: elaboración propia

El despertar de la indignación (luchas que abren “nuevas posibilidades de radicalizar o “democratizar” la democracia”, afirma Boaventura de Sousa Santos)[5]; la mayoría de edad política (ejercicio activo de ciudadanía) de juventudes, estudiantes, clases medias; la relegitimación en este nuevo contexto de las luchas por la transformación estructural protagonizadas por comunidades, pueblos, movimientos de mujeres e indígenas; la necesaria y todavía frágil articulación de todos los procesos anteriores, son aspectos novedosos en la coyuntura abierta en abril de 2015, que se prolonga un año después.

¿Dónde estábamos vós y yo hace un año? En la indignación, la sorpresa, la incertidumbre, las dudas, los enfados. En la reflexión, la construcción de propuestas, la alegría, el redescubrimiento colectivo y la esperanza de un país mejor. Un año después seguimos en lo mismo. Y esto apenas empieza…



[1] A este respecto, ver el análisis realizado al inicio de la administración patriota: El proyecto patriota, neoliberalismo militarista,  https://memorialguatemala.blogspot.com/p/neoliberalismo-militarista.html

[2] Crisis de régimen, retomando los análisis de Carlos Taibo sobre el movimiento 15-M en España: “A la categoría del régimen corresponden, para entendernos, el bipartidismo, la corrupción o, incluso, la disputa sobre la república y la monarquía. Lo del sistema remite, en cambio, a todas esas materias de las que no es de buen tono hablar en las tertulias al uso, sea cual sea el pelaje ideológico de las personas (?) intervinientes: el capitalismo, el trabajo asalariado, la mercancía, la alienación, la sociedad patriarcal, las guerras imperiales, la crisis ecológica”.  Carlos Taibo en Muchas primaveras para el 15-M. http://www.carlostaibo.com/articulos/texto/index.php?id=515.

[3] “El pragmatismo-resignado constituye una forma de pensar la realidad que empuja a los miembros de una comunidad a asumir que lo políticamente deseable debe subordinarse siempre a lo circunstancialmente posible". Andrés Pérez Baltodano. En Del Estado Conquistador al Estado Nación: de la  resignación a la ciudadanía. Revista Envío, Nicaragua, mayo 2004. http://www.envio.org.ni/articulo/2141.

[4] Citado en 15M. Hace cinco años empezó el futuro. Globaldebout. Artículo de Josep María Antentas publicado en www.vientosur.info/spip.php/article11295. 15 de mayo de 2016.   

[5]Boaventura de Sousa Santos (2013). Revueltas de indignación y otras conversas. Bolivia: Proyecto Alice.