Tus luchas son nuestras luchas

Andrés Cabanas, 18 de marzo de 2022

La capacidad de disputar poder, no solamente institucional sino simbólico y discursivo; la confrontación del sentido común dominante y hegemónico (hoy marcadamente individualizador, homogeneizador y competitivo) con otro sentido  comun-itario, colaborativo y plural; la permanente reconquista del espacio público para la acción política pero también para la fiesta, la alegría o la simple convivencia cotidiana, definen la importancia de las luchas, y las centralidades múltiples y diversas de las mismas. 

Por ello, las recientes luchas contra la denominada ley del odio (que persigue a las "familias no tradicionales" y niega la educación integral en sexualidad, entre otras medidas restrictivas), al desafiar la racionalidad dominante, son estratégicas. Más allá de los logros (veto presidencial a la ley y marcha atrás en la misma) e incluso más allá de otras razones que motivaron el veto (pragmatismo, fisuras en los actores de poder, mala redacción técnica, presiones de embajadas), las movilizaciones de mujeres trans, mujeres, jóvenes y grupos feministas cuestionaron “valores" aparentemente sólidos e indiscutibles, como la familia, la patria, las costumbres, la moral tradicional. Esto es tan o más importante que los resultados obtenidos y los cambios limitados en normas y actuar de las instituciones del Estado.   

Desde este punto de vista, todas las luchas -planteadas en términos impugnadores- son importantes, y no  es posible o necesario ubicar luchas prioritarias, así como tampoco sujetos centrales,  predeterminados e inmutables, que orientan y conducen procesos de cambio. Observamos, por el contrario, acciones y organicidades múltiples y plurales, eso sí, con capacidad de confluir en los aspectos mencionados en el primer párrafo, y con la necesidad de generar espacios de acercamiento y trabajo conjunto. Las y los sujetos protagonistas y sus organizaciones referentes, actúan desde ámbitos y posicionamientos diversos.

Lo anterior marca una diferencia con concepciones y estrategias vigentes, basadas en luchas y sujetos centrales y prioritarios, que históricamente han provocado desconocimiento de las luchas de otras y otros, minusvalorización y/o ataques a las mismas, menosprecio de actorías no consideradas como centrales. Sucedió y sucede con los pueblos indígenas durante el conflicto armado, las juventudes y las mujeres en prácticamente todas las etapas históricas, las diversidades sexuales y de identidades una vez que adquieren fuerza como planteamiento global e integral de nueva sociedad, no solamente como demandas de sector.  

El reto –apasionante- continúa siendo el desarrollo de la capacidad de acción coordinada, desde las diversas identidades y prácticas, de acción y organizativas. 

Cuando el rechazo a las diversidades (con violencia simbólica y violencia física como manifestaciones extremas) es parte de este sistema de valores predominante, las demandas desde y para las diversidades nos convocan a todas y todos.  Cuando la explotación/dominio de la naturaleza y el despojo de cualidades y capacidades de las personas es intrínseco al modelo de desarrollo, las luchas por una nueva relación personas-naturaleza y por un modelo económico  para la vida y no para el deterioro constante de la misma, nos convocan a todas y todos.

El reconocimiento de las y los otros sujetos, la escucha, el consenso, la visibilización de todas las actorías son grandes desafíos para un proceso que podemos llamar de articulación, aunque este concepto no está suficientemente debatido y frecuentemente es concebido como homogeneización, centralización, con marcado carácter instrumental y organizativo: articulación de siglas o estructuras, más que de visiones y proyectos. 

No podemos reproducir en conductas y prácticas aquello que decimos combatir: la invisibilización y exclusión, la intolerancia, la insolidaridad y la idea de un país de unos que se impone sobre los demás. 

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