Por Mayra
Abril 2010
La desaparición de Mayra Gutiérrez, el 7 de abril de 2000, marca un antes y un después en el desarrollo de los Acuerdos de Paz. Antes, predomina la confianza, aunque disminuida y “esceptizada”: es decir, reducida al escepticismo por las múltiples contradicciones y vacíos del proceso. Predomina la apuesta por la construcción de una institucionalidad orientada al beneficio de las mayorías, la creencia en la posibilidad de reducción de la injusticia, el impulso de una cultura y práctica política fundamentada en el consenso.
Después: crece la sospecha de que los Acuerdos de Paz son, para algunos sectores, herramientas de consolidación de su poder, a partir de la reconfiguración del modelo de explotación. Se consolidan la exclusión y la violencia como medios, la desigualdad como consecuencia, la hegemonía de los criollos (familias, empresas, grandes corporaciones) como objetivo: predominio del 2% de la población sobre el 98% restante.
La desaparición de Mayra acentúa el deterioro de un proceso tempranamente bajo reserva: a partir de 1997, el primer año de vigencia de los Acuerdos, se opera la privatización de empresas estatales, lo que contraviene la necesidad de un Estado fuerte, orientador de desarrollo justo y equitativo. Inicia ese mismo año la llegada de empresas transnacionales, cuyas dinámicas de obtención de ganancia comprometen las lógicas de beneficio colectivo.
En 1998 se produce el asesinato de Monseñor Gerardi. En 1999, el desconocimiento público por parte del gobierno de las conclusiones de la Comisión de Esclarecimiento Histórico y el fracaso pretendido y anunciado de las reformas constitucionales previstas (entre ellas, las que amplían el margen de derechos de los pueblos indígenas). En 2000, el inicio del gobierno del Frente Republicano Guatemalteco, un partido vinculado con el genocidio y la economía criminal, que no reconoce los Acuerdos de Paz como compromiso de Estado. También en 2000 se define el principio del fin del pacto fiscal y el compromiso de solidaridad explícito en el mismo: que quienes más tienen contribuyan al desarrollo colectivo.
La desaparición de Mayra, además de una lectura en el marco de la ralentización y posterior reversión del proceso de paz, puede vincularse a dinámicas aún vigentes:
Después: crece la sospecha de que los Acuerdos de Paz son, para algunos sectores, herramientas de consolidación de su poder, a partir de la reconfiguración del modelo de explotación. Se consolidan la exclusión y la violencia como medios, la desigualdad como consecuencia, la hegemonía de los criollos (familias, empresas, grandes corporaciones) como objetivo: predominio del 2% de la población sobre el 98% restante.
La desaparición de Mayra acentúa el deterioro de un proceso tempranamente bajo reserva: a partir de 1997, el primer año de vigencia de los Acuerdos, se opera la privatización de empresas estatales, lo que contraviene la necesidad de un Estado fuerte, orientador de desarrollo justo y equitativo. Inicia ese mismo año la llegada de empresas transnacionales, cuyas dinámicas de obtención de ganancia comprometen las lógicas de beneficio colectivo.
En 1998 se produce el asesinato de Monseñor Gerardi. En 1999, el desconocimiento público por parte del gobierno de las conclusiones de la Comisión de Esclarecimiento Histórico y el fracaso pretendido y anunciado de las reformas constitucionales previstas (entre ellas, las que amplían el margen de derechos de los pueblos indígenas). En 2000, el inicio del gobierno del Frente Republicano Guatemalteco, un partido vinculado con el genocidio y la economía criminal, que no reconoce los Acuerdos de Paz como compromiso de Estado. También en 2000 se define el principio del fin del pacto fiscal y el compromiso de solidaridad explícito en el mismo: que quienes más tienen contribuyan al desarrollo colectivo.
La desaparición de Mayra, además de una lectura en el marco de la ralentización y posterior reversión del proceso de paz, puede vincularse a dinámicas aún vigentes:
• desaparición-violencia que envía una alerta de terror a la sociedad (por tanto, con efectos de inmovilización).
• desaparición-violencia en el marco del feminicidio, que refuerza el mensaje de la subordinación y el retorno al hogar de las mujeres, a través del dominio sobre su cuerpo.
• desaparición-violencia como ensayo de impunidad, a partir del encubrimiento posterior, especialmente con la culpabilización de las víctimas y los sobrevivientes, y la personalización de un hecho político (crimen pasional, desaparición voluntaria). Instituciones como el Ministerio Público desempeñan aquí un papel distractor fundamental.
• desaparición-violencia con objetivos múltiples y conectados: en el caso de Mayra, inmovilización social, mensaje específico a las mujeres, posible conexión con la investigación sobre adopciones ilegales que Mayra realizaba. En la actualidad, violencia en un marco de interrelación de poderes e intereses, tanto tradicionales como criminales, tanto históricos como emergentes.
• desaparición-violencia como demostración de poder y autoridad hacia otros sectores económicos, políticos y militares en disputa.
La Guatemala sin Mayra de 2010 es la prefigurada hace una década: excluyente, individualizada, construida por y para el dominio de unos pocos: corporaciones, partidos políticos, transnacionales, militares. La sociedad sin Mayra todavía es débil, desarticulada, sin capacidad hegemónica. Pero es también “sociedad como” Mayra: fuerte, dulce, soñadora, terca, hermosa, consecuente, solidaria, con ganas enormes de vivir, libre, muy libre, siempre amada y amante. Guatemala y Mayra. Mayra y Silvio Rodríguez:
“En todo caso la sabrás presente, latiendo aún para las nobles cosas, y no partida y con el alma inerte”.
Sin espacio para el sueño
Diciembre 2002 El 7 de abril de 2000 es desaparecida en la Ciudad de Guatemala la catedrática universitaria Mayra Gutiérrez. Desaparece sin dejar huella. La última imagen que se ha podido rastrear de ella la encuentra abandonando su vivienda ubicada en la populosa zona 5 de la capital, abrazada por un hombre alto de pelo largo. También un hombre alto y medio desnudo abandonó después del crimen la casa de Monseñor Gerardi. El abrazo amoroso de la muerte.
Hasta la fecha, la investigación de esta desaparición ha eludido las motivaciones políticas y se ha centrado en teorías pasionales, móviles personales o razones individuales. El Ministerio Público insiste en afirmar que Mayra Gutiérrez se fue por su propia cuenta, por uno o varios de estos motivos: problemas económicos; romance; contactos con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional o, en menor escala de probabilidad, es asesinada como represalia por la investigación sobre adopciones en la que había participado (las adopciones constituyen en Guatemala un floreciente negocio que implica a abogados, políticos y militares; cada adopción puede reportar 15,000 dólares de ganancia).
El MP fundamenta sus aseveraciones en extractos de cartas supuestamente de despedida, llamadas telefónicas al extranjero, estados de cuenta, y poco más. La incisiva insistencia en las causas personales para explicar la desaparición ha derivado en el desmenuzamiento de la vida privada de Mayra, más allá de lo que la decencia y las propias necesidades de la investigación exigen. Sin embargo, no despeja una multitud de interrogantes alrededor del caso: si se fue, ¿por qué no avisó a su hija, a quién une una relación muy estrecha? Si una mafia cometió el crimen, ¿dónde está el cuerpo? Si las evidencias apuntan a una huida voluntaria, ¿por qué no se explica cuándo, cómo, con quién o hacia dónde huyó Mayra?
Al aferrarse a la tesis de la “auto desaparición” y obviar los posibles móviles políticos, el MP da la impresión de investigar al revés, buscando pruebas que avalen una hipótesis de antemano determinada. Igualmente mal parados quedan otros organismos de inteligencia y análisis político, especialmente la Secretaría de Análisis Estratégico, organismo civil encargado de sustituir a la controlista y represora inteligencia militar, que no ha sabido o no ha querido articular una hipótesis coherente de lo sucedido.
¿Por qué Mayra? ¿Por qué una desaparición en tiempo de paz?
Además de las preguntas de orden criminal, también las de orden político carecen de respuesta sencilla. La abrupta sorpresa y asombro de una desaparición en tiempo de paz; el perfil relativamente bajo de Mayra como personalidad pública –a pesar de sus múltiples actividades y ramificaciones militantes-; la inexistencia de desapariciones sistemáticas en los años anteriores; las dudas sobre el por qué y para qué de la desaparición; incluso la falta de un patrón (la desaparición de Mayra como hecho aislado) crean un estado de confusión en el que articular hipótesis plausibles –y por tanto racionalizar el terror de lo sucedido- no es tarea fácil.
La desaparición provoca también la división entre familiares y amigos de Mayra. Este, que es uno de los efectos más directos estudiados de las desapariciones (Figueroa Ibarra, 2000) se convierte paradójicamente en razón para dudar de la misma.
Aquí es necesario remitirse a la historia para comenzar a desmadejar el ovillo de la desaparición, hasta el hilo intangible e invisible que permita conocer lo sucedido. La historia que visibiliza constantes y patrones de comportamiento. En Guatemala, la historia que reiteradamente dibuja cuadros de terror similares y los reproduce hasta la saciedad.
Ningún periodo histórico es exactamente igual al anterior y ninguna estrategia del terror completamente idéntica. No obstante, resulta sencillo rastrear similitudes y paralelismos entre la desaparición de Mayra Gutiérrez y otros hechos de violencia.
Similitudes y continuidades: de Dinora Pérez a Mayra Gutiérrez
La noche del 29 de abril de 1991 es asesinada en la entrada de su casa Dinora Pérez, de 29 años de edad. Los reportes policiales indican que le disparan tres veces a quemarropa. Los testigos informan que no hay intento de robarle el carro ni ningún otro objeto. Sus dos asaltantes se retiran con calma conduciendo una pequeña motocicleta.
Dinora era sindicalista, trabajadora con grupos de mujeres y miembro de una corriente de la socialdemocracia favorable al fin negociado de la guerra, tema tabú en ese entonces y cuyo fin queda marcado por ese asesinato. Dinora es asesinada en un contexto de guerra, inestabilidad política, confrontación de sectores económicos, ascenso del fundamentalismo religioso, autoritarismo y desarrollismo social, todas ellas similitudes con el periodo de gobierno iniciado en enero de 2000. Dinora no era –por su juventud y por el hecho de ser mujer- la figura más relevante, ni en el movimiento sindical ni en el Partido Socialdemócrata. Dinora inicia el trabajo con mujeres en Guatemala y las reflexiones de género, aspecto que marca una constante en la represión.
La pista que explica el asesinato de Dinora, el cual plantea interrogantes similares a la desaparición de Mayra, la ofrece un actor omnipresente en la política guatemalteca: la embajada de Estados Unidos. El reporte que se transcribe literalmente está fechado el 10 de mayo de 1991, y es desclasificado parcialmente diez años después. Este texto referido constituye un catálogo de respuestas a las preguntas más comunes que plantean diferentes hechos de violencia (quién, por qué). Alerta sobre la violencia selectiva que “paraliza”. Refiere que el perfil público relativamente modesto de la víctima genera dudas y dificulta la reacción social. Describe el encubrimiento posterior al crimen, donde juega un papel importante la conversión en común de un crimen de naturaleza política y la culpabilización de la víctima.
Visto a la inversa, el texto constituye también un “manual de actuación” para asesinos y ejecutores. El encabezado en mayúsculas es de los autores y pretende responder a las preguntas sobre la desaparición esbozadas arriba. Entrecomillado, el análisis efectuado por la Embajada de Estados Unidos ante el asesinato de Dinora.
OBJETIVO GENERAL DE UN HECHO DE VIOLENCIA, APARENTEMENTE AISLADO
“Asunto: violencia selectiva paraliza a la izquierda. Aunque el tema de la “violencia selectiva” ciertamente no es nuevo aquí, en semanas recientes hemos estado oyendo con insistencia cada vez mayor de parte de políticos, líderes de sindicatos, activistas de derechos humanos e incluso del Procurador de los Derechos Humanos, que existe una campaña creciente de violencia en marcha, operada ya sea por el gobierno de Guatemala o por elementos dentro del mismo. Este mensaje echa un vistazo general al tópico de la ”violencia selectiva” en Guatemala y examina en detalle el reciente asesinato de Dinora Pérez y su impacto en la minúscula izquierda legal en Guatemala. Aunque no hay prueba de quién la mató, parece ser la víctima estereotípica de la violencia selectiva en contra de la izquierda”.
LA ELECCIÓN DEL OBJETIVO: ¿POR QUÉ PERSONAS QUE NO TIENEN UN PERFIL POLÍTICO PUBLICO ELEVADO?
“En cada caso, la víctima no era particularmente conocida fuera de su círculo de colegas inmediatos. Las víctimas no eran personas consideradas generalmente importantes o influyentes en el pleno de la sociedad. Algunos, como González y Barrera, habían estado bastante activos políticamente en el pasado, pero ya no jugaban roles importantes. En ninguno de los casos listados arriba la víctima había recibido amenazas recientes, o sea, no hubo advertencia sobre la violencia inminente. El que las víctimas sean generalmente desconocidas en el pleno de la sociedad significa una reacción más apagada tanto localmente como en el extranjero. Aunque las víctimas no son figuras de amplio renombre, son bien conocidas dentro de los pequeños grupos que componen la izquierda. El totalmente inesperado ataque en contra de uno de sus miembros causa una oleada de terror”.
EL MODUS OPERANDI: ¿POR QUÉ ES TAN DIFÍCIL ENCONTRAR A LOS CULPABLES MATERIALES E INTELECTUALES?
“Los golpes más notorios en la ciudad, que requieren vigilancia bastante sofisticada, carros, motocicletas, radios y casas de seguridad, son probablemente decididos y organizados a un nivel más alto. Estos Escuadrones de la Muerte parecen estar compuestos por personal de seguridad, quienes a menudo no saben la razón del asesinato / secuestro que van a realizar o de quiénes exactamente provienen sus órdenes. El personal de los “Escuadrones de la muerte” frecuentemente puede no aparecer en las planillas oficiales de los servicios de seguridad y no marcan tarjeta en las instalaciones oficiales; esperan las órdenes en sus casas, usualmente por la vía telefónica o a veces les pasan a buscar sin previo aviso para desempeñar algún trabajo. Operan en células por lo que es difícil trazar el origen de las órdenes hacia arriba en la jerarquía”.
LA TEORÍA DEL CRIMEN COMUN Y LA CULPABILIZACIÓN DE LA VICTIMA
“Debido a que la persona no tiene un perfil público elevado, ello hace la pregunta ¿por qué? más difícil de responder, y muchas explicaciones no políticas, como por ejemplo el crimen común, pueden ser empleadas convincentemente para explicar la victimización de una persona relativamente anónima”.
Consecuencias de la desaparición de Mayra
La desaparición es una práctica abyecta y degradante, tal vez una de las más abyectas en la estructura de la violencia: sus consecuencias nefastas se prolongan durante largo tiempo, ante la imposibilidad de cerrar el capítulo de la desaparición y afectan enormemente a los familiares y amigos, quienes difícilmente pueden volver a reconstruir su vida con normalidad. “La desaparición forzada ha sido de los métodos selectivos bárbaros más usados por la inteligencia guatemalteca, y que se empleó de una manera masiva en algunos momentos del conflicto armado. La desaparición forzada crea una extrema incertidumbre sobre el paradero de las víctimas y su estado físico y psicológico, y un sufrimiento prolongado a los familiares. Después de los asesinatos (individuales o colectivos) las desapariciones forzadas fueron el hecho más frecuente, uno de cada cinco casos registrados (19.59%)” (Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado, 1998).
En un poema de su obra “Toque de queda. Poesía bajo el terror” la escritora luz Méndez de la Vega afirma: “Nos hemos quedado sin lugar para el sueño. Nos hemos quedado sin justificación para el canto o el poema”. Este poema, referido al periodo del conflicto armado interno, finalizado oficialmente en 1996, recobra vigencia en abril de 2000. Tras la desaparición de Mayra, la sociedad guatemalteca en general y sobre todo su círculo de trabajo y personal más cercano, es de nuevo confinada a un espacio de confusión y miedo, por varias razones:
· Porque se produce un reflujo de participación social: muchas personas, en las semanas y meses siguientes a la desaparición, vuelven a autocensurar sus comunicaciones telefónicas, como si en una dictadura viviesen todavía.
· La desaparición implica aviso y alerta a la sociedad, señalando límites claros para las expresiones organizativas y la oposición. “La desaparición también se utilizó con otros objetivos, como difundir el terror y paralizar el entorno social de la víctima. En la mayoría de las ocasiones en que estuvieron implicados los cuerpos de inteligencia se trató de ocultar cualquier prueba de los hechos para evitar posibles investigaciones y lograr la impunidad de sus autores” (Informe nunca más)
· Porque la desaparición no es convenientemente contestada por la sociedad, debido al círculo vicioso de la desorganización popular: la desaparición se produce en un contexto de debilidad (organizativa), falta de referentes (programáticos) y ambigüedad-indefinición (frente al gobierno del FRG) del movimiento social. Y la desaparición incrementa a su vez esa debilidad hasta casi anular la posibilidad de una respuesta.
· Porque la desaparición desnuda y pone al descubierto la precariedad de la paz y la institucionalidad democrática entre todos construida.
Este espacio de libertades y sueños ahora tan constreñido necesita con urgencia ser ensanchado a partir de la investigación de causas, hechos y responsables de este hecho incalificable. Y de la aparición con vida de Mayra, esa frágil esperanza con la que nos levantamos cada día.
Extracto del libro “Guatemala, derechos humanos en tiempos de paz” de Andrés Cabanas y Paula del Cid, publicado en 2002.