Presentación en Foro Análisis de coyuntura, con
énfasis en seguridad y justicia, organizado por Convergencia Ciudadana de
Mujeres.
Andrés Cabanas, 16 de mayo de 2016
Divido esta presentación en tres
apartados:
1.Caracterización
de este momento como una coyuntura de crisis prolongada, que continúa y se
profundiza después del terremoto institucional de 2015 y la
celebración de elecciones el 6 de septiembre.
2. Aproximación a escenarios cambiantes, en una situación de tensión politica.
3. Reflexión
sobre retos para movimientos sociales, en el
entendido de que el análisis de coyuntura o el análisis político de la realidad
(que vincula el momento con los cambios estructurales) es válido si nos motiva a confrontar nuestras ideas y prácticas. No analizamos para reafirmar
sino para transformar.
Crisis de régimen
En este apartado planteo que la crisis
política no se agotó en 2015 ni se contuvo con la renuncia de Otto Pérez Molina
y las elecciones de septiembre. Estamos en situación de (profunda)
crisis-inestabilidad-ilegitimidad, no de normalidad-estabilidad-triunfo y
prestigio de la nueva política (igual a Jimmy Morales).
Observamos, como síntoma de esta
crisis, que durante 2016 se están produciendo cambios institucionales bruscos,
igual o más relevantes que los que derivaron en la caída del gobierno de Pérez
Molina y la desaparición del partido Líder como opción de gobierno a fines del año pasado. Estos cambios van más allá de personas y dinámicas concretas, y
condicionan el ejercicio del poder político. Entre otros, menciono estos
hechos:
-Captura
de ex generales vinculados a delitos contra los deberes de humanidad durante
el conflicto armado, actualmente implicados en redes de corrupción e
inteligencia militar. Esta captura implica un golpe a uno de los soportes del
actual gobierno, la Asociación de Veteranos Militares de Guatemala, y a
estructuras de inteligencia y de acción política paralela vigentes.
-Intervención
de la empresa Aceros de Guatemala para obligar el pago de impuestos atrasados
por valor de 800 millones de quetzales. La intervención administrativa representa un aviso político hacia el empresariado evasor y un recordatorio de una de las
agendas pendientes de la transición: la reforma tributaria.
-Captura
de un empresario español por utilización de medios ilegales para la obtención
del contrato de la Terminal de Contenedores Quetzal, lo que revela prácticas de
colusión entre empresas transnacionales, operadores políticos y operadores de
justicia, constituyendo también un aviso para quienes favorecen estas
prácticas.
-Desarticulación
de estructuras criminales dedicadas a extorsión, en connivencia con actores
partidarios.
-Posible
encarcelamiento de tres miembros recién electos de la Corte suprema de justicia
(el 20% de la institución), que debe alertar a otros magistrados y jueces que
han favorecido negocios ilícitos e impunidad.
Observamos, además, grandes
movilizaciones sociales, como la Marcha por el Agua o las manifestaciones
por la refundación del Estado, promovidas por organizaciones de mujeres, sociales, campesinas e indígenas, que desmienten la hipótesis de la caída del descontento
tras la renuncia de Pérez Molina e implican rearticulaciones estratégicas de actores sociales.
Suceden en 2016, como sucedieron en
2015, hechos que no habíamos anticipado y que, de tanto que nos fueron negados,
empezábamos a no desear. Estos sucesos apuntan a la reconstrucción de la ética pública perdida y a la profundización de las movilizaciones de todo tipo.
Esta crisis en proceso tiene
condicionantes, actores y espacios de disputa:
1.El
papel activo y/o injerencista de Estados Unidos, en el marco de la seguridad
hemisférica y la consideración de Guatemala (la Guatemala de la corrupción, la
trata de personas, el narcotráfico y el Estado ilegítimo) como amenaza a su
seguridad nacional.
2. La recomposición del pacto de elites, tras el quiebre del pacto operado por el Partido Patriota desde el ejecutivo y el pacto de impunidad durante el juicio por genocidio.
3. Las disputas entre actores de poder: Ejército, Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras, Cacif, embajada de Estados Unidos, transnacionales, economía criminal/emergente/oligarquia.
4. La aparición de nuevos actores y demandas (urbanas, estudiantes, clases medias), que conlleva la recuperación y legitimación de la participación política y la búsqueda de una nueva cultura política.
5. La continuación de las luchas en defensa del territorio, los bienes naturales y la vida, por parte de organizaciones y sujetos históricos, fundamentalmente territoriales.
2. La recomposición del pacto de elites, tras el quiebre del pacto operado por el Partido Patriota desde el ejecutivo y el pacto de impunidad durante el juicio por genocidio.
3. Las disputas entre actores de poder: Ejército, Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras, Cacif, embajada de Estados Unidos, transnacionales, economía criminal/emergente/oligarquia.
4. La aparición de nuevos actores y demandas (urbanas, estudiantes, clases medias), que conlleva la recuperación y legitimación de la participación política y la búsqueda de una nueva cultura política.
5. La continuación de las luchas en defensa del territorio, los bienes naturales y la vida, por parte de organizaciones y sujetos históricos, fundamentalmente territoriales.
La multicausalidad de los conflictos, los actores en
tensión, la deslegitimación del Estado, definen la crisis del régimen
constituido a partir de la Constitución de 1985. Este régimen, pactado por las
élites con concesiones mínimas al campo popular, no da más de sí: es
cuestionado desde los márgenes por los sectores sociales, y ni siquiera
garantiza la gobernabilidad desde el punto de vista de las elites (por ello el
inicio oficial del proceso de reformas constitucionales).
Escenarios
No existe en el futuro inmediato una salida única para esta crisis, ni una hoja de ruta diseñada y
ejecutada desde un solo actor: el reacomodo o los intentos de reacomodo y
reconfiguración desde el poder no son lineales ni controlados, así como tampoco lo son las posibilidades de transformación desde los sectores populares.
Un escenario pasa por la reconfiguración autoritaria o neoconservadora, hacia un régimen
legal y constitucional de mayor reducción de derechos y del Estado. En este
escenario, con dinámicas de control militar, ubicamos la figura del Presidente, el partido gobernante, sus asesores militares, tanques de
pensamiento ultraliberales (Universidad Francisco Marroquín), empresarios tradicionales como la familia Gutiérrez y
el sector aglutinado en la Fundación para el Desarrollo (FUNDESA), según el análisis exhaustivo realizado por El Observador.
En un segundo escenario se abordan
reformas políticas controladas, que tienen el objetivo de recuperar legitimidad del Estado y por tanto control territorial y poblacional. Las reformas mínimas son operadas por la Comisión
Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), Ministerio Público
(MP), Ministerio de Gobernación y Superintendencia de Administración Tributaria, y afectan a aduanas, administración tributaria,
seguridad y justicia. En este escenario ubicamos actores del ejecutivo con un
margen de autonomía respecto al Presidente y a su partido, generando una
especie de gestión gubernamental paralela. Las reformas legales y
constitucionales en seguridad y justicia se inscriben en este escenario de
reformas controladas.
Un tercer escenario (con posibilidades
de acuerdos coyunturales y diálogo con el anterior) considera la adopción de
medidas estructurales y cambios de raíz, en el entendido que la crisis no es
coyuntural y la Constitución de 1985 no debe ser sustituida por un nuevo pacto
de elites. Se debate sobre
el modelo extractivo y la plurinacionalidad, es decir, la necesidad de una
organización estatal y social que responde a la existencia de pueblos con
identidad y formas organizativas propias (autonomía). Este escenario es promovido por
organizaciones y luchas históricas, y por sectores urbanos que propugnan una
radicalización de la ciudadanía y la democracia.
Retos y rutas de acción
¿Cuáles son nuestros retos en este contexto de
cambios, donde todo se mueve pero en ocasiones parece que no cambia nada? En primer lugar, debemos ubicarnos en una situación de ruptura, entendiendo ésta como proceso
plural, que se da en múltiples ámbitos: ruptura con la linealidad en el ejercicio del
poder impune, ruptura con la mediocridad, ruptura con la apatía y el
conformismo, ruptura con la desesperanza. Esta ruptura no niega, sino que entra en tensión, con las continuidades estructurales y los riesgos de reconfiguración del esquema tradicional de poder.
Un segundo reto es asumir con
humildad que no tenemos todas las respuestas: mucho menos, cuando nos
obstinamos en recurrir a marcos de interpretación tradicionales, excesivamente
lineales, construidos para realidades estáticas, sobre variables fijas,
inhábiles para esta coyuntura desbordante que contradice supuestos, invalida
hipótesis y destruye categorías de análisis. La consciencia de nuestros límites es una
característica positiva, opuesta a la arrogancia del que todo sabe y así actúa.
El tercer reto es no permanecer
indiferentes, a la expectativa, atrapados en el pesimismo o fatalismo, ese pragmatismo
resignado (Andrés Pérez Baltodano) que parece indicarnos que nada va a
cambiar y que la agenda de los poderosos se impone siempre.
El siguiente reto implica reflexionar,
retroalimentar, debatir, revisar nuestras concepciones y prácticas. Entre
otros, sobre algunos tópicos que se han revelado como tensiones o nudos para
las movilizaciones sociales durante esta coyuntura: cómo
articulamos lucha institucional y lucha social, partidos y movimientos; cuáles
son los límites de la política estadocéntrica, aquella que pone el Estado como
centro, que es instrumento y fin; cómo
entendemos el poder: momento inaugural o construcción permanente.
Quinto reto, integral y abarcador: la articulación, que no pretende pegar o amontonar siglas de organizaciones,
sino:
articular
lo inmediato con lo estratégico,
articular
visiones del mundo, sus sujetos y actores,
complementar
identidades, culturas políticas, espacios de lucha,
fortalecer
las diversidades
vincular
luchas urbanas y rurales.
El esfuerzo (vocación y apuesta
estratégica, según Isabel Rauber) de la articulación implica construir
caminos de diálogo y capacidad de escucha, priorizando consensos sobre
imposiciones (aunque sean de mayorías representativas).
Por fin, el último reto es, siguiendo a Edgar
Morin, la construcción de estrategias para moverse en la incertidumbre,
fortaleciendo el pensamiento complejo, huyendo de las consignas, las recetas,
las fórmulas hechas, los finales felices o cualquier final. Supone adoptar la pedagogía
de la pregunta (José de Souza Silva) frente a la pedagogía de la
respuesta: crítica y autocrítica permanente, fomento de la curiosidad y la creatividad política.
Nuestro empeño no transita, dice
Zibechi, con paso seguro, en sendas despejadas y, de ser posible,
rectas, lineales, acumulativas. Por el contrario, el horizonte y el futuro
(también el hoy) es otro: hurgar en las miles de brechas y grietas
abiertas por la resistencia al capitalismo, re-conocer las menores briznas de
rebeldía, sentir, vivir las fisuras existentes en la cotidianeidad de la
dominación para, partiendo de ellas, intensificarlas, expandirlas,
multiplicarlas, sin dirigirlas ni fijarles metas desde afuera.
No es sencillo, pero es posible si lo
hacemos juntxs.