Queremos tanto a Mayra

Andrés Cabanas y Paula Irene del Cid Vargas
Quince años después de la desaparición forzada de Mayra Gutiérrez (7 de abril de 2000-7 de abril de 2015) la investigación sobre su paradero no ha avanzado. Por el contrario, la borrosa pesquisa desarrollada por el Ministerio Público, plagada de inconsistencia y misoginia (revictimización de Mayra y teoría del crimen pasional);  la ambigüedad cuando no hostilidad de la Procuraduría de Derechos Humanos de la época hacia amigos, familia y la propia Mayra (de nuevo con comportamientos misóginos); y la beligerancia de actores de poder para negar responsabilidad estatal en la desaparición, confirman una estrategia de ocultamiento de la verdad, por cierto repetida en otros casos durante los siguientes años.

2015, año del décimo quinto aniversario de la desaparición-ausencia de Mayra, coincide con el intento de retorno al gobierno y el ejercicio del poder político de actores responsables de su desaparición, entre ellos el expresidente Alfonso Portillo, incapaz de orientar –desde el Estado- una investigación objetiva y eficaz.

El contexto hoy es asombrosamente parecido al del momento de la desaparición: llegan al gobierno militares de extrema derecha y mentalidad contrainsurgente, construidos en la lógica del enemigo interno; predominan gobernantes y políticos cargados de promesas pero carentes de agenda social y visión colectiva; se escuchan discursos altisonantes pero vacíos; gobiernan la corrupción y la falta de valores.

Es curioso: Alfonso Portillo evoca para algunos la nostalgia y el recuerdo de un Presidente que subió salarios mínimos y enfrentó a la oligarquía. Para nosotros, implicó la institucionalización de grupos criminales en la conducción del estado (que predomina hoy), el gobierno de facto de Ríos Montt, la legitimación de la corrupción (este roba pero al menos hace cosas), la disputa interminable entre economía criminal, emergente y tradicional... El gobierno de Portillo abandonó sin rubor el pacto social de mínimos concretado en los acuerdos de paz, de diciembre de 1996. En este sentido, la violencia contra Mayra (considerada la primera desaparición política después de la firma de la paz) implicó un parteaguas: el antes y el después de algunas esperanzas y unos pocos sueños.  

Estos sueños están pendientes. Desaparecieron a Mayra por su vida de ilusión, coherencias y anticipos: impulsó el movimiento de mujeres y feminista; fortaleció el área de investigación y promovió (atacando poderes establecidos) la profesionalización de la docencia en la Universidad San Carlos; apoyó la cultura. La muerte la sorprendió en, al menos, dos actividades pioneras: investigación sobre adopciones ilegales y trata de personas (epicentro de acumulación de poderes criminales);  tareas de docencia en la Universidad Rafael Landívar de Huehuetenango, ahora territorio en disputa y vertebración de resistencias y alternativas.

Se llevaron a Mayra por sus militancias cruzadas y articuladoras, su alegre y desenfadada vitalidad, su unión profunda entre el pensar y el sentir, su convicción de que ninguna transformación es posible sin la plenitud del disfrute, la alegría y el amor. La desaparecieron por su curiosidad y cuestionamiento críticos.

No solamente la guerra y el genocidio se llevaron a líderes y dirigentes visionarios, estratégicos, articuladores. También la paz del 2000 y la de ahora, con su sistemático acoso a la disidencia y las resistencias. 

Mayra: nos hace falta tu mirada en esta época de simplificaciones y superficialidad, de desuniones, de relativismos éticos (el fin justifica los medios). 

Por eso te desaparecieron y por eso te sentimos viva.

Por eso te queremos tanto.


Mayra, familiares y amigos

Mayra y su hija María del Carmen, en Atitlán



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