Avances y
retrocesos, viejos actores y nuevas construcciones políticas, sueños y
desencantos, continuidades, fisuras y rupturas. Un año después del paro
nacional de agosto 2015 y de la renuncia-debacle de Otto Pérez Molina y el proyecto patriota (neoliberalismo
militarizado contrainsurgente)[1] el país continúa refractario a análisis y proyecciones: difícilmente clasificable,
aparentemente desnortado y sin rumbo.
Los referentes
políticos tradicionales (actores, proyectos, modos de actuar) están profundamente
cuestionados y parcialmente agotados. La crisis continúa en ascenso: no se
resuelve con la salida de Pérez Molina, las elecciones, los procesos judiciales
que depuran a la clase política, las reformas parciales en el actuar del Estado
(sobre todo en las áreas de seguridad, salud y tributaria). Es una crisis de
larga data, profunda, multidimensional y multicausal. Integra al menos estos
factores:
disputa
intraelitaria del
poder político y económico (oligarquía, economía emergente y criminal,
transnacionales, ejército),
pérdida
de legitimidad del Estado
(incremento de la pobreza y la vulnerabilidad, corrupción) especialmente entre
clases medias urbanas, soporte conservador del sistema actual,
reposicionamiento
de Estados Unidos en
Guatemala y el continente, en oposición a intereses empresariales locales
(incluida la economía criminal y el narcotráfico) y transnacionales. Estados
Unidos integra su agenda e intereses en las disputas generales,
resistencias
sociales y comunitarias,
que proponen un nuevo modelo de organización y convivencia. La oposición social
en comunidades y pueblos al proyecto neoliberal militar debilita el actual
modelo de Estado.
Es crisis de legitimidad (falta
de consensos) y una crisis del régimen[2]
construido a partir de 1986 tras el fin de los gobiernos militares.
Buques insignia de este régimen (cámaras
empresariales, sistema de justicia pro empresarial, ejército operando bajo la
doctrina de la seguridad nacional, primacía del derecho de las empresas sobre
los derechos individuales y colectivos, estado debilitado, partidos políticos
concebidos como cauce para la recomposición del pacto de elites, no como
intermediación social) continúan desplazándose pesadamente, aunque en las
fronteras del caos: afirma el analista Edgar Gutiérrez que bailan en la
cubierta mientras el Titanic se hunde. Por ello es que casi todos los
escenarios de salida de la crisis (autoritario, reformas controladas,
refundación del Estado) contemplan el cambio constitucional, símbolo de un
cambio de régimen. La pregunta sin respuesta es a dónde nos conduce este
cambio.
Un paso atrás: deja vu o la transformación imposible
Por momentos, la cultura política
retrocede décadas: por ejemplo, con el enésimo debate (o su ausencia) sobre la
reforma tributaria y fiscal. Aquí, las razones en contra se repiten como
letanía y el diálogo se anula a sí mismo, al obviar temas medulares como el
principio de progresividad (que paguen más quienes más tienen) o el debate
sobre qué modelo de Estado o de organización garantiza el ejercicio de
derechos.
La continuidad de instituciones y
prácticas autoritarias y excluyentes, la lenidad en el impuso de
reformas políticas (electoral, tributaria, desarrollo integral, medios de
comunicación comunitaria, y otras), la presión sobre el sistema de justicia para
anular casos de corrupción, la continuación de la persecución a opositores, la
fortaleza de grupos militares y paramilitares que pelean el control del
ejecutivo, el incremento de la pobreza, refuerzan algunos de nuestros temores más
consolidados, impresos en nuestra conciencia colectiva:
La conciencia colectiva del fatalismo:
a pesar de lo que hacemos, todo sigue y
seguirá igual.
La conciencia colectiva de la
impunidad: a pesar de nuestros esfuerzos, los poderes históricos mantienen sus privilegios.
La conciencia colectiva de la sujeción:
a pesar de lo que luchamos, el poder oligárquico, homogéneo, sin fisuras y
direccionado, impondrá su agenda,
cambiará para que nada cambie y continuará dominando.
El pragmatismo
resignado (Andrés Pérez Baltodano)[3]
que conforma una identidad y un modo de actuar (o de inacción), se actualiza y
convierte en una invitación a dejar de luchar.
Un paso adelante: la elipsis (imperfecta) de la historia
Pero la historia,
más que con continuidades absolutas y lineales, está construida a partir de interrupciones.
La elipsis perfecta de la historia (aquella diseñada con regresos recurrentes
al punto de partida) se quiebra cuando los argumentos transmitidos desde los
poderes dominantes (Estado, clase empresarial, medios de comunicación
corporativos) son contestados por personas y organizaciones con sentido crítico
y otra visión de la sociedad. La impunidad se debilita o resiente, aunque no modifique (todavía) el modelo
de Estado y de sociedad, así como el ejercicio de poder conocido como la vieja política.
La apertura del debate y la acción
colectiva hacia temas hasta ahora tabú (más allá de la corrupción) oxigena y
amplía el ejercicio democrático. Aunque de
forma dispersa, se debate sobre genocidio, violencia militar, memoria
histórica, transformación del Estado y el sistema. Se actúa, cada vez con mayor
amplitud, a partir de un nuevo ideal de sociedad y convivencia. La necesidad de
nuevas formas de organización se coloca en el centro de la política, una vez
que la racionalidad dominante toca fondo.
Guatemala puede analizarse hoy a partir
de las limitaciones de las acciones judiciales, la omnipresencia de la agenda e
intereses de Estados Unidos o las reformas controladas que no tocan las bases del modelo. Y puede pensarse también en
función de las múltiples acciones cuestionadoras de un Estado y un modelo de
convivencia construidos sobre la impunidad, los silencios y los pactos de
elites.
Podemos pensar Guatemala en términos de
“mecanismos de repetición y
acontecimientos de ruptura”, tal y como nos propone el filósofo francés
Alan Badiou, estudioso de los nuevos procesos de movilización social. Este
esfuerzo implica, para este autor, ver los elementos de continuidad y los “fenómenos de creación y novedad”[4]. Las preguntas sobre la realidad deben entonces enfatizar los escenarios que se abren y cómo se reconfiguran actores y prácticas políticas en ellos.
Actualidad:
líneas de disputa
|
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Modelo extractivista, desarrollado sin
consentimiento comunitario y bajo la lógica de maximización del beneficio
empresarial, a cualquier costo (uso de la violencia).
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Resistencia social y comunitaria. Apuesta por un
modelo económico, social y político de colaboración entre personas y respeto
a los derechos de la naturaleza.
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Vieja cultura política: clientelar, inmediatista,
carente de valores, delegativa y no participativa.
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Subjetividades políticas transformadoras: ciudadanía activa (estudiantes, jóvenes, profesionales urbanos) y movimientos
sociales históricos en procesos de construcción de autonomías (territoriales,
simbólicas, económicas, afectivas…).
|
Disputas internas: fin del pacto de elites de
1985, que todavía no ha sido sustituido por un nuevo pacto. Tensiones
oligarquía, economía emergente y criminal, Estados Unidos, transnacionales y
gobiernos europeos.
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Propuesta de un nuevo pacto político, construido
desde los pueblos.
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Reducción de derechos básicos como expresión,
movilización y participación.
Reducción de la democracia al ejercicio del voto.
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Luchas por el estado constitucional garantista
(partiendo de la Constitución de 1985 y/o un nuevo estado o forma de
organización social.
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Proyección:
reformas/transformación del Estado (fortaleciéndolo vía garantía de derechos
o debilitándolo vía constitucionalismo autoritario)[3]
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Rupturas/novedades
|
Continuidades/repeticiones
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Se
quiebran líneas de impunidad: política y económica.
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Reconfiguración
del modelo de dominación y el aparato estatal, construidos para el dominio de
lo privado y la obtención de beneficio a cualquier costo.
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Nuevos
espacios para la acción colectiva y nuevos sujetos en construcción.
Cambios
hacia una nueva cultura política.
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No hay cambios en el modelo económico
ni en la institucionalidad estatal.
Actores tradicionales controlan los
espacios principales de poder.
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Reconstrucción
lenta de la ética y lo público-político.
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El
acontecimiento es la apertura de múltiples espacios de acción: un campo abierto de posibilidades
(Badiou).
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La
apatía, la desesperanza y el fatalismo se conforman como cultura hegemónica.
|
Fuente:
elaboración propia
El despertar de la indignación (luchas
que abren “nuevas posibilidades de
radicalizar o “democratizar” la democracia”, afirma Boaventura de Sousa
Santos)[5];
la mayoría de edad política (ejercicio
activo de ciudadanía) de juventudes, estudiantes, clases medias; la relegitimación
en este nuevo contexto de las luchas por la transformación estructural
protagonizadas por comunidades, pueblos, movimientos de mujeres e indígenas; la
necesaria y todavía frágil articulación de todos los procesos anteriores, son
aspectos novedosos en la coyuntura abierta en abril de 2015, que se prolonga un
año después.
¿Dónde estábamos vós y yo hace un año?
En la indignación, la sorpresa, la incertidumbre, las dudas, los enfados. En la
reflexión, la construcción de propuestas, la alegría, el redescubrimiento
colectivo y la esperanza de un país mejor. Un año después seguimos en lo mismo.
Y esto apenas empieza…
[1]
A este respecto, ver el análisis realizado al inicio de la administración
patriota: El proyecto patriota,
neoliberalismo militarista, https://memorialguatemala.blogspot.com/p/neoliberalismo-militarista.html
[2]
Crisis de régimen, retomando los análisis de Carlos Taibo sobre el movimiento
15-M en España: “A la categoría del régimen corresponden, para
entendernos, el bipartidismo, la corrupción o, incluso, la disputa sobre la
república y la monarquía. Lo del sistema remite, en cambio, a todas esas
materias de las que no es de buen tono hablar en las tertulias al uso, sea cual
sea el pelaje ideológico de las personas (?) intervinientes: el capitalismo, el
trabajo asalariado, la mercancía, la alienación, la sociedad patriarcal, las
guerras imperiales, la crisis ecológica”.
Carlos Taibo en Muchas primaveras para el 15-M. http://www.carlostaibo.com/articulos/texto/index.php?id=515.
[3]
“El pragmatismo-resignado constituye una forma de
pensar la realidad que empuja a los miembros de una comunidad a asumir que lo
políticamente deseable debe subordinarse siempre a lo circunstancialmente
posible". Andrés Pérez
Baltodano. En Del Estado Conquistador al
Estado Nación: de la resignación a la
ciudadanía. Revista Envío, Nicaragua, mayo 2004. http://www.envio.org.ni/articulo/2141.
[4]
Citado en 15M. Hace cinco años empezó el
futuro. Globaldebout. Artículo de Josep María Antentas
publicado en www.vientosur.info/spip.php/article11295.
15 de mayo de 2016.
[5]Boaventura
de Sousa Santos (2013). Revueltas de
indignación y otras conversas. Bolivia: Proyecto Alice.
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