Estudiantes ensayan votación popular en Santa María Cahabón |
Andrés
Cabanas, 9 de septiembre de 2017
Una
paradoja de este momento de crisis es que los responsables del derrumbe ético,
económico, social e institucional de esta hipótesis de colectividad conocida
como Guatemala, son los mismos que proponen o están operando un nuevo pacto intraelitario.
La
propuesta del director de la Unidad de Gestión Pública del Comité Coordinador
de Asociaciones Agrícolas, Comerciales y Financieras, CACIF, es significativa
en este sentido: tan detallada
como limitada, tan alejada de las demandas y visiones de amplios
sectores sociales. En sucesivos artículos de opinión, este representante
empresarial fija el marco del nuevo pacto: reforma a la ley electoral y de
partidos políticos, que no retoma las principales propuestas de organizaciones sociales
en la crisis de 2015; reforma “total” al sistema de justicia, que excluye la
propuesta de pluralismo jurídico debatida durante 2016 y 2017; reforma
del servicio civil.
La
agenda de mínimos máximos no
aborda la problemática de la tierra, la conflictividad generada por las mineras
e hidroeléctricas, el desvío de ríos para monocultivo, la represión, el racismo
estructural y por tanto cotidiano, la violencia contra las mujeres en todos los
ámbitos y espacios. Por no abordar, ni siquiera menciona un imprescindible
pacto fiscal, punto de inicio (aplazado desde 1996) para reconstruir una
sociedad golpeada por la lógica económica de enriquecimiento cien.
En
el mismo sentido pueden analizarse las declaraciones de Juan Luis Bosch,
Presidente de la Fundación para el Desarrollo de Guatemala (FUNDESA, centro de
pensamiento del empresariado). En entrevista concedida al medio Plaza Pública,
Bosch excluye del pacto a sectores sociales (a los que denomina radicales) y
temáticas medulares, como la incorporación del pluralismo jurídico en las reformas al sector
justicia.
Diálogo
nacional, pacto de unidad, pacto de nación, pacto de élites (como así se están
denominando) son, tal y como se proponen, un ejercicio de desmemoria, una
reiteración y déjà vu
de la historia. Al tiempo, una construcción en el vacío, porque niegan otros
sujetos, propuestas y formas de concebir Guatemala, más allá de la Patria Finca y sus escasos
símbolos identificadores (himno, bandera, el hecho de ser el país más bonito
del mundo).
#InfraestructurayViolencia
La
anulación del derecho de consulta y la subordinación de las comunidades a un
modelo de desarrollo impuesto, es la otra cara de la moneda del pacto que
proponen las elites dominantes: es la realpolitik
guatemalteca, que se construye bajo el objetivo del negocio, el instrumento del
despojo, la generalización de la violencia y la decisión de unos pocos.
Lo
saben las 195 comunidades de Santa María Cahabón, donde dos proyectos
hidroeléctricos continúan operando a pesar de haber violado el derecho de consulta de la
población. Cuando la comunidad, a partir de sus procedimientos y formas,
organiza su consulta y define el No a la continuación de la empresa, el Estado
considera paralelo e ilegal
este proceso. En idéntico sentido se plantea la resolución de la Corte Suprema
de Justicia (todavía no comunicada oficialmente) sobre Minera San Rafael.
En
otro aspecto, el CACIF, al tiempo que llama al diálogo, promueve la
modificación del marco legal y del modelo de inversión en carreteras, a partir
de una ley de infraestructura y la readecuación del esquema de alianzas
público-privadas. El nuevo
modelo implica socialización de pérdidas y privatización de
ganancias (inversión para carreteras con peaje), con el referente privatizador
de la Ley General de Electricidad de 1996.
Esta
propuesta se inscribe en una más general, #InfraestructuraEsDesarrollo,
#VamosALaObra, que no tiene en cuenta inversión social (educación, salud,
cultura, recreación…) al tiempo que implica una clamorosa dejación de la responsabilidad empresarial
en el colapso de este sistema. Como primer avance hacia esta propuesta, el
proyecto de Presupuesto de la Nación para 2018 incrementa los fondos para la
cartera de Comunicaciones, de Q4.1 a Q7.8 millardos.
En
este marco, los empresarios proponen pacto
para seguir ganando, a costa de las necesidades colectivas, con las
mismas reglas de siempre y los mismos ideales o señuelos, tan abstractos como
falsos: progreso, desarrollo, unidad y no polarización, pasar página y mirar
hacia adelante.
Movilizaciones sociales: cambios inmediatos y estructurales
Sobre
pactos de elites sucesivos, sobre esta ficción, se ha edificado el Estado de
Guatemala, y se ha reformulado sucesivamente. Trabajar hoy sobre el mismo
supuesto agudiza la crisis, la política inmediata, y la crisis estructural.
“Quienes aún creen que la clase dominante está dispuesta a ceder privilegios y
redireccionar el destino de este país hacia otro horizonte, no han aprendido
absolutamente nada de la historia” afirma Simona Yagenova.
No
se aprende de la historia larga ni del ciclo político reciente, donde la clase
dominante es incapaz de asumir que el modelo de Estado y el modelo de sociedad
que construyeron y defienden (excluyente, para beneficio de unos pocos) fracasó
y está en cuestionamiento
por cada vez más amplios sectores: jóvenes, estudiantes, sectores urbanos
demócratas, pueblos indígenas, movimiento de mujeres y feminista, artistas,
actores de la diversidad sexual, sindicatos de clase.
A
modo de ejemplo, en esta gráfica presento datos de la participación en la
Consulta Comunitaria sobre Oxec, de 27 de agosto de 2017, en comparación con
datos de votos obtenidos por el partido gobernante en las elecciones
presidenciales, datos de la elección de diputados distritales, y votos
obtenidos por el Alcalde actual. Todos ellos, con relación al padrón electoral
de 2015. Los datos nunca son absolutos, son aproximaciones e instrumentos
para interpretar y actuar en la realidad. Pero las conclusiones son
reveladoras, en términos de la amplia
participación y el rechazo
explícito al orden empresarial (desarrollo) y al orden político
(instituciones y formas de decisión) prevaleciente: 195 comunidades, a pesar de
la represión, las campañas de miedo y la presión ejercida por empresarios, a
pesar de que el Ministerio de Energía y Minas decretó ilegal y paralela la
consulta, se movilizaron para expresar su opinión y decisión.
Las
movilizaciones sociales (históricas y nuevas a partir del ciclo político
abierto en 2015, que incorpora actorías, visiones y formas organizativas), rebasan en conjunto este
gobierno y este sistema construido sobre la corrupción, la imposición, la
violencia y el bien particular.
No
obstante, no todas las movilizaciones son antisistema ni tienen idénticas
motivaciones, por lo que es imprescindible el encuentro o la articulación de
esta rica diversidad.
En mi opinión, esta articulación no debe hacerse sobre un programa de mínimos,
reducido a la problemática coyuntural, sino a partir del diálogo y la búsqueda
de un común denominador que enfrente problemas estructurales, al tiempo que
incida en la situación inmediata (crisis y reformas del actual Ejecutivo,
depuración del Congreso, reformas en el ámbito político). De lo contrario, se
corre el riesgo de abrir un proceso movilizador que se cierre en falso con la
refuncionalización de este modelo.
La profundización y construcción de
poderes territoriales, que promueven las formas comunitarias de
organización al margen de lo conocido (Estado, partidos), y multiplican las
luchas por la identidad, contra el capitalismo, el racismo y el patriarcado,
por la soberanía alimentaria, por la lengua y la cultura, por los diseños y tejidos,
por la autonomía y la autodeterminación, debe ser esfuerzo sostenido y
permanente, más allá de cualquier momento de lucha.
Así,
propuestas, discursos, sujetos y movilizaciones específicas deben vincularse,
sin jerarquías ni priorizaciones. Los tiempos políticos inmediatos, de las
reformas y las medidas de corto plazo, se complementan con los tiempos políticos de la ruptura y la
transformación.
Enfrentar la crisis sistémica
Un
pacto o diálogo sin la conducción de sectores sociales y populares, con puntos
de debate limitados, es un pacto equívoco y condenado al fracaso: pérdida de
tiempo para nosotros, porque no resuelve las “crisis políticas recurrentes,
vinculadas a la crisis sistémica e histórica” (Simona Yagenova); para ellos,
ganancia de tiempo, mientras las elites en disputa y golpeadas por algunas de
las manifestaciones de la crisis, recomponen fuerzas o vuelven a pactar entre
sí. Retroceder, no cambiar, o cambiar para que nada cambie, así nos quieren
dibujar el país: parche
sobre parche.
Ante
esto, otro Estado, otro sistema, otra forma de relacionarnos, convivir y
organizarnos, es imprescindible. Democracia comunitaria y de los pueblos,
derecho a decidir sin restricciones, porque este remedo de democracia y de pacto social,
construido sobre la corrupción, la criminalidad, la violencia y la minorización
de las mayorías, no funcionó.
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