Andrés Cabanas, 5 de noviembre de 2018
Marchas forzadamente voluntarias, desarraigos que
generan apegos nuevos. Sorprendentes estas caravanas que surgen del hambre y
-más allá del nivel de consciencia y la intencionalidad- revientan fronteras y
categorías políticas.
El empobrecimiento extremo -no los análisis y
propuestas académicas y organizativas- redefine la geopolítica: corresponde
ahora intentar interpretar sus nuevos límites.
Miles avanzan hacia la frontera de Estados Unidos:
según organismos de acompañamiento a migrantes en México, suman cuatro
caravanas y diez mil personas, veinte días después de iniciada la primera marcha.
Un número similar de militares y guardias nacionales y fronterizos los esperan
al otro lado de la línea dibujada por los humanos. Después de muchos años, la frontera sur USA está
donde le corresponde geográficamente estar, y no dónde la situó la dependencia
política de los gobiernos-alguacil centroamericanos: al sur de México, entre
Honduras y Guatemala.
Individualidades que caminan juntas sin hacer aún
colectividad (Ismael Moreno); nuevos sujetos transnacionales con derechos (Juan
Hernández Zubizarreta); desplazados forzados o migrantes; éxodo desesperado y/o
caravana con sentido político; renuncia a luchar en su propia tierra;
manipulados por la izquierda y por Donald Trump. Interrogantes para construir
respuestas, por descabelladas que parezcan.
En todo caso, contra esta multitud indescifrada se
construye en esta época la seguridad hemisférica, no contra la amenaza
soviética-china-roja-cubana-comunista-guerrillera. Contra ellos: miles de
deslocalizados y ciudadanos puramente nominales, que están fuera de los
circuitos limitados del desarrollo, el emprendedurismo, el sálvate a ti mismo,
la ciudadanía liberal, la democracia electoral representativa, y recuperan a
paso lento o a trote sudoroso el territorio, la identidad y los derechos. Para
ellas y ellos, para nosotras y nosotros.
Las esperanzas son aún difusas, el costo es el
abandono de lo propio. Pero ¿y qué si esto acaba pronto y regresan sin alcanzar
sus objetivos? ¿Y qué si este es el paisaje normal -no normalizado- en los
tiempos que ya se vinieron?
Fascismos neoliberales promueven odio y cierran
fronteras y derechos. Personas, miles de personas que salen de todas partes,
abren caminos, inciertos, riesgosos, confusos, nuevos, dignos. Se mueven. Están
en el corazón y la boca de todas y todos.
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