El miedo es una reacción natural en estos tiempos de incertidumbre. Pero convertir ese temor en
estigmatización y rechazo a lxs otrxs nos empequeñece. A este paso, la epidemia
de la insolidaridad y el individualismo puede extenderse más que el coronavirus.
Vivimos momentos de equilibrios
imposibles-complejos. En nombre de la seguridad y el cuidado tratamos a los
deportados de Estados Unidos cual apestados, como si no fuera tragedia suficiente
el tener que emigrar y el verse obligados a regresar con las manos vacías. En
colonias urbanas y comunidades rurales, también en nombre de la salud, se aísla
más allá de lo necesario a personas en cuarentena y a familias que han
estado en contacto con otras personas que han estado en contacto con personas
enfermas. La negación de venta de alimentos y enseres a habitantes de casas
cercanas a personas contagiadas en Patzún o el despido (denunciado en redes
sociales) de patzuneros de sus puestos de trabajo, nos advierten de los peligros de la exclusión creciente.
El lenguaje dominante nos
perjudica. Usar palabras como infectados y contagiados no promueve solidaridad
y empatía con las personas que ya contrajeron la enfermedad. Términos como
distancia social (en vez de utilizar por ejemplo distancia física o distancia
de seguridad) refuerzan sentidos de alejamiento, en vez de promover actitudes
de respaldo y apoyo.
El riesgo es entrar en una
espiral de seguridad-autoprotección-rechazo: yo me protejo, yo resuelvo mi
alimentación y los pagos de mis servicios básicos, yo te aíslo, te discrimino,
te estigmatizo, te excluyo. Las razones individuales nos vulneran y acaban dejando solas y solos. ¿Qué haremos cuando ya no podamos quedar fuera del mapa de reproducción de la enfermedad, cuando nosotros mismos seamos infectados?
No es sencillo convivir entre
miedos e individualidades. Pero es un aprendizaje: colectivizar los miedos, asumir
que no hay enfermos (sí, pero exclusivamente en sentido clínico) sino hermanas
y hermanos, sobrevivientes por ahora, algún día sujetas y sujetos.
Las soluciones a esto que
tenemos encima (un virus, o digámosle el síntoma de nuestro fracaso como
humanidad, la consecuencia de nuestro abuso y violencia contra los sistemas
naturales) son colectivas o no son:
- organizarnos para controlar de forma comunitaria la propagación de la enfermedad,
- garantizar también desde la organización comunitaria la sobrevivencia de quienes no pueden quedarse en casa porque necesitan trabajar para comer,
- apoyar, aunque sean necesarias restricciones de salud, a quienes se han enfermado o están en riesgo de hacerlo.
Esto es más sencillo en
áreas rurales y territorios indígenas, porque su forma de vida es la autoorganización para resolución de problemas, al margen de un
Estado que no existió ni existe, más que en su versión
autoritaria-represiva-propagadora de terror.
"A lo largo de la historia de los Pueblos Indígenas hemos tenido que enfrentar invasión, grandes epidemias, despojo de las mejores tierras, guerra y otras calamidades. Ante todas estas dificultades nuestras comunidades lograron sobrevivir y resistir gracias a su forma de organización, producción y conocimientos ancestrales en el uso de plantas medicinales. Ante los retos de esta nueva calamidad, las comunidades indígenas debemos estar bien organizadas y preparadas para resistir la pandemia. Fortalezcamos nuestra organización comunitaria y retomemos la sabiduría de nuestras abuelas y abuelos. Dejemos de depender de los productos industriales y recuperemos la autosuficiencia alimentaria. Pongamos en práctica de forma responsable las medidas sanitarias que nos indique el personal de salud para prevenir y proteger la vida de las comunidades", afirma un comunicado de las Comunidades Indígenas de Los Copones, Ixcán.
En lo inmediato, es fundamental la unidad para lograr que las instituciones del Estado y el gobierno utilicen el Presupuesto de la Nación para realizar test, proveer mascarillas, garantizar insumos médicos y recursos humanos, así como medidas de compensación social para personas sin recursos, que hagan frente a la emergencia inmediata. Hoy es Patzún, pronto será cualquier otro lugar. Estar solas y solos no es posible, solo cabe la solidaridad.
Andrés Cabanas, 7 de abril de 2020
Texto en Kaqchikel, Gryce Cutzal
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