El paso de la tormenta Eta por Guatemala y la inacción estatal.
Andrés Cabanas
Desborde de solidaridad y comunidad
8 de noviembre de 2020
Con solidaridad y los recursos que miles de personas aportan, se consigue apoyar con alimentos, albergue, indumentaria maya, transporte hacia lugares seguros, a las comunidades afectadas.
Miles de millones de quetzales del presupuesto estatal no se ven por ningún lado. El Estado cuenta con decenas de instituciones y n-cientos empleados públicos de alto rango, pero a la hora de la necesidad el presidente se atreve a decir que no pueden llegar a Alta Verapaz (se supone que el Estado no llega, tiene que estar ahí o ya está ahí); que no van a dejar sola a la gente (ya lo está); o nos manda a orar para superar juntos la crisis.
Este presidente y este Estado más parecen espectadores pasivos que actores clave para enfrentar una nueva crisis. Lo más que logran y de lo que presumen es de empacar cajas y enviar alimentos, obviando sus responsabilidades en prevención, planificación, atención en el momento del sociodesastre, etc. Se desentienden, como ya se desentendieron de la pandemia y, más allá de declaraciones rimbombantes, ignoran la desnutrición crónica, la falta de vivienda, la brecha digital y las desigualdades en la educación. El problema es que su pasividad está demasiado bien remunerada.
El Estado guatemalteco es visible y se hace presente para el negocio fácil y la rapiña, no para el bien común. Es nada más que un facilitador de los intereses y el pacto de élites, actualmente en modo pacto de corruptos.
No hay de otra. Sigamos apostando a este desborde de solidaridad y comunidad que llega a donde Giammattei, hoy cabeza visible del Estado, no quiere llegar ni le importa.
Sálvese quien pueda
6 de noviembre de 2020
Mucho antes que el Estado, que no existe como actor de justicia, llega la solidaridad popular a las comunidades. Son centenares las iniciativas organizadas o surgidas desde personas individuales que ofrecen alimentos, alojamiento, ropa, medicinas, para comunidades afectadas por desbordes de ríos y deslaves durante el paso de la tormenta ETA.
Las instituciones reaccionan con burocracia y con rutina: viajes en helicóptero del presidente a algunas zonas afectadas -que no sirven para nada-; declaración del estado de calamidad -antesala de la corrupción-.
La inacción estatal llega al extremo cuando el Presidente exhorta a las comunidades a abandonar las orillas de los ríos: como si hubiera lugares a los que ir, como si no fuera responsabilidad estatal garantizar la seguridad de las familias y la evacuación ordenada en casos de emergencia.
Mientras los funcionarios repiten el discurso perverso del sálvese quien pueda; mientras las instituciones hacen lo menos posible (al fin, otra tragedia más), la solidaridad popular vuelve a estar presente.
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