El kaqchikel no es mi lengua materna, así como Guatemala no es mi primera matria, pero es el idioma que comienza a acogerme, que me permite renovar mi conocimiento, mi mirada, mi mente. Como escribe Cecilia Tuyuc, el idioma que descansa en mi corazón, yatuxlan pa nuk'u'x.
Una persona en esta tierra de saberes milenarios vive incompleta (man tzaqät winäq ta) si se (le) niega la riqueza de escuchar, hablar, escribir y finalmente, entender otros signos y palabras, herencia de muchísimas historias, sueños y fracasos, regalo que se pierden en el día y la noche de todos los tiempos, nimaläj sipanik xkiya' kan chiqe ri qati't qamama'.
Es alegre asomarse a este tejido de palabras y vida, colorido como un huipil, impenetrable si hace falta, resiliente como lo son las comunidades que enfrentan el desarollo a costa de la naturaleza y la vida, colectivo porque lo construyen todas y todos.
Cuidamos los idiomas maternos que nos cuidan y hacen mejores. Tiqachajij ri nab'ey qach'ab'äl. Ri nab'ey qach'ab'äl yojkichajij.
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