Totonicapán y la reivindicación de la justicia

Andrés Cabanas. Publicado en La Cuerda, publicación feminista, octubre 2013.

Al gobierno patriota y su proyecto neoliberal militarista se le recordará por las acciones criminales contra poblaciones (con papel protagónico del ejército) en los primeros compases de su gestión. Pérez Molina será, en la historia, Santa Cruz Barrillas (primero de mayo de 2012) y la Cumbre de Alaska (cuatro de octubre del mismo año), así como Berger es Nueva Linda; Colom es Chabil Utzaj y el Polochic; Portillo es la desaparición de Mayra Gutiérrez; Arzú es el asesinato de Monseñor Gerardi: inicio y final de la utopía de la memoria y la justicia para la construcción de la paz.

El estado de sitio en Barrillas y la masacre en Alaska implican un antes y un después: mensaje de fuerza del gobierno conservador tutelado por el Ejército, reafirmación del modelo extractivista, el Estado Corporación con su Presidente gerente, y la matriz racista y patriarcal de poder, que inclina las víctimas del lado de los pueblos indígenas y las mujeres. Un proyecto construido básicamente sobre la persecución, el control social y la represión, además de la corrupción, la militarización del Estado y la seguridad, la apertura al capital extranjero depredador.

Hoy, 4 de octubre de 2013, un año después de la masacre de campesinos por miembros del Ejército, cada quien juega su papel. Los medios de comunicación ignoran. La comunidad internacional distrae: apoya la lucha contra la desnutrición mientras promueve firmas de negocios multimillonarios con sus empresas transnacionales (está mal dicho, las empresas no son de los gobiernos, sino los gobiernos son gerentes y operadores de las empresas). El Presidente, ex general y kaibil Otto Pérez Molina se hace de la vista gorda, como si no tuviera responsabilidad, al ser Comandante General del Ejército, como si éste y otros problemas no fueran con él, responsable de apostar por un Estado triturador de derechos en vez de un Estado garante de derechos colectivos y sociales. Al fin, ya hay soldados y un coronel inculpados, aunque la autoría intelectual y las premeditadas motivaciones de la masacre no están siendo investigadas. 

El tiempo recompondrá la verdad negada y arrinconará las mentiras de Estado: los soldados no iban armados, los soldados no dispararon, los soldados dispararon al aire, afirmó en menos de 24 horas el presidente ausente, gobernante de unos pocos. Para mientras, las comunidades, reunidas en el Parque San Miguel, se organizan, lloran y se indignan, en arrebatos fríos: la Junta Directiva de los 48 Cantones se compromete, con la municipalidad de Nueva Santa Catarina Ixtahuacán (en cuya jurisdicción sucedió la masacre), a conmemorar todos los años el 4 de octubre, interrumpiendo durante al menos una hora el tráfico en la Carretera interamericana.

La revancha de los perseguidos: el gobierno reprimió para levantar los bloqueos en 2012, pero las comunidades aseguran un bloqueo reiterado y permanente, una ciudadanía visible y activa, que sobrevivirá a Otto Pérez Molina y su triste recuerdo.

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