El
acontecimiento es la brusca creación de un sinnúmero de posibilidades. Alan
Badiou
Guatemala, 30 de julio de 2015. ¿Qué sucede tras tres meses de movilizaciones,
reuniones, debates, elaboración de propuestas, esfuerzos de organización y rearticulación
social?
En
la superficie no cambia nada: el proceso electoral se mantiene, Juan Carlos
Monzón, Roxana Baldetti y Edgar Barquín (entre otros) continúan libres, el
Presidente vuelve a sonreír entre dientes, el poder judicial se repliega, los
partidos se encierran en sus viejas lógicas de hacer política, los empresarios
se salvan de señalamientos, las empresas internacionales dicen yo no fui, fue teté…
Pero
el proyecto neoliberal militar se agrieta, tanto por disputas internas como por
la presión y resistencia social. Operadores políticos claves, ubicados en todas las instituciones del Estado, son deslegitimados y eventualmente sometidos
a procesos judiciales. Más allá, se cuestiona el ejercicio del poder, lo que es un logro
en sí mismo, afirma Domingo Hernández, de la Coordinación y Convergencia
Nacional Maya Waqib´Kej, una de las primeras expresiones sociales en
pronunciarse después del descubrimiento de la red criminal La Línea, el 16 de
abril.
El
debate político, la conciencia, la formación (la calle y la lucha son pedagogía), la identidad y sentimiento compartidos (la plaza como construcción de lo común) le ganan el
espacio a la individualidad y despolitización neoliberal.
Avanzamos
en aquello que el Estado criminal y el neoliberalismo niegan y destruyen: la
colectividad y la solidaridad. Se gana en juventud,
en protesta, en ciudadanía, refiere la escritora feminista Carolina
Escobar Sarti, frente a la sociedad considerada como individualidades aisladas, competitivas y opuestas entre sí.
La
política y lo político, entendidos siguiendo a Gramsci como la lucha social en
todos los ámbitos del poder y las relaciones sociales, son disputadas a la
corrupción, el electoralismo sin propuestas ni soluciones, el Estado y los
poderes construidos a la medida de los dueños de la riqueza, el cortoplacismo. La
población urbana en las plazas, las movilizaciones sociales históricas, rompen la asfixia de la represión y la
marginación y juegan en el tablero del poder, proponiendo soluciones a
problemas estructurales.
El
ejercicio de regresar al 16 de abril es saludable. Antes de esa fecha, la
democracia se diluye: la debilita la ciudadanía mercantil, aquella que sustituye
los consensos sociales amplios por los pactos entre élites, y que privilegia acumulación y negocios sobre ejercicio de derechos.
Ni ensoñación
ni derrota: incertidumbre creadora
La
realidad nos obliga a ver delicados matices. No son tiempos de negros y
blancos, de victorias o derrotas absolutas. No son tiempos y nunca debieron
haberlo sido de certezas históricas, que se convierten en recetas sin discusión,
como la vía única para las
transformaciones, el sujeto central, el partido y el discurso únicos, la
vanguardia dueña de la verdad.
Conviene leer la coyuntura en abanicos plurales,
en complementos creadores más que en antagonismos sin consenso, aunque nos
genere la incertidumbre de lo desconocido. La
realidad es un frasco de vidrio que corta a quien lo toca, escribe el novelista
sinaloense Elmer Mendoza.
Tan
cierto es que los cambios legales e institucionales inmediatos se dificultan en
el cortísimo plazo como que las transformaciones en las subjetividades y el
ejercicio de la política (activa, crítica) han comenzado. Tan necesario es
asumir que existe una hoja de ruta para la transición controlada, como que ésta no es inquebrantable, sino que está sujeta a dinámicas, contradicciones y
relaciones cambiantes de poder. Tan evidente es el poder global de Estados
Unidos como los límites del mismo: las disputas y reconfiguraciones de élites,
las resistencias sociales, la crisis y la descomposición del sistema, que no se
va a detener.
Alan
Badiou, en un hermoso texto sobre las revoluciones tunecina y egipcia, afirma
que el logro de estos episodios es la apertura de nuevos escenarios y
posibilidades para la acción y la transformación social. El acontecimiento, indica, es la
brusca creación no de una nueva realidad sino de un sinnúmero de posibilidades.
Ninguna de ellas es la repetición de lo conocido.
La
medida de los cambios va más allá del corto plazo y el ámbito institucional. La
aparición de nuevos actores fortalece las demandas y los actores históricos, y
reta a su articulación dinámica y plural para generar rupturas. La irrupción
como sujetos políticos de jóvenes y sectores urbanos inconformes con la
hegemonía autoritaria-excluyente-mercantil y el fortalecimiento de sujetos
históricos (pueblos indígenas, comunidades, organizaciones sociales, de mujeres
y feministas) implicará con el tiempo
nuevas formas de ejercicio del poder, y se
concretará en la ruptura democrática: de leyes, instituciones y pactos (constitución)
preexistentes.
Esta
es la oportunidad: reabrir y construir caminos para la democracia, la justicia,
la alegría, la transformación, la comunidad y la vida amenazadas por los
intereses particulares, frecuentemente criminales, todavía dueños del poder
formal.
Andrés Cabanas, 30 de julio de 2015
Andrés Cabanas, 30 de julio de 2015
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