Andrés Cabanas, 10 de julio de 2016
Aunque
el discurso de la articulación integra la visión de la mayoría de
movimientos sociales, en la práctica se impone el trabajo tematizado y
sectorial, así como las agendas propias y hegemonistas (herencia de paradigmas
de cambio tradicionales). Entremedias, una cultura de falta de debate,
desconfianza, centralización e imposición permea las tácticas y estrategias.
La
comprensión de la articulación como sumatoria de organizaciones a partir de un
centro dominante (persona, organización e idea que define el programa y las
formas) dificulta la construcción colectiva. La complementariedad de visiones y
esfuerzos como base de la articulación (unidad sin unicidad, Isabel Rauber), es
todavía un reto organizacional.
Articulamos
(o deberíamos) visiones del mundo. Complementamos (o deberíamos) culturas
políticas y espacios de lucha, reconociendo a las otras y los otros como
sujetos. Las diferencias, en este ejercicio, no constituyen un problema u
obstáculo: por el contrario, son alicientes para la acción común.
En
este sentido, articular no supone solamente atraer a mi espacio de lucha a
otros colectivos, como mera acumulación desde lo institucional, sino el
ejercicio del diálogo, la síntesis y el consenso: lo que cada uno pensamos,
aportamos, planteamos, en la tensión constante entre nuestras coincidencias y
nuestras diferencias. Desde la primera visión, la articulación, pongo como
ejemplo, movimiento feminista-movimiento indígena-movimiento social es
prácticamente imposible; desde la segunda es casi inevitable.
La construcción
del sujeto plural
La
emergencia de nuevos actores y formas de ejercer la acción colectiva, la
multiplicación de voces y visiones, en el marco de las protestas de indignación de
2015 que están teniendo continuidad en el 2016, favorecen al mismo tiempo que
complejizan las luchas articuladas.
Este
contexto rompe los conceptos sobre los que hemos construido las rutas de la
transformación: un actor clave (el partido), un momento (la toma del poder),
una forma (centralizada) de organización. Frente a esta concepción reductiva y
finalmente simple, articular supone profundizar y complejizar nuestros análisis
con visiones plurales (feministas, pueblos indígenas y otras) de sujetos
múltiples.
La
recuperación del tejido social pulverizado por el neoliberalismo (Ana Esther
Ceceña) hace necesario construir el sujeto plural articulado que, para Eduardo
Gudynas, es el conjunto de movimientos sociales que se articulan y pactan
agendas y posicionamientos políticos. Este sujeto reconoce que las diferencias
no son punto de desencuentro sino elementos que deben discutirse y
aceptarse…Reconoce la validez y legitimidad de la diversidad de formas de
articulación política, de las voces y prácticas políticas buscando en todo
momento la articulación de pensamientos para construir procesos y proyectos
políticos aglutinadores. Implica la posibilidad de diálogo y debate, a partir
de la diversidad de puntos de partida, análisis, propuestas y luchas que se
tienen desde cada movimiento.
Los
cambios entre esta propuesta con muchas de nuestras concepciones y prácticas
son relevantes: pasamos de la verdad revolucionaria, de la predeterminación
transformadora, del sujeto histórico, del análisis cuasi estático de
realidades, del centralismo, del instrumento orgánico rígido, del activismo e
inmediatismo oenegero y proyectista, a una “no-verdad” construida con
diferentes visiones, que propone formas de acción plurales, flexibles,
dinámicas y creativas. La homogeneización como garantía para fortalecer fuerza
social y disputar el poder deja paso a la dialéctica entre formas de pensar y
accionar complementarias.
Este es el contexto que
modifica supuestos, cuestiona tradiciones de lucha y remueve nuestras formas de
actuar. Una apuesta y un desafío apasionante. ¿Nos apuntamos?
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