Andrés Cabanas
Reconforta
saber que "la fe es lo que nos une a los guatemaltecos, nos
identifica"* y da sentido a esta invención colectiva todavía
llamada Guatemala. Cualquiera se confunde y pensaría que nuestros símbolos
patrios son, orden aleatorio, el atol, un tamal, el chocolate con churros o la
insustituible sopa levantamuertos. Pero no. Lo aclara el Presidente que, como
el actor que es y nunca deja de ser, sabe mucho de identidades, aunque sean
impostadas y postizas.
Lo
sentimos por todos los demás, simples mexicanos autoidentificados por el “tequila
y el charro”, aunque algunos se empeñen en reivindicar la primera
revolución agraria del siglo XX, el Estado social mientras duró y el que quiere
ser de nuevo, a Lidia Cacho, Rosario Castellanos o Carlos Monsivais. Lástima
por todos esos pueblos sin historias ni sueños compartidos, apenas el “tango,
el asado y el fútbol…O tal vez los toros, el flamenco y la guitarra",
elementos integradores que nos llegan ni a la suela de los caites.
Nada como nuestra fe y la selección nacional de fútbol, que nos permite,
diserta el Presidente incorruptible, "unirnos a una sola voz".
Es un
lujo tener un mandatario que, a falta de otras capacidades, defiende sin rubor
medias verdades y propaga aporías sin discusión alguna (aporía, Mister Jimmy,
es algo muy difícil de entender y explicar).
De todas
formas, como la fe es la "certeza de lo que no se ve",
conviene adornarla y amplificarla con accesorios más visibles y reales. Por
ejemplo, las banderas, cada vez más numerosas y grandes, que cubren de cabo a
rabo las planicies urbanas a medida que se aproxima el 15 de septiembre (nacen,
crecen, se reproducen y después no mueren, simplemente se transforman,
principio de conservación de la energía que bien podría ser útil como discurso
de Estado conservador reconfigurado). Banderas que se propagan como plaga
terminal sin antídoto que las detenga, aunque ninguna alcanza la
dimensión física y estrambótica de la conocida como Bandera
Baldetti-CashLuna (en mayúsculas y negrita, porque puede tener vida
propia): 44 metros de altura que se yerguen majestuosos sobre un
asta de 12 metros de altura (¿cabe hablar de pilastra adosada en el
frontispicio del edificio de la República, o es un poco demasiado ampuloso?
podría pensar el Presidente mayestático) y 56,000 dólares de costo, verdadera
ostentación de poder.
El mismo
papel simbólico desempeñan las bandas de guerra que por estas fechas llenan las
calles de ruido y toman los espacios colectivos, con un sentido controlador y
disciplinador, sin dejar espacio para el paseo, la reflexión, el trabajo, la
diversión, la holganza o el retozo. Todo el país al ritmo de su paso marcial.
Fe,
banderas, desfiles, ya nos aproximamos. Le añadimos la mención a la unidad
(construida sobre la anulación de las diversidades: pueblos, géneros, familias,
de opciones sexuales...), la certeza y la seguridad jurídica de las
inversiones, la seguridad nacional, el desarrollo, y completamos loa conceptos
básicos de la línea del poder que se ha construido desde 1524 hasta el Pacto de
Corruptos y el Pacto de Golpistas, el día exacto que es hoy.
¿Piensa
usted que lo que nos identifica es la violencia, las injusticias, el racismo,
el machismo, la individualidad que anula la comunidad, y que nuestra identidad
colectiva pasa por reconstruir las diversidades, la plurinacionalidad, las
familias múltiples, las libertades, incluida la sexual? No. Dios, Patria,
Libertad, el lema histórico del exPresidente y exAlcalde Alvaro Arzú. El lema
no escrito de los españoles que llegaron a saquear este territorio, hace más de
500 años. El lema del Presidente actual que -como no argumenta, solamente
sentencia- nunca se equivoca.
A pesar
de eso o precisamente por eso, se sostiene Jimmy. A pesar de sus incapacidades,
su corrupción, su violencia, su falta de visión del bien común (es decir, falta
de visión de un verdadero Estado) y su ilegitimidad. Pero Morales no es
exactamente un outsider, un político fuera de los márgenes del
sistema. Por el contrario, opera a conciencia y en ocasiones de forma magistral
los símbolos de un poder históricamente conservador, que de nuevo se desliza peligrosamente
hacia el militarismo y la dictadura.
Jimmy
implica la apropiación simbólica del poder político, en manos de los sectores
tradicionales, más o menos reconfigurados. Por eso es tan importante la disputa
y reapropiación simbólica de todos los espacios.
Por eso,
aunque no es suficiente, es importante desapropiarte del poder. O sea, para que
entendás, destituirte y enjuiciarte, Jimmy Morales.
*En
cursiva y entrecomilladas, declaraciones textuales de Jimmy Morales, la mayoría
durante la celebración de un aniversario de la independencia en el Congreso de
la República, 12 de septiembre de 2018.
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