Doce días y cinco relatos de la #CaravanaMigrantes


Andrés Cabanas, 24 de octubre de 2018 

Uno, nuestro cuerpo es el mensaje

En una época en que la mentira se institucionaliza, la #CaravanaMigrantes informa con su presencia, rompe silencios y llena vacíos informativos.

El relato oficial minusvalora la Caravana: son unos cientos de personas, afirma inicialmente, mientras en los caminos y refugios de Guatemala se atiende a más de siete mil ciudadanas y ciudadanos. Posteriormente, menosprecia su capacidad: nunca lograrán cruzar la frontera, vaticina, pero desde el 21 de octubre esa multitud comienza a atravesar México. Hoy, este relato alienta la decepción y la deserción: publicita que los buses preparados para el retorno están llenos, aunque son menos los que –cansados- interrumpen por ahora el viaje, como la siguiente oleada que atraviesa desde el lunes 22 la frontera de Guatemala, más de 1500 habitantes.

La Caravana no necesita instrumentos de comunicación porque ella es el mensaje, no importa la hora, el lugar, a la luz del día o en la oscuridad: uno de los momentos más impactantes de los primeros días de la marcha es la salida de madrugada de miles de personas desde los albergues de Ciudad de Guatemala hacia la frontera de Tecún Umán. Las imágenes penumbrales captadas por fotógrafos y ciudadanos clarifican los objetivos y la identidad de la movilización masiva.

Dos, el paréntesis de la necropolítica

La paradoja de las y los migrantes es que cuanto más caminan, cuanto más lejos llegan, con mayor fuerza cuestionan y ponen en jaque al gobierno hondureño y a los regímenes similares centroamericanos.

El Presidente hondureño y el gobierno guatemalteco quisieran ahora que no se fueran los migrantes, cuando antes no les importó. La necropolítica se toma un respiro y vuelve imprescindibles a los expulsados.

Pero decenas de buses, política de brazos abiertos y promesas de trabajo y vida digna, llegan demasiado tarde. Y son nada más que eso, promesas.

Tres, más allá del consenso neoliberal

La #CaravanaMigrantes vuelve chiquitos a los políticos y el establisment, revelando sus incoherencias. Los gobiernos de Estados Unidos, Honduras y Guatemala juegan al soldadito, amagando con reprimir o reprimiendo ya, evidenciando que los Estados actuales carecen de respuestas sociales (bien común) y solo reaccionan desde el uso de la fuerza.

Amenazan la seguridad nacional, son criminales, medio orientales, ponen en jaque a la democracia, viene el asedio, la invasión... son las palabras que utilizan los gobiernos para definir a los migrantes: lenguaje e imaginarios construidos en la lógica persistente de la seguridad nacional y el enemigo interno.

La gran estafa: el modelo (neoliberal capitalista) tiene como principio el libre tránsito, pero retrocede cuando esta circulación sin trabas involucra a miles de personas, que construyen democracia en las carreteras.

Las dictaduras reducen derechos, el neoliberalismo los promueve desde una mirada sectorial y parcial, en función de la acumulación de capital y la obtención de beneficios, para algunos países y algunas empresas.

La Caravana recupera y amplía los caminos.

Cuatro, acompañar las complejidades  

La Caravana es la expresión de la falta de posibilidades y de la crisis de los Estados y el modelo actual, una expresión tan desesperada como organizada, tan previsible como inesperada, tan necesaria (irse, moverse) como su contrario (quedarse, transformar desde dentro cada realidad).

Por ello reta a los Estados militarizados actuales y, asimismo, cuestiona las formas de acción y de comprensión de la realidad de la izquierda y los movimientos sociales tradicionales.

Se mueven desplazados, expulsados, excluidos, analfabetas, evangélicos, conservadores, progresistas. Modos de organizarse y movilizarse, lenguajes, demandas y sujetos, se transforman, al ritmo de la marcha.

Camino de diversidades, construcciones comunes, abiertas y naturalmente contradictorias.

Cinco, adiós apatía, bienvenida utopía (y la hora de la solidaridad)

El potencial del despertar, la interrupción de la indiferencia y la pasividad, o la construcción de una no indiferencia colectiva y organizada, es la semilla de esta movilización. Más de 500 años de imposición de silencio, estructurados en Estados y sociedades "providencialistas resignadas" (Andrés Pérez Baltodano) se remecen.

No es un temblor, no es una revolución, no es una conspiración ni tan siquiera una estrategia izquierdista. Es la gente que se mueve, que camina. Es la #CaravanaMigrantes.

Entender, interpretar, solidarizarnos, acompañar sin imponer, son los retos.

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