El Estado guatemalteco elude sus obligaciones y mandato, trasladando a la población la responsabilidad más grande para enfrentar el COVID-19. La consecuencia de esta política es un cúmulo de contradicciones y caminos sin salida:
-Lávense las manos, aunque no tengan agua: no es retórica, no hay agua accesible en la mayoría de hogares.
-De nuevo, quédense en casa, aunque su empleador ya le ha dicho que si no llega a trabajar pierde su puesto.
-Mantengan la distancia social, por mucho que el transporte que todavía funciona (taxis, microbuses, pickups) va atestado.
-Again: mantenga la distancia social, sin embargo maquilas y otros centros de trabajo autorizados por el Ejecutivo carecen de supervisión de salud y medidas de protección.
Tanta es la "desresponsabilización" institucional que se comienza a echar la culpa a los muertos de su propia muerte. Fueron muy tarde al hospital, ya era imposible salvarlos, dijo Giammattei ayer, aludiendo como siempre a casos y estadísticas que solo el sabe si son o no son ciertas. Discurso simple, otra vez:
-Vayan pronto al hospital, dicen, desconociendo que la mayoría de la población no tiene acceso a hospital, ni siquiera a centro de salud cercano. Y, no se olvide, es responsabilidad del Estado y el Ministerio de Salud el rastreo de posibles casos y el tratamiento preventivo de los mismos, antes de que lleguen a una fase crítica.
Lo que este Ejecutivo sabe hacer es acelerar los tiempos para la reactivación del 20 o 30% de la economía empresarial que todavía no está funcionando, entre otros los absolutamente imprescindibles centros comerciales, símbolo de esta sociedad individualizada y consumista hasta el paroxismo.
El Ejecutivo es en este país la correa de transmisión de las estrategias empresariales, para seguir haciendo exactamente lo mismo. ¿Nueva normalidad? Estado finca, sálvese quien pueda, triste normalización y aceptación de las muertes en ascenso.
Andrés Cabanas, 5 de junio de 2020
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