Despuesito del 14 a las 14

Sin transición ni descanso, autoridades indígenas y comunidades presentes en el plantón del Ministerio Público desde 2 de octubre, asumen hoy -15 de enero- el reto de fiscalizar/acompañar críticamente las nuevas administraciones municipales: con complejas negociaciones y diálogos, más allá de filiaciones partidarias, o desde la oposición y la  resistencia a autoridades locales (institucionales) corrompidas.


El mapa de poder institucional surgido en el proceso electoral 2023 es, finalmente, amable en cuanto a la conformación del ejecutivo y la dirección del poder legislativo (importantes resortes de poder en el marco de acciones efectivas contra la corrupción y para redireccionar el presupuesto estatal hacia prioridades en salud, educación, nutrición, agricultura familiar y otras) pero adverso o continuista en cuanto a la conformación y control del estratégico poder local, que en cascada avanza desde las Municipalidades hasta el Sistema de Consejos de Desarrollo, con parada intermedia en la disputa de Gobernaciones departamentales para el control de recursos y proyectos, además de su capacidad de generar sentidos comunes comunitarios. 


No es el único reto para autoridades indígenas y ancestrales (así como, en otros niveles, para gobierno, Movimiento Semilla y organizaciones urbanas de aporte limitado en la coyuntura reciente). Si 2023 implicó la irrupción de aquellas como actores fundamentales para derrotar a un sector poderosísimo del poder dominante (caracterizado por un ejercicio muy excluyente y  violento de la administración estatal, así como por la masificación de la arbitrariedad y la carencia absoluta de cordura política), 2024 puede y debe ser el año en que este protagonismo siga avanzando en términos de debate social y políticas públicas. Entre otros, observo estos desafíos:


-El avance hacia una gestión del Estado orientada realmente al bien común (tanto el bien común constitucional como el que va más allá del limitado texto y pacto y pacto constitucional de 1985). En esto, la lucha contra la corrupción es un mínimo común denominador (de importancia articuladora) y un punto de partida, que precisa necesariamente de alianzas con el nuevo gobierno y en el Congreso y Municipalidades.


-La dificultad pero a la vez inevitabilidad de combinar la acción inmediata con las demandas estratégicas. En el primer punto, los pueblos indígenas y otros sectores continuarán resistiendo las agresiones de sectores de poder (que han sido desplazados del control de algunas instituciones estatales pero conservan espacios de acción). En el segundo aspecto, se mantienen las demandas de cambios estructurales, la oposición al modelo de despojo y a las lógicas racistas del Estado actual. Estas demandas no solamente se operarán frente a actores empresariales locales y transnacionales, sino también frente a las políticas económicas (extractivistas y de continuidad, visibles en la conformación del primer gabinete) del nuevo gobierno.


-En este sentido, el ejercicio de realismo y equilibrismo político al que obligará la continuidad de las luchas por el control del Estado (y el carácter inédito de un gobierno que eventualmente será también oposición a determinados actores del pacto de corruptos) no debe implicar el abandono de los debates necesarios sobre desarrollismo versus buen vivir, democracia representativa versus democracias comunitarias, refundación del Estado desde la plurinacionalidad y diversidad existentes. La unidad nacional no puede seguir siendo entendida como la renuncia de pueblos indígenas y sectores populares a sus demandas.


-Aprovechar la interrupción de la anomia y la indiferencia prevalecientes en los dos últimos gobiernos, y fortalecer la esperanza como instrumento para el impulso de luchas y demandas, sin idealizar.


-Promover que actores de poder asuman como principios políticos el ejercicio de la autoridad entendida como servicio y delegación comunitaria, y no como enriquecimiento o profesión; y la escucha y el diálogo permanentes y efectivos, más allá de mesas técnicas utilizadas tradicionalmente como distractores de las demandas de los pueblos.


-La incorporación en formas de organización y trabajo (también de organizaciones sociales que reproducen patrones jerárquicos e impositivos) de modos de organización alternativos a los existentes: los partidos políticos, la propia constitución del Estado, que han demostrado ser factores de división, para el despojo en las comunidades, la democracia representativa formal, etc.


-El fortalecimiento de comunidades indígenas como centro y sujeto de la acción política, y del papel y demandas de mujeres y juventud, claves en las movilizaciones recientes, reconociendo las diversidades existentes, dentro de los pueblos y entre ellos mismos. Somos, nos recordaron permanentemente las autoridades indígenas en el plantón de Gerona, granos de maíz, imprescindibles para hacer la mazorca, todas y todos diferentes, ninguno más importante que los demás.


El levantamiento indígena y popular desde octubre fue, más allá de una acción de resistencia, un ejercicio permanente de pedagogía política, que visibilizó tanto los excesos del ejercicio del poder actual como la posibilidad de un ejercicio diferente, en función de las colectividades, con otros principios y valores preexistentes en muchas comunidades (a la vez que sujetas a tensiones y contradicciones) que es necesario reivindicar y recrear en otros espacios. 


Andrés Cabanas, 15 de enero de 2024


Punto de partida

La última (y tardía) resolución de la Corte de Constitucionalidad sitúa a la deriva el Plan A del Ministerio Público y los sectores golpistas: anular el triunfo electoral del Movimiento Semilla y garantizar la continuidad de los actores de poder en el ejecutivo, Congreso y Alcaldías (los actores ocultos permanecen intactos, así como el control del sistema de justicia).

La hoja de ruta para la anulación electoral (que no se desvía un milímetro de su propósito inicial) acumula victorias jurídicas como antejuicios, encarcelamiento, hostigamiento, amenazas, difusión del miedo que genera parálisis y desafección social. Sin embargo, pierde una a una la mayoría de las batallas:

-La batalla de la opinión pública y la convicción social, que continúa centrada en la lucha contra la corrupción y una todavía imprecisa pero cada vez más visible agenda de desarrollo de derechos,
-La batalla de la movilización, en la que la impresionante capacidad de las comunidades indígenas y rurales compensa la escasa participación citadina,
-La batalla política y social, sobre la que me extiendo en los siguientes párrafos.

En mi opinión el Ministerio Púbico y el llamado popularmente Pacto de corruptos cometen los siguientes errores de análisis y acción:

- Pensar que su estrategia jurídica (basada en la manipulación de los resortes del sistema) y la utilización ventajosa de la podrida institucionalidad estatal son condiciones suficientes para continuar controlando el Estado.
- No tienen en cuenta los cambios generacionales y sociales operados en el país, especialmente a partir de las nuevas formas de acción política reclamadas desde las juventudes y el protagonismo del proyecto político de los pueblos indígenas (con características de construcción consensuada e incluyente y nuevos valores y ética social, que rompe con tradiciones autoritarias, verticalistas e impositivas de todos los gobiernos anteriores).
- Apuestan por el triunfo de una narrativa anti izquierda, anti bloqueos (movilización social), anti injerencista y pro soberanía, muy alejada de las preocupaciones y las razones de las nuevas movilizaciones sociales: corrupción, posibilidades de una vida mejor, y otras.

Este nuevo momento no elimina, sin embargo, la persecución arbitraria del Ministerio Público (al Tribunal Supremo Electoral, a autoridades electas del Movimiento Semilla, a dirigentes y movimientos sociales y comunitarios) y el Plan B del Pacto: condicionar desde el MP y actores ocultos de poder, la lucha contra la corrupción, el accionar democrático del nuevo ejecutivo y la actividad de movimientos comunitarios, de pueblos indígenas y populares.

La evidente influencia de la movilización popular en la resolución de la CC y en general en la detención del golpe (y el impacto de la articulación de pueblos, comunidades, organizaciones históricas y nuevos movimientos) sigue siendo condición para enfrentar las nuevas agresiones de actores desplazados del poder, así como para situar la agenda y la visión de los pueblos originarios en el centro de las preocupaciones, diálogos sociales y ojalá que propuestas para la reconstrucción y el caminar (seguramente zigzagueante y con muchos retrocesos) hacia un nuevo comienzo.

Más importante que la salida de un montón de corruptos (ciertos resortes de control, no todos) del control del Estado, mucho más trascendente que la llegada al ejecutivo de Semilla, es la continuación de las luchas históricas de pueblos indígenas por la dignidad, el gobierno propio, la organización autónoma de la vida comunitaria, y en general, pueblos indígenas y todos los sectores sociales, la continuación de las luchas para abrir caminos sociales y políticos de esperanza, en los que es posible continuar soñando (la construcción son otros cien pesos) con un pluripaís justo.

Normalizar la esperanza

Andrés Cabanas, 23 de octubre de 2023


El Estado guatemalteco ejerce la autoridad con violencia, para la exclusión de las mayorías. Desde la aprobación de la Constitución vigente, en 1985, once gobiernos (incluyendo los transitorios de Ramiro de León Carpio y Alejandro Maldonado Aguirre), optaron por el desprecio de lo público y lo colectivo. Presidentes histriónicos, hepáticos, mentirosos, corruptos, bravucones y muy violentos cuando fue necesario (Álvaro Colom u Otto Pérez Molina como ejemplos, con estados de excepción y encarcelamiento de centenares de defensoras y defensores del territorio) apuntalaron sus negocios y los de élites empresariales nacionales y transnacionales, sin miedo al despojo y robo de los bienes del pueblo. 


A pesar de ello, estos gobiernos peleados con el bien común y la misma Constitución que juraron defender, generaban más frustración y pasividad que resistencia y organización activa, concretamente en la decisiva (en términos de opinión y decisión política) ciudad capital. Las comunidades indígenas y campesinas, y los movimientos sociales populares, pese a resistencias cotidianas y épicas confrontaciones de poder (listo abajo algunas, 1) no lograban revertir este ejercicio impune de poder, entre otras razones por: 


-aislamiento (falta de apoyo en centros urbanos, cuando no racismo y desprecio), 

-desarticulación entre diferentes luchas, y  

-estancamiento de las resistencias, con desarticulación creciente, divisiones y capacidad de convocatoria reducida, a partir de la derrota táctica de las movilizaciones de 2015 (salida de la CICIG y bloqueo de reformas para el reconocimiento del sistema jurídico mayab’).


Esta realidad comenzó a interrumpirse, y ojalá revertirse, en cuatro momentos (se listan cronológicamente, no en orden de importancia, y se hace referencia a momentos inmediatos, en el entendido de que estos procesos en el caso de los pueblos indígenas se alimentan de luchas históricas de los pueblos y de grandes experiencias organizativas). 


En primer lugar, las movilizaciones de mujeres jóvenes, urbanas e indígenas, feministas o no, en 2019 y las jornadas de noviembre de 2020 y 2021, como inicio de un nuevo ciclo de luchas: nuevas propuestas, formas de organización de organización y acción, embrión de liderazgos nuevos.


En segundo lugar, el reforzamiento del autogobierno comunitario durante la pandemia COVID-19: las comunidades fortalecieron y ampliaron redes de control y cuidado, en ausencia absoluta del Estado. 


El tercer momento, el proceso electoral (primera y segunda vueltas) en el que la ciudadanía harta de la política de excesos buena para unos pocos, optó por un candidato y un partido de la corrección y la contención, que no prometen ni van a hacer las grandes transformaciones estructurales necesarias, pero se alejan de las bravuconadas y la arrogancia desbordadas de las elites gobernantes, sin excepción. En mi opinión, esta es una de las razones del insólito crecimiento de simpatías experimentado por el partido Movimiento Semilla y por el Presidente y la Vicepresidenta electas.


Autoridad compartida versus uso y abuso de la fuerza 


El cuarto momento, a partir del 2 de octubre, cuando inicia el Paro Nacional Indefinido. Más allá de demandas específicas necesarias, el impacto del paro reside en que el actuar de dirigentes y comunidades indígenas convocantes (dialogante, incluyente, “limitado” por el mandato de asambleas comunitarias y el consenso necesario con otros pueblos) remarca las diferencias con el Estado violento y alejado de las demandas de la población. 


Si bien la convocatoria de este ciclo de protestas y construcción de otros escenarios políticos, y el mayor peso movilizador y organizativo, corresponde a 48 Cantones y Alcaldía Indígena de Sololá, se alejan tentaciones o prácticas de hegemonizar u homogeneizar discursos. Es un principio en las comunidades mayas escuchar, dar y recibir consejos, aprender de todas y todos. Ninguna palabra es menor que otra, y ninguna palabra es más que la otra. Todas las voces aportan, especialmente las de aquellos sectores que, en el ámbito urbano, se han marginado o han sido marginados de las luchas sociales (por ejemplo, comerciantes). 


Así, el ejercicio democrático comunitario de organización y administración de pueblos originarios (sin idealizar, camina entre tensiones como el machismo) es posibilidad de acción y organización, no solamente en esta coyuntura y en la urgencia de abandonar la espiral de la dictadura política y económica, sino en la acción colectiva en general y en la administración pública. Estamos conociendo formas diferentes de hacer las cosas (cosas, término académico utilizado en contextos de transición galopante para referir la acción la acción política colectiva y la gestión del Estado para el bien común).


El plantón permanente en las instalaciones centrales del Ministerio Público es símbolo de este ejercicio del poder. Espacio de pluralidad y coralidad, convoca voces diversas, para las que se abren los micrófonos, se reservan toldos y bocinas, se amplían posibilidades de expresión (por veces apagada por la expresión de las vuvuzelas). La paradoja es que son aquellas y aquellos a quienes se ha negado la ciudadanía (voz, expresión, idioma, indumentaria, formas propias de organización, el agua, el derecho de decisión en sus territorios y un larguísimo etcétera) las que motivan plazas donde toma la palabra quien quiera expresarse, incluso quienes, hasta hace unos pocos días o todavía ahora, desconocemos casi todo de las cosmovisiones indígenas y seguimos considerándolos desde visiones y prácticas racistas (incluido paternalismo) muy interiorizadas. Esta es una de las razones (probablemente no la más fuerte, pero sí importante) de la masiva adhesión ciudadana a las movilizaciones convocadas, y el respaldo-afecto al papel de Autoridades Indígenas.


Hacia dónde, cómo, con quiénes


El ejercicio de autoridad compartida, no obstante, enfrenta retos. Enumero los siguientes:


1. Defender, ampliar y resignificar la democracia

Esta coyuntura compleja plantea para pueblos indígenas una doble hoja de ruta. En lo inmediato:


-consolidar los resultados electorales,

-detener la esclerotización del Estado en manos del sector ultraconservador que ahora lo gestiona,

-comenzar a orientar el Estado hacia el desarrollo del bien común, al menos el común mínimo del Estado constitucional que propone Semilla, con acciones inmediatas en educación, salud, nutrición infantil, cultura y otras, que todavía no abordan desigualdades estructurales. 


Pero la democracia electoral y la institucionalidad republicana no son el fin. Más allá de esta agenda, continuarán las luchas por la transformación de la institucionalidad dominante y el pacto elitario constitucional de 1985 (de visión centralista, uniformadora, racista-excluyente o paternalista de los pueblos indígenas), para avanzar hacia la democracia comunitaria, desde las diversidades y las formas propias de los pueblos.


2- Normalizar el poder político de los pueblos originarios y sectores populares.

La vertiginosa anormalidad de estos días puede convertirse en una nueva normalidad: un escenario en el que se naturaliza la presencia de pueblos indigenas en las dinámicas y decisiones políticas fundamentales, más allá de manifestaciones y demandas del momento, como sujetos decisores en todos los ámbitos, con referencia e influencia a nivel nacional, más allá de la capacidad reconocida de administrar la vida comunitaria.


3. Consolidar las articulaciones sociales dialogantes y horizontales

Posiblemente entramos en una fase de disputa continua, en el que todas las fuerzas -no solo las de los pueblos indígenas- serán necesarias. El  camino andado (articulaciones amplias y pacíficas de sectores sociales: pueblos, sectores urbanos, pobladores, mercados, comerciantes, transportistas dañados por la corrupción y el desastre de infraestructura y otros) no puede tener vuelta atrás (2). El intercambio de ideas, voluntades y sentires, la posibilidad de aprendizaje, debe ir más allá de la espera para la defenestración (se alejó la posibilidad de renuncia) de la Fiscal General. Este intercambio puede ser especialmente fluido con visiones, como la del feminismo, que comparten propuestas integrales para el cuidado de la red de la vida.


4. Continuar aprendiendo de propuestas de pueblos indígenas y formas de organización colectiva  y comunitaria

Además de saludar la fortaleza y capacidad de conducción de los pueblos indígenas para abrir una ruta de salida de la crisis, es importante incorporar a nuestras prácticas (sectores urbanos, movimientos populares en general) los principios y valores que orientan la acción política y la vida cotidiana de los pueblos originarios. La escucha, el consenso, la colectividad y la comunidad como centro, la concepción de servicio...son aportes para para reconstruir una sociedad muy dañada por la imposición violenta, el individualismo y la ruptura de lazos comunitarios especialmente en centros urbanos, y como herramientas para transformar visiones, formas de organización y representación (liderazgos), una vez agotados o estancados los modos con los que, hasta ahora, intentamos cambiar la realidad.

El triunfo de la esperanza


Además de la dimensión de las movilizaciones (capacidad de paralizar el país en casi 200 puntos simultáneos, durante varios días) y más allá del balance demandas-logros, este contexto puede leerse en clave de esperanzas.


En 2023, las elites económicas y políticas continuaban vinculando su suerte a la indiferencia y la resignación de la población, y al proceso electoral como distractor y relegitimador.


La indignación se desbordó con gotas que rebalsaron el vaso (vasos comunicantes rebalsados en territorios y sectores múltiples y diversos) y comenzaron a abrirse ventanitas de esperanza, donde lo imposible no es todavía posible, ni se consuma el asalto al Palacio de Invierno de la dictadura bananera, ni combatientes victoriosos avanza derribando estatuas y símbolos del oprobio (incluida la bandera), pero crece la conciencia a partir de la información, se generalizan diálogos sociales sobre el nuevo país que queremos, se manifiesta el pluripaís que somos en toda su amplitud, se expresan todos los actores. En fin, se construyen posibilidades y condiciones para una vida digna y un futuro mejor.


Sin pensarlo demasiado, muchas y muchos nos colamos de cabeza por estas pequeñas ventanas, antes que pudieran cerrarlas. Aquí estamos.


Xa jun qab’anom

Xa jun qatzij

Mani jachoj

Xa jun quchuq’a’ öj Kaji’ Amaq’ wave’ Chi Iximulew

Pakal B’alam Rodríguez Guaján

Momento de cambios o cambios continuos en el momento

Me cuesta encontrar la banda sonora que me de sosiego en estos tiempos inesperados y convulsos, y se que la necesito para sentir la soledad un poco más acompañada. Así que me la paso zapeando y brincoteando entre las viejas canciones conocidas y las nuevas del mundo distinto que apenas asoma su cabecita: ya sabemos que, más que en un momento de cambios, estamos todavía en fase de cambios continuos en cada momento. 
 
Así que mi recorrido musical a la intemperie convoca anárquicamente las lluvias que suenan fuertes y tristes en los techos del MP y la institucionalidad carcomida; los breves, brevísimos espacios en los que no está la coyuntura desbordante; aquellas notas que dicen yo no quería manifestar porque tengo mucho trabajo pero, ni modo, pasaba por aquí y no me pude, no me pude resistir; no puede faltar Öj xe'el, öj ixïm, somos raíz y somos maíz de Ch'umilkaj; en fin, no sé por qué ni cómo me la paso recordando a las mujeres del Cuá que bajaron de los cerros, a las hijas de la montaña que no quisieron hablar, posiblemente porque hoy continúan bajando de las montañas y los pueblos, las energías de quienes resisten siempre y reconstruyen cada día otros mundos milenarios y mejores.
 
Para muchas situaciones no hay música que consuele. En el lodazal de la institucionalidad y las políticas disque públicas en Guatemala, actuar con apego a la constitución y la ley es un acto de valentía (Tribunal Supremo Electoral), el Presidente garantiza dejar el cargo el 14 de enero de 2024...en manos de Manuel Conde, y se puede manosear a la carta el Estado de derecho asegurando que se defiende (CACIF).
 
Afortunadamente, suenas voces plurales y diversas, nuevas melodías de guerreras y guerreros del amor que cambian la corrupción por el coraje de sus jóvenes manos, sus ideas y fuerzas renovadas. 
 
Que role.

Cambie, todo cambie

3 de julio de 2023

Es paradoja o son los signos de los tiempos que, tras las elecciones democráticas del 25J, se profundice el autoritarismo y el ejercicio arbitrario del poder. Las elites prescinden de formalidades democráticas, entre otras la separación de poderes y el apego a la ley y la constitución, y pugnan por reconfigurar el Estado, en esta etapa de auge de fundamentalismos, a su necesidad y antojo. Los arquitectos de la manipulación electoral y de un sistema de votaciones controlado en cada una de sus fases, alegan fraude y manipulación de resultados.


Las elecciones pasadas, como históricamente lo han hecho, no estabilizaron y relegitimaron un sistema ilegítimo y no resolvieron diferencias cupulares (entre capitales, actores políticos internacionales, nacionales y locales y actores del crimen organizado), por lo que el autoritarismo renovado, sin matices ni intermitencias (sin segunda vuelta, a este paso) constituye un fuerte escenario que amenaza el ejercicio de derechos fundamentales y las posibilidades de salir del círculo de la exclusión, el despojo, la expulsión de millones de personas, las violencias. 


Las paradojas también son visibles si, además de analizar el Estado y la reconfiguración del poder dominante, intentamos entender los muy malos resultados electorales de partidos políticos identificados y conocidos como partidos de izquierda e instrumentos políticos de los pueblos indígenas y sectores explotados. Mínima representación en el Congreso, casi nula en municipalidades, que se añaden a divisiones en movimientos sociales consecuencia de divisiones partidarias, fracturas comunitarias, etc. Los demoledores factores externos (racismo estructural e internalizado, manipulación preelectoral que impidió la participación de Thelma Cabrera, entre otros) ofrecen explicaciones razonables pero incompletas, en aspectos tan medulares para las izquierdas como los siguientes:


-¿Cómo analizamos la votación simbólica obtenida por estos partidos en territorios de fortísimas y recientes resistencias (Santa Cruz Barillas, Cahabón, Sipakapa, El Estor, y muchos otros) y en general la discontinuidad entre la organización social y comunitaria exitosa y la representación partidaria? 


-¿Por qué el partido Semilla superó a partidos indígenas en territorios indígenas como Chimaltenango o Sacatepéquez? 


–¿Qué sucedió para que la fuerza histórica acumulada de los pueblos (conciencia, proyecto, capacidad y estrategias de resistencia) y también la fuerza electoral reciente (participación en 2019 de Thelma Cabrera) se diluyera en los últimos meses?.


Por otro lado, en este momento se plantea otra paradoja mayor: Semilla, que no es partido ni movimiento antisistema, concita la suma de todos los miedos del estatus quo (pacto de corruptos-elites) y esperanzas de quienes -desde el campo popular- consideramos este sistema irreversiblemente agotado. 


Frente a la continuidad, se visibilizan dos alternativas, que no deben ser contrarias: quienes promueven recuperar y fortalecer un Estado apegado al mandato constitucional (orientado a la garantía de derechos y el bien común), y aquellas construidas desde demandas de pueblos originarios y sectores populares, a partir de un nuevo pacto político (Asamblea constituyente popular y plurinacional para el Buen Vivir) superador del marco constitucional vigente. Entremedias, los inevitables puntos de encuentro y tensiones creadoras, sobre todo coyunturales y en espacios de transición. 


Para cabalgar y no descabalgar (Isabel Rauber) en esta coyuntura es necesario, en mi opinión, impulsar acciones para la articulación de esfuerzos, identificando lo común y tomando nota de algunas lecciones que nos dejan las votaciones del 25J, con tres retos fundamentales. 


El primero, ser conscientes de que el triunfo (en segunda vuelta electoral o prescindiendo de la misma) de los partidos políticos continuistas amenaza con normalizar la dictadura, no solamente en las instituciones sino en el sentido común social. Asimismo, la historia reciente nos da ejemplos de que exacerbar las contradicciones y tocar fondo no alimenta la indignación, sino profundiza el desánimo social y la anomia.  


El segundo reto, consecuencia de lo anterior, es reconocer que las posibilidades y condiciones para continuar impulsando el proyecto político plurinacional se incrementan con un gobierno de Semilla y un proceso de recuperación de un Estado constitucionalista, sin falsas ilusiones ni idealizaciones. Al mismo tiempo, en lo inmediato, el debate sobre el debate sobre el Estado plurinacional pierde centralidad y requiere ser renovado, igualmente desde la articulación y sin protagonismos. 


El tercer reto es organizativo. La apertura a nuevos sectores y visiones (incluidos los no organizados) y la necesidad de alianzas internas entre organizaciones y partidos políticos de izquierda, obliga a superar culturas, formas de organización, procesos para la toma de decisiones y determinados liderazgos que carecen de prácticas de escucha y consenso, desconocen la posibilidad de unidad en la diversidad, consideran la crítica y la autocrítica como riesgo, sólo reconocen como legítimas sus luchas y acciones, son esquivos a la apertura generacional y hacia las mujeres, y funcionan con formas más propias del conflicto armado (verticalismo, secretismo) que de lo que necesitamos -y la población espera- en esta etapa. 


Sí, cambiar nosotras y nosotros, si queremos que (esto no siga igual) todo cambie.

Después del 25J: la estrategia en la coyuntura

26 de junio de 2023

Las elecciones del 25J sitúan a tres partidos de izquierda (Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, URNG, Movimiento Político Winaq y Movimiento para la Liberación de los Pueblos, MLP, cada una de ellas con lazos con movimientos sociales) al borde de la cancelación legal y/o la irrelevancia política. Estos malos resultados (matemáticamente, falta de resultados) deben ser considerados como descalabro sin paliativos y sin buscar matices en la agresión, la falta de condiciones para competir, la falta de acceso a medios de comunicación u otros factores externos. Errores cometidos por estas organizaciones propiciaron su declive y que la población no los considerara instrumentos válidos en esta coyuntura. Debatir y superar estos errores es necesario en la eventualidad de una reconstrucción de instrumentos políticos partidarios, o para afrontar el impacto de estos pésimos resultados en movimientos sociales aliados. Entre otros menciono -parafraseando a Manuel Galich- los siguientes factores internos de la derrota

-El desconocimiento de la existencia de un nuevo ciclo político y una nueva generación política. Al ciclo político de 2015, del que Semilla es parcialmente heredera, se une el ciclo dinamizado por el feminismo (s) y su masificación en nuevas generaciones de mujeres, y las movilizaciones de 2020 y 2021 (movilizaciones anti presupuesto y toma del congreso) que no son contrapuestas a 2015 pero añaden otros matices. En este proceso, nuevas generaciones plantean demandas y sobre todo practican otras formas de hacer política, de ejercicio de liderazgos y de formas de organización y decisión. Estas sujetas, más allá del tiktok como anécdota o síntoma, renuevan la cotidianidad de la acción, asumen los feminismos de maneras plurales (esto se percibe por ejemplo en la presencia de mujeres jóvenes feministas en listas de Semilla) y, como toda generación nueva, ejercen su ciudadanía sin intermediación de viejos liderazgos y referentes.

-La sobrevaloración de las fuerzas propias (se visualizaron escenarios poselectorales de mayorías de los pueblos). En este marco de sobrevaloración, se generaron proyectos organizativos como fines en sí mismos, que consideraban las alianzas innecesarias.

-Formas verticales, impositivas, excluyentes, autoritarias de decisión, por ejemplo la imposición de candidatos no reconocidos en municipios o departamentos, el rechazo a pactos de unidad decididos en los territorios, la falta de respeto a criterios preestablecidos de alternancia y rotación, etc.  

-La debilidad del trabajo y la construcción, desde comunidades y bases, del poder local, palpable en la apuesta por las votaciones presidenciales en detrimento de la disputa de las municipalidades, y en el escaso respaldo recibido en municipios y territorios con mayoría de población indígena. Partidos para el pueblo pero sin el pueblo. 

Estas prácticas contrastaron, en mi opinión, con el sentir de buena parte de la población, e impidieron aprovechar el descontento social. El voto nulo, blanco y abstencionista, voto de desencanto en buena parte, requiere propuestas y proyectos motivadores y aglutinadores, que la izquierda partidaria mencionada no estaba ofreciendo.

¿Y la agenda de los pueblos indígenas?

Sin embargo, es necesario recordar que la ausencia o presencia mínima de estos tres partidos en el próximo congreso deja fuera de la agenda institucional-legislativa la representación directa y las demandas de pueblos indígenas y comunidades para la transformación estructural del sistema, impulsado, con matices y fases, en estos aspectos: 

-la consideración de pueblos indígenas y comunidades como sujetas de decisión (que implicaría por ejemplo la obligatoriedad y vinculación del derecho a la consulta en temas como agua, bienes naturales..), 

-el reconocimiento del derecho de libre determinación, 

-la transformación progresiva pero integral del modelo económico, con apuesta por economías comunitarias (diferente de la apuesta por emprendedores y pequeños empresarios), 

-el reconocimiento de las formas de ejercicio de justicia de las comunidades indígenas, 

-la transformación, también progresiva, del sistema político, promoviendo las democracias y toma de decisiones asamblearias, etc. 

-el papel central, no folclórico, de idiomas, culturas y cosmovisión mayab' en nuevo proyecto político.

-la propuesta de reorganización plurinacional del Estado, para el ejercicio pleno de todos los derechos de los pueblos indígenas.
Ninguna de las fuerzas predominantes en el nuevo Congreso (al igual que en el pasado) tampoco las que definirán la presidencia en segunda vuelta, asume con visión amplia y estratégica las demandas de pueblos indígenas: al menos en este momento, pudiendo ser una opción en el medio plazo y a través de alianzas en el caso de Semilla. 

Pensar el mañana en el ahora  

La decisión de la población el 25J fue clara, estemos más o menos de acuerdo con ella, ofrece algunos motivos para la interrupción de la desesperanza (entre otros -reitero- una nueva fuerza generacional e innovadora), al mismo tiempo que da pautas para la autocrítica y la reflexión interna. 

Por otro lado, el contexto es aún muy complejo y lleno de amenazas, puesto que el inesperado excelente segundo puesto de una opción anticorrupción y promotora de un Estado al servicio del bien común, coexiste con partidos promotores del estatus quo y el pacto de corruptos (VAMOS, UNE, Valor) que tienen mayorías en Congreso y Municipalidades y continuarán promoviendo la persecución de dirigentes sociales, el enriquecimiento ilícito y el desgobierno de empresas y actores privados y la agenda antiderechos (de mujeres y diversidad sexual, fundamentalmente) como soporte "cultural" del proyecto de dominio.

En este marco, planteo dos retos: el primero, que la debacle electoral mencionada no implique el abandono de la lucha por una nueva sociedad con principios comunitarios, integradores (en cuanto a relaciones entre personas y con la madre naturaleza) y con fuerte visión de solidaridad. Principios más necesarios que nunca en el marco de una acelerada destrucción de los sistemas de vida y una acelerada descomposición e individualización social.

Es imperativo para ello que existan organizaciones sociales fuertes que impulsen estas visiones, desde ahora con visión de medio y largo plazo y que, al mismo tiempo (segundo reto) tengan la capacidad de vincular el proyecto estratégico con acciones inmediatas: en el corto plazo, la decisión sobre eventuales apoyos para impulsar un gobierno de Semilla, que cree condiciones más favorables que las actuales para el ejercicio de las demandas de los pueblos.

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28 de junio de 2023

Este momento no es de ruptura: las fuerzas pro corrupción, ultraconservadoras en lo social (antiLGTBIQ+, antiderechos de las mujeres) en lo económico (extractivistas) y en lo político (autoritarias, criminalizadoras) seguirán siendo mayoría en el nuevo Congreso. Los poderes locales continuarán funcionando bajo lógicas clientelares, apostando a la obra gris para el enriquecimiento de empresas, y no a proyectos para el desarrollo de los pueblos (agua, reforestación...).

Pero creo que sí es momento de interrupción de un esquema de dominio, de carácter histórico-estructural y fortalecido desde 2017 con una nueva rearticulación de fuerzas históricas conservadores alrededor de la lucha contra la CICIG y el ataque a la justicia independiente. En el debate público se escuchan -con relevancia- otra voces y propuestas, más allá de las impuestas por los poderosos; emergen nuevas actorías y voces dignas (especialmente mujeres y juventud) y la idea de un Estado al servicio de la gente, tan básica y punto de partida, porque es un principio legal y constitucional, vuelve a ser considerada.

Por otro lado, es obvio que las demandas históricas de los pueblos para el buen vivir y el estado plurinacional (vía asamblea constituyente originaria y plurinacional) no se presentan con fuerza, no solo porque no forman parte de la propuesta de las dos fuerzas presentes en la segunda vuelta electoral, sino sobre todo por errores de las fuerzas políticas partidarias que impulsan el buen vivir, y por error o omisión de los movimientos sociales aliados, que condujeron a irrelevantes -por decirlo de una manera amable- resultados electorales.

La imprevista y compleja coyuntura impone el reto de responder a la dinámica electoral de agosto, sin olvidar las demandas históricas, en mi opinión debatiendo esta interrogante: ¿con cual de las dos fuerzas contendientes el 20 de agosto se generan mejores condiciones para impulsar el proyecto histórico de los pueblos, el proyecto o proyectos feministas, las demandas de los movimientos sociales? ¿O con ninguna?

Los momentos de interrupción, no previstos, mueven referentes, obligan a revisar concepciones y prácticas. Se hace necesario el ejercicio de la autocrítica (sin atribuir los males a enemigos externos), aprender de fracasos propios y aprender al tiempo que nos alegramos de éxitos de "ajenos cercanos".

Las zonas de confort político y activismo lineal, el papel de las dirigencias, las tácticas, las formas de decisión, tienen que dejar de ser incuestionables.



Antes y después de las elecciones

Los 33 días que restan para el evento electoral pueden hacerse eternos. En esta campaña hablan muchos, se habla mucho y de muchas cuestiones, pero con una uniformidad -y vacío de propuesta- aplastante. Miles de palabras e imágenes difundidas nos dejan la sensación de que nada nuevo se ofrece bajo el sol electoral, por lo menos por parte de partidos y candidatos auto reconocidos de derecha y centro, que son la mayoría. El exceso de candidatos, banderas, carteles, memes, canciones y siglas difícilmente identificables no oculta que estas formaciones ocupan un espacio político similar, con planteamientos semejantes: proextractivistas, desalentadores de inversión pública, autoritarios-militaristas y contrarios a una vigencia plena de derechos (especialmente de la diversidad sexual y de género), filiación o lazos con el actor oculto electoral, el crimen organizado, que tiene una enorme capacidad de infiltración para generar agendas.

Los partidos conservadores (dominantes en lo mediático, en cuanto a recursos invertidos y en algunas encuestas), reflejan una mezcla (inquietante) de conservadurismo, populismo, arrogancia, desconocimiento de las realidades múltiples del país y exaltación de poder e impunidad, lo que invita a pensar que -se imponga quien se imponga entre este grupo de candidatos- las acciones políticas que emprendan agudizarán problemas históricos.

¿Y las disputas de elites?

Este proceso electoral aparenta ser, de nuevo y sobre todo, un instrumento eficaz para la perpetuación de los privilegios, a partir de un esquema hasta ahora infalible: aparecen nuevas caras que defienden lo mismo, o viejas caras que afirman renovar prácticas y propuestas, logrando ocupar un amplio espectro en el imaginario político: defienden o se benefician de la corrupción pero la atacan; son los dueños de medios de producción y se rebelan de boca hacia afuera contra los mismos y su lógica de explotación; retuercen la ley (desde el uso anómalo de los instrumentos electorales) para invocarla exclusivamente en su beneficio; al mismo tiempo que se aprovechan y son parte del sistema de privilegios-explotación-exclusión, hacen gala de vocación antisistémica.

En este marco, las fuertes disputas entre partidos representantes de sectores dominantes pueden leerse en tres claves complementarias:

  1. Dificultad para lograr acuerdos internos, especialmente por la pujanza y autonomía política- económica del actor capital emergente-economía criminal (a la vez heterogéneo) y por la pérdida de influencia económica y política de las cámaras empresariales tradicionales (CACIF).
  2. La continuación de la profunda crisis de legitimación, y por tanto de estabilidad institucional, del sistema político, que se evidenció en 2015 y no ha sido superada, aunque el "establishment" recuperó iniciativa política.
  3. Una tendencia cada vez más fuerte a romper la mesa de la democracia formal electoral. En este marco se prescinde del sistema electoral al no considerarlo ya válido para resolver disputas de elites y actualizar pactos entre actores hegemónicos.

No obstante, las presiones internas y externas (sector demócrata en la administración norteamericana y grandes inversores internacionales) continuarán incidiendo para lograr acuerdos mínimos y para trasladar las tensiones no resueltas a siguientes escenarios: conformación del gabinete, pactos en el congreso, pactos con los alcaldes, agenda legislativa y políticas públicas, etc. 

Participación electoral popular, ¿para qué?  

En 2023 las (no) condiciones de la participación electoral son las más negativas desde la aprobación de la actual Constitución, empezando por el  rechazo arbitrario de candidaturas hasta la judicialización del proceso (efectuada por tribunales sin aval democrático ni veeduría social) pasando por un escenario de fraude electrónico en el conteo de votos, que ampara la autoridad electoral voluntariamente ausente. Los partidos conservadores cuentan con recursos, poder institucional y mediático, despliegan estrategias de cooptación y convencimiento, especialmente en el ámbito local y finalmente desconocen las reglas que ellos mismos escribieron. 

A pesar de estas adversidades, es ingenuo no reconocer que las elecciones continúan generando expectativas de cambio en sectores sociales organizados: expresiones vinculadas a luchas sociales y comunitarias, con propuestas de recuperación democrática en unos casos y de refundación estructural del Estado y el sistema desde la mirada y el protagonismo de pueblos indígenas, mujeres, comunidades en resistencia, y otros. 

También es ingenuo desconocer que esta participación partidaria tiene que separarse de la cultura política dominante, a riesgo de validar el proceso electoral hecho por y para otros intereses. En mi opinión estos son los principales retos de la participación, descritos en función de la participación electoral, pero que en general constituyen retos de organización y acción para partidos y movimientos sociales, más allá de este periodo.

Reto. Acumular fuerza alrededor de propuestas de cambio.

La participación electoral de las llamadas y autoreconocidas organizaciones progresistas, de izquierda y transformadoras (que en términos electorales se traduce en cuatro o cinco organizaciones, si se incluye a VOS como algunos hacen) no puede limitarse a la pelea por votos y representación institucional, sino debe tender a ensanchar el espacio político para la transformación estructural-refundación del Estado, impulsando el conocimiento y apropiación de  estas propuestas. Esto implica rebasar las formas tradicionales de búsqueda de votos, basadas en propaganda y acciones que apelan a la emoción, identificación con liderazgos y marcas electorales, utilización de eslóganes y mensajes cortos que desdibujan el debate sobre ideas y proyectos políticos, con herramientas más cercanas  a la formación, el debate y el diálogo político crítico.

En general y en un contexto de mensajes-eslogan sin propuestas claras, es un reto sacar el foco de la denuncia del sistema y la crónica anunciada del fraude inevitable hacia las propuestas, concretas y sistémicas, que permitan asimismo articular esfuerzos alrededor de acciones y programas. 

Reto. Disputar el poder local, descentralizar la acción política.

El hiperpresidencialismo privilegia las elecciones presidenciales sobre las decisiones territoriales y municipales. Para evitar esta simplificación es necesario apostar por la disputa comunitaria del poder local, como base para plantear la disputa general, y no al revés. 

La disputa del poder local conlleva enfrentar los poderosos mecanismos de cooptación y clientelismo -que se expanden en contextos de sobrevivencia económica y también de falta de propuestas consolidadas- con acciones articuladoras, capacidades de plantear propuestas concretas a problemas comunes y de vincular estas propuestas al cambio estructural del Estado y el sistema.

Reto. Motivar la participación política de población no organizada.

La apatía, la no participación o la participación acrítica de la población, son funcionales al sistema. La apertura hacia la población no organizada implica, más allá de trasladar mensajes, abrir espacios de escucha, diálogo y retroalimentación de propuestas, y generar alianzas estratégicas, que rebasen lo partidario y lo electoral.

Reto. Cambiar las formas para cambiar el fondo.

El proceso electoral se realiza en el marco de una cultura política centralizada, personalista, impositiva y con rasgos autoritarios. La política para el cambio debe distinguirse no solo en los contenidos sino también en las formas de organización y acción que prefiguran la nueva sociedad, entre otras: 

 -la selección horizontal y con protagonismo comunitario de candidatas y candidatos, 

-la construcción colectiva y participativa de propuestas, 

-las alianzas con comunidades y organizaciones sociales, sin subordinaciones ni imposiciones,

-la renovación generacional y la búsqueda de la participación equitativa de diferentes sectores sociales, de hombres y mujeres. 

En mi opinión, la renovación de la cultura política debe incluir además una reflexión y autocrítica profunda sobre las dinámicas autoritarias y centralizadas, los patrones de liderazgo violentos y machistas, el sectarismo y la soberbia que nos lleva a considerarnos la mejor opción y/o la única opción posible, y que desvaloriza la construcción colectiva a partir de muy diversos sectores sociales, incluida la población no organizada.

La lucha sigue después del 25

Las elecciones, a pesar de su vigente centralidad en la reproducción del sistema de dominación, no son para los sectores dominantes un parteaguas y momento de cambio (aunque implican cambios y adaptaciones) sino parte del continuo del ejercicio del poder dominante. De hecho, se realizan porque son útiles para la reproducción del actual esquema de poder, no por vocación e identidad democrática de las elites y el sistema.

Para las fuerzas impugnadoras, elecciones y partidos deben ser igualmente otro espacio de acción, sin pensar que después del 25 de junio el país caiga en un hoyo tan profundo que sea imposible remontarlo (el día de la derrota), o por el contrario que un sobresalto electoral otorgue el poder legislativo para la recuperación del país (el día de la victoria). 

Concebir las elecciones como otro momento de lucha implica repensar y revalorizar todas las luchas y los diversos actores que -al menos en este periodo- aparecen en un segundo plano, pero que resisten, construyen, aportan, imaginan, sueñan, innovan, sufren y celebran pequeñas y grandes victorias. Antes y después del 25J, todo el tiempo, en todas partes.