Estos
son los brotes de la actual primavera
Elecciones:
nueva fase del descontento
¿Y
ahora qué? Movilización permanente y ruptura popular democrática
Cada
manifestación, cada espacio de protesta y propuesta, cada avance en la articulación gana espacios al gobierno y al régimen (todavía)
neoliberal militar. La participación crítica y activa, razón y sentido de la
democracia, construye comunidad
y colectividad frente al individualismo y la apatía vigentes (claves y
consecuencias del actual modo de organización).
Desde
el 20 de abril (1) se multiplican en Guatemala los espacios y actores con participación
cuestionadora, orientada a la transformación
estructural. Se construye poder, de forma directa, sin delegación ni confianza (o voto) en actores corrompidos: partidos, congreso, alcaldes, gobierno...
La explosión de movilizaciones (plantones ininterrumpidos en la plaza
central de la capital y otros departamentos, pintadas anti
electorales, retirada de propaganda electoral, activismo cibernético, foros,
encuentros, debates) complementa las luchas de los que siempre están: pueblos,
comunidades y organizaciones en resistencia frente al modelo extractivista y el
estado neocolonial, operado los últimos cuatro
años por el gobierno patriota.
Estos son
los brotes de la actual primavera
La historia
nos refiere que el gobierno patriota inicia y finaliza su triste singladura enfrentado a grandes movilizaciones de los pueblos. El 27 de marzo de 2012,
tras nueve días y 212 kilómetros de caminata, miles de campesinos, acompañados
en el último tramo por organizaciones de mujeres, feministas y sociales, llegan
a la capital para reivindicar "la
defensa de la Madre Tierra, contra los desalojos, la criminalización y por el
Desarrollo Rural Integral" (2).
Llegada de Marcha Indígena y Campesina a la capital, 27 de marzo de 2012. Foto: James Rodriguez |
Entremedias,
la heroica resistencia a la implantación del modelo extractivista
en Barillas, San José del Golfo, Monte Olivo, Izabal, San Juan Sacatepéquez,
San Marcos, Quiché…y continuas manifestaciones de rechazo al autoritarismo, el
neoliberalismo, el militarismo y la represión. Entre otras:
Movilizaciones del
movimiento de mujeres y feminista contra el autoritarismo del ejecutivo y el
estado. Iniciaron el 10 de febrero de 2012 cuestionando el procedimiento
dictatorial en la elección de autoridades de la Secretaría Presidencial de la
Mujer.
Repudio de la masacre en Totonicapán, los estados de sitio (en Barillas, cuatro municipios
del oriente y San Juan Sacatepéquez), los asesinatos de dirigentes y población civil en Monte Olivo, la persecución y captura de dirigentes comunitarios en todo el país.
Oposición de estudiantes y normalistas a las reformas a la ley del magisterio (inició en 2012 y no ha finalizado). Esta oposición representa, estrictamente, la segunda manifestación masiva del
cambio generacional (la primera fue la toma de la Universidad San Carlos para
la recuperación del papel social de la Universidad durante el gobierno de
Álvaro Colom).
Realización del Cuarto Congreso
de Pueblos, Comunidades y Organizaciones (7, 8 y 9 de agosto de 2014) con
el objetivo de “construir alianzas, sumar fuerzas” y “hacer confluir nuestros caminos en
la búsqueda del Buen Vivir para la Madre Naturaleza, los pueblos, las mujeres y
hombres (…) por la defensa de la vida y la construcción de un mundo más justo y
equitativo” (Declaración
Política).
Estas
luchas fueron realizadas en desventaja, soledad y en situación de agresión
extrema: presos políticos, atentados contra líderes, ahogo
financiero, deslegitimación de las luchas con el silencio calculado o cómplice
de embajadas-empresa.
A partir del 20 de abril, la persistencia de demandas históricas, la irrupción masiva de sectores urbanos y el agotamiento del pacto interelitario (Constitución) de 1985, unido a factores geoestratégicos como el fortalecimiento del papel intervencionista de Estados Unidos en el marco de la Alianza para el Progreso, comienzan a modificar el estado y el ejercicio de ciudadanía concebidos sobre el “pragmatismo y providencialismo resignado” (Andrés Pérez Baltodano).
A partir del 20 de abril, la persistencia de demandas históricas, la irrupción masiva de sectores urbanos y el agotamiento del pacto interelitario (Constitución) de 1985, unido a factores geoestratégicos como el fortalecimiento del papel intervencionista de Estados Unidos en el marco de la Alianza para el Progreso, comienzan a modificar el estado y el ejercicio de ciudadanía concebidos sobre el “pragmatismo y providencialismo resignado” (Andrés Pérez Baltodano).
La
indignación urbana, que empieza a configurarse en algunos colectivos como democracia radical indignada (parafraseando a Carlos Taibo) y las demandas de cambios estructurales de
pueblos, comunidades y organizaciones, redefinen correlaciones de fuerzas,
creando condiciones para cambios sustantivos. El pacto de elites se rompe por
abajo: por quienes estuvieron ausentes en su construcción y desarrollo y demandan construir un Estado y una organización sujetas a las reglas de la colectividad.
La confluencia de luchas (desde identidades, formas de
organización y visiones no necesariamente homogéneas) cuestiona la hegemonía
autoritaria-militar-neoliberal, con sus consecuencias de extrema
individualización, competitividad e insolidaridad. Se promueve, tan visible como
dificultosamente, la hegemonía
cultural –siguiendo a
Gramsci- de la colectividad, la solidaridad, la participación, la esperanza,
como nos recuerdan las consignas presentes en todas las movilizaciones: se
metieron con la generación equivocada, que es aquella que dice nunca más al conformismo, la apatía, la
indiferencia, la mercantilización de la vida y la política. Esta generación y esta cultura política
renovada, que no aparecían en los
cálculos de riesgo ni en los planes para el estallido controlado y el control
de la crisis, reequilibran la disputa de poder.
Elecciones: nueva fase del
descontento
El conflicto continúa. La crisis y la indignación social no se agotan en la realización
de elecciones, por el contrario se agudizan: esto implica un cambio fundamental con respecto a los escenarios previstos después del estallido de la crisis institucional.
La estabilización de un modelo en crisis (recambios formales para que nada cambie) es inviable a partir del proceso electoral. Este y el sistema de partidos como recambio del sistema están heridos: a estas alturas, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que las elecciones reacomoden y consoliden las fuerzas en pugna.
La estabilización de un modelo en crisis (recambios formales para que nada cambie) es inviable a partir del proceso electoral. Este y el sistema de partidos como recambio del sistema están heridos: a estas alturas, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que las elecciones reacomoden y consoliden las fuerzas en pugna.
A pesar
de que las reformas a la ley electoral y de partidos políticos no han sido
aprobadas, se debilita el ejercicio del poder corporativo y criminal de
los partidos políticos, el congreso y el ejecutivo. Las posibilidades de suspensión electoral o de anulación
del proceso por fraude de ley y
por su evidente ilegitimidad están presentes: carecen de futuro un congreso y un
poder ejecutivo financiados por poderes criminales e ilegales, sometidos a
investigación judicial, conformados por lavadores de dinero, contrabandistas y cualquier tipo de malhechores.
Aunque
no se suspendan las elecciones, aunque participen y ganen los mismos de
siempre, el 6 de septiembre no es parteaguas sino inicio de una nueva fase del descontento.
Esto invita a pensar (más allá de si votamos o no, o a quién votamos de todos los malos posibles) qué hacemos a partir de esa fecha.
¿Y ahora qué? Movilización
permanente y ruptura democrática
La
crisis estructural obliga a la profundización
de las movilizaciones. El mañana inmediato y en el medio plazo no está escrito: a pesar de los planes a, b y c para
la transición y reconfiguración de poderes sin mayores cambios; a pesar de los
reacomodos conservadores de los pactos de poder (ya en marcha) el futuro está
abierto en sus definiciones.
Por
momentos, Guatemala parece caminar segura y con paso firme hacia no se sabe
dónde: eso sí, con apego estricto a las instituciones y la legalidad vigente.
Pero también camina hacia posibilidades
reales de transformación.
¿Y
ahora qué?, nos preguntamos frecuentemente con angustia y sin respuestas
claras. La primera respuesta es que el
después está abierto, cuestionando las certezas e inevitabilidad con las que
se construye el modelo de dominación: las certezas del crecimiento, el
desarrollo, la violencia, la subordinación natural de las mujeres, la
democracia electoral y representativa, las elecciones, el cambio natural de un
corrupto a otro. Afirma Marcos
Roitman, en “La rebelión de
los indignados”, un texto
sugerido tras el 15-M en España, que guarda similitudes con nuestras
percepciones y preocupaciones:
“El “después” no está
trazado de antemano, depende de las relaciones de fuerza entre clases sociales
y grupos sociales. Todas las crisis se han saldado con una reorganización de
las relaciones sociales. La historia del desenlace de la presente crisis no
está escrita ni trazada de antemano. Marca un itinerario abierto, lleno de
bifurcaciones y encrucijadas, de vías muertas y falsos atajos”
La segunda
respuesta incide en que el camino
de los cambios sociales no es lineal, irreversible,
sin altibajos y, por tanto, hay que construir procesos en el corto, medio y
largo plazo:
“Hay que reconstruir otra
correlación de fuerzas, y partimos desde muy abajo. Cambiar el mundo no es una
tarea ni fácil ni inmediata. Es en realidad una carrera de fondo, un maratón
más que un sprint, una carrera de resistencia. No estamos ante una “McCrisis” y
no saldremos de ella con una “McResistencia”, una resistencia fast-food” comentan Josep María Antentas y
Esther Vivas en “El 15-M y la revolución indignada”.
La
tercera respuesta considera que las soluciones a la crisis no provienen de la
legalidad e institucionalidad actuales. La crisis, por su carácter estructural, profundo, de Estado, de
legitimidad, sistémica, rompió diques de
indignación y demandas. Las
demandas inmediatas, por ejemplo, las demandas de reformas a la ley estructural
y de partidos políticos no se agotan en sí mismas: vinculan propuestas de
reforma a la ley con reformas
estructurales y de fondo: elecciones
modificadas como paso previo para la Asamblea constituyente convocada desde los
pueblos, no desde los poderes constituidos y corruptos.
La cuarta respuesta al ¿qué hacer? argumenta que la disputa
social y popular no es solamente por leyes o instituciones o por la conquista
de espacios institucionales para la toma de decisiones. La disputa es para construir nuevas relaciones sociales, y nuevos sentidos y formas
de organización y vida.
El camino es, por tanto, la ruptura popular, democrática y pacífica con el poder actual (empezando por la invalidación del proceso electoral y sus actores) y el establecimiento de nuevas formas de ejercicio del poder: formas colectivas, comunitarias, horizontales y diversas, en "ampliación permanente" (Boaventura de Sousa Santos) de la democracia y el poder del pueblo.
El camino es, por tanto, la ruptura popular, democrática y pacífica con el poder actual (empezando por la invalidación del proceso electoral y sus actores) y el establecimiento de nuevas formas de ejercicio del poder: formas colectivas, comunitarias, horizontales y diversas, en "ampliación permanente" (Boaventura de Sousa Santos) de la democracia y el poder del pueblo.
Nos
seguimos viendo el 7 de septiembre.
Andrés Cabanas, 31 de agosto de 2015
(1) Primer plantón contra la corrupción, tras el conocimiento de una estructura criminal que involucra a altos funcionarios del Estado.
(2) Para mayor información, consultar la página en Facebook de Marcha Indígena, Campesina y Popular.
(2) Para mayor información, consultar la página en Facebook de Marcha Indígena, Campesina y Popular.
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