Mujeres de Afedes. |
Por Andrés Cabanas, 23 de julio de 2017
Estos días, no muy diferentes a otros,
nos atropellan con enésimas agresiones a nuestra dignidad y derechos. Seguimos
siendo un país con déficit de mayorías: violencia empresarial, Estado que no
promueve el bien común (¿para qué existe?), instituciones al servicio de élites
y corporaciones, invisibilización del otro como sujeto.
Es el continuum de la historia, una
línea de explotación y opresión ininterrumpida, en el largo y en el cortísimo
plazo: martes 18, reglamentación de las consultas comunitarias a la medida de
los empresarios; miércoles 19, manifestación del pueblo xinca, tras campaña de
comunicación que niega su existencia; viernes 21, ataques a la resistencia
pacífica de Casillas, Santa Rosa, por oponerse a un proyecto (Minera San
Rafael) que opera contra la voluntad de las comunidades y en fraude de ley;
toda la semana, reacciones agresivas e insultantes contra mujeres y pueblos indígenas,
después de que una empresa que comercializa diseños mayas y utiliza un nombre
con connotaciones racistas y peyorativas, fue sancionada moralmente por una
instancia del Ejecutivo(1).
Difícil sobrevivir en este espacio
equívocamente colectivo llamado Guatemala, donde reclamamos sin éxito el
derecho a ser consultados y ser parte de las decisiones; a no ser insultados e
ignorados.
El debate que nos (re) mueve
En esta historia que oscila entre la
involución, la continuidad y la deseada refundación, el debate alrededor de María Chula me parece paradigmático. En mi
opinión, no es debate casual sobre un tema secundario, sino que conecta hilos
de la coyuntura con otros hilos que nos sujetan históricamente: un nombre común
revela la naturalización e internalización del racismo; una marca comercial nos
obliga a discutir sobre procesos históricos de apropiación de la cultura y la
identidad de los pueblos; un emprendimiento comercial novedoso se basa en
realidad en el despojo, como todos los proyectos empresariales: de territorio,
bienes, ideas, diseños, historia, memoria...
Racismo, poder, violencia, modelo
económico, identidad, construcciones políticas y personales...afloran en
las discusiones: racismo como soporte
de un modelo económico que expropia
(Andrea Tock), extractivismo económico y extractivismo cultural
(Sandra Xinico Batz), una ladinidad
y un poder construidos sobre la negación del racismo existente (Paula del Cid), otro ejemplo más de negación y apropiación del trabajo y la
cultura de las mujeres tejedoras
(Asociación Femenina para el Desarrollo de Sacatepéquez, Afedes). Al fin, la polémica María Chula nos lleva a cuestionar el país que
vivimos y el país que queremos o, dicho de otra forma, el desarrollo que nos
imponen y la democracia que nos niegan.
Las marías y el país en que malvivimos
En Guatemala, la participación es un
mito, la realidad es la negación del derecho de consulta; la democracia es un
mito, la realidad es la violación de derechos por parte de las empresas; el
desarrollo es un mito, la realidad es la destrucción ambiental y social que
provocan los proyectos; la tolerancia, el respeto, la convivencia, son mitos,
lo normal es la agresividad, la multiplicación de discursos de superioridad y
marginación. Este es el debate de fondo.
La minusvaloración y/o negación del
otro (identidad, indignación, propuestas) conlleva su exclusión en la toma de
decisiones y la capacidad de definir el rumbo de este país, lo que conduce a
una fractura social y una identidad limitada: el himno militarista, la bandera
desteñida, la blanquitud, la homogeneidad, la individualidad, la competencia y
el interés privado como principios.
Hoy, los siempre apartados impugnan
este Estado y esta forma de vida. Proponen otras formas de participación,
organización y decisión, sin restricciones. Un país acostumbrado a arrastrar
problemas, o a resolverlos a través de pactos de élites, tiene que
reconstruirse desde el poder de los excluidos, de todas las Marías Chulas
ignoradas en comunidades y pueblos: con otros actores, formas, principios y
valores, obligadamente colectivos.
El cuestionamiento de este modelo de
sociedad, construido a espaldas o en contra de los otros, aflora. Cómo es el
país que vivimos y el que queremos (el país que queremos vivir, con su
institucionalidad, modelo económico, relaciones y valores específicos), quién
lo nombra, quién toma las decisiones, es la pregunta a responder.
(1) María Chula es una marca y un
emprendimiento empresarial que comercializa ropa a partir de diseños de la
cultura maya. En Guatemala, sectores urbanos con mentalidad racista llaman
María a todas las mujeres indígenas, sin distinción. La empresa María Chula se
apropia de identidad y bienes colectivos, al tiempo que refuerza una visión
peyorativa de esta identidad.