En este artículo planteo que el triunfo
electoral de la ultraderecha y sectores conservadores (que apuestan a la
continuidad del modelo) no implica la estabilización
y conducción de la crisis a favor de los de siempre, ni la derrota de las movilizaciones sociales. Por
el contrario, la inestabilidad intrasistema y el descontento social continuarán
o se agudizarán en los próximos meses. Expongo cuatro argumentos a favor de este escenario:
1. la deslegitimación del sistema por la realización
de elecciones en condiciones antidemocráticas y de fraude de ley;
2. las dificultades para concretar un nuevo pacto de élites (que incluye operadores electorales) a partir de la crisis estructural y
las contradicciones internas de actores de poder;
3. la existencia de variables y escenarios imprevistos,
especialmente la apertura de nuevos procesos judiciales contra diputados y políticos
corruptos;
4. las movilizaciones sociales continuarán
planteando reformas coyunturales vinculadas a transformaciones estructurales, y
cambios culturales y en el orden simbólico dominante, hoy marcadamente
conservador.
1. Elecciones con estas condiciones: llamado al descontento y
la inestabilidad
El proceso electoral y los resultados del seis de
septiembre suponen esfuerzos de rearticulación –desde las élites- para la superación de la crisis y la continuidad del modelo de acumulación y
dominación. Los discursos mediáticos refuerzan un escenario de legitimación del
modelo electoral y la democracia de partidos, y del congreso y ejecutivo
resultantes.
Sin embargo, las dificultades para esta
legitimación y estabilización son múltiples. Se denuncia ya el carácter fraudulento del proceso electoral, los próximos gobernantes y la democracia vigente: “Elecciones ilegítimas, acarreos de gente, compra de votos, amenazas, violencia, dinero del narcotráfico, lavado de dinero, extorsiones, muertos, violación de las leyes, corrupción, partidos y candidatos que no nos representan…¡Fraude electoral!” afirma un comunicado de Usac es Pueblo (7 de septiembre). Las ilegalidades cometidas y la sospecha de que el sistema electoral es el operador de la mercantilización de la política, acumulan indignación social y acercan la posibilidad de anulación del proceso electoral o de algunos de sus actores.
El gran problema de haber realizado a toda costa
elecciones en estas condiciones es que los actores electos van a seguir
actuando con las formas (delictivas y elitistas) anteriores. Por tanto,
continuará la inestabilidad y el descontento social.
2.Nuevo pacto de elites versus contradicciones estructurales
No existe, desde el punto de vista de las élites, un
plan maestro para la salida de la crisis. Tampoco existe un actor con
legitimidad, capacidad y proyecto para reconducir la misma.
La visión de una hoja de ruta impecablemente
ejecutada, ya por la oligarquía -o el Cacif- ya por la omnisciente y
omnipresente embajada de Estados Unidos, contradice una realidad de disputas y
reconfiguraciones, múltiples y continuas.
El pacto de élites ha muerto, pero no ha sido sustituido por un nuevo pacto: la
profundidad de la crisis (sistémica, de sentido profundo de nuestra forma de
organización e incluso nuestra identidad como pueblo); las disputas internas
entre actores (oligarquía, economía emergente, economía criminal, ejército, y
sus correspondientes operadores en el Estado), cruzadas con las variables
geoestratégicas (reposicionamiento de Estados Unidos y disputas con la Unión
Europea y países emergentes) y las resistencias urbanas y de los pueblos y
comunidades, dificultan articular un nuevo pacto desde los de arriba.
Las rearticulaciones,
contradicciones, fisuras, disputas, tensiones, acuerdos y vuelta a empezar,
entre elites y sus operadores, son y van a seguir siendo constantes. Los
actores se mueven de sus posiciones naturales, buscando reacomodo: en
ocasiones, por simple necesidad de sobrevivencia, más allá de las adscripciones
(por ejemplo, decisiones recientes de la Contraloría General de Cuentas y la
Corte Suprema de Justicia). Los partidos pactan con Dios y con el diablo, con
perdón de ambos. Las lealtades son efímeras o inexistentes.
En mi opinión, es sumamente dificultoso rearticular
hoy el pacto concretado en 2012 en el Partido Patriota, que vinculó sectores oligárquicos,
economía criminal, ejército, comunidad internacional (incluidos Estados Unidos
y la Unión Europea) y empresas transnacionales. Jimmy
Morales, Sandra Torres o Baldizón, los tres candidatos punteros en las elecciones
presidenciales del seis de septiembre, responden a variantes en disputa de ese
nuevo pacto, todavía en definición.
En cualquier caso, las contradicciones del poder son oportunidades de nuestras
resistencias.
3. Variables imprevistas
Las variables no tenidas en cuenta (lo imprevisible como parte de la política,
según Marcos Roitman: acciones pequeñas
que provocan grandes cambios al ejercerse sobre puntos críticos del sistema)
serán fundamentales en el futuro próximo: por ejemplo, la apertura de nuevos
procesos por corrupción y otros por delitos electorales y/o la violencia interna
de actores de poder…
4. Participar y decidir
El proceso electoral que culmina en primera vuelta
el 6 de septiembre nos enseña que se puede elegir (votar) sin participar ni
decidir, y que el reto es construir una nueva sociedad donde participemos para tomar decisiones.
La propuesta de salida
de la crisis de organizaciones sociales y populares (tanto territoriales
como citadinas) reconoce el carácter estructural
de la misma, articulando lo inmediato (denuncia de la ilegitimidad del
proceso electoral, renuncia del gabinete, leyes mínimas para la
democratización) con lo estratégico: transformación del Estado y el modelo de organización, operada a través de una Asamblea
Constituyente Plurinacional y Multisectorial.
Es una ruta novedosa y compleja que trabaja en el
marco legal e institucional para trascenderlo:no es la ruta clásica de la toma del poder vía instituciones; y
tampoco es, estrictamente, trabajar desde dentro para cambiar un Estado
neocolonial. Se trata de reconstruir condiciones de participación devoradas por
la voracidad neoliberal militar y su Estado cuartel (complemento del
Estado finca), acumulando fuerza social para provocar cambios.
El camino dificultoso implica la realización de
alianzas amplias que no perturben el proyecto estratégico de “devolver el poder al pueblo y transformar
de fondo el sistema” (Asamblea Social y Popular, 3 de septiembre de 2015). En el trayecto observamos avances y retrocesos, altibajos
sociales y anímicos, la necesidad de lecturas constantes de la coyuntura y de
fortalecer el pensamiento y la acción estratégicas,
la imperatividad de continuar promoviendo nuevas bases de convivencia y
relaciones: proyecto de colectividad y solidaridad radicalmente opuesto a los
valores de enriquecimiento (fácil y a costa de los demás), individualización (extrema),
imposición (violenta), presentes en las opciones electorales y de gobierno
dominantes.
En todo caso, las dificultades y la incertidumbre sin certezas (Edgar Morin) son preferibles a la planitud ultraconservadora
(neoliberal militar) existente: resistencias y sueños múltiples en construcción continua, frente a un solo proyecto, una sola idea, una sola voz,
un solo pensamiento.
Después del seis de septiembre, el pueblo (comunidades, organizaciones,
pueblos indígenas, mujeres, jóvenes) como actor referencial tras una larga
etapa de criminalización,
persecución y deslegitimación del simple ejercicio de participar y protestar, continúa interrumpiendo el monopolio histórico de toma de
decisiones de las elites y disputa el ejercicio
del poder.
Andrés Cabanas, 7
de septiembre de 2015