Andrés Cabanas
1. Fascismo social, despojo y dictadura
El fascismo social está establecido en
Guatemala, por lo menos en los términos que define Boaventura de Sousa:
fundamentalismo religioso, exacerbación del racismo y el machismo, discurso de
odio, negación de la disidencia, una sola familia, una (y aburrida) expresión
de la sexualidad, unidad que anula la plurinacionalidad y diversidad.
El fascismo social es funcional al modelo de
desarrollo-despojo, que amplía sin límites los ámbitos de acumulación del
capital (subsuelo, aire, apropiación del pensamiento, semillas y alimentación,
utilización del cuerpo y la sexualidad de las mujeres); y al modelo
político, en un momento en el que avanza el neoliberalismo sin democracia
formal, o asistimos -en palabras de Javier Tolcachier- al funeral de la
democracia neoliberal: se recortan derechos fundamentales (expresión,
movilización, participación, consulta), se mantienen formalmente instituciones
democráticas y el ejercicio del voto. Honduras es la avanzada centroamericana
de este modelo, que Álvaro Arzú –uno de sus promotores- denominaba democracia
autoritaria o dirigida.
Esta trama ideológico-política-económica de
actores, intereses y lenguajes sostiene al Presidente Jimmy Morales. No está
solo en su soledad, no es nada más un actor histriónico, alcohólico y desubicado.
Desafortunadamente, representa el pensamiento autoritario dominante y se ha
convertido en el portavoz del statu quo y en garantía de continuación –hasta
donde se pueda- del esquema de poder.
Estamos en riesgo de que un golpe de Estado
establezca una dictadura con rasgos fascistas, mientras el fascismo que
legitima el golpe de Estado goza de buena salud. Por eso sacar a Jimmy del
gobierno es solo un paso para combatir la dictadura política, el despojo
económico y el fascismo social.
2. La política en Guatemala y el arte de la ambigüedad
La crisis política desnuda máscaras y ambigüedades,
o construye ambigüedades para sobrevivir a la crisis. Algunos actores, como la
Embajada de Estados Unidos y el embajador Arreaga, son capaces de conciliar la
lucha contra la corrupción y la feliz cercanía con un Presidente corrupto.
Pero para ambigüedades, las del sector empresarial
organizado más numeroso, el CACIF, que puede promover o legitimar violencia,
militarismo y rompimiento constitucional, al tiempo que protesta por la falta
de certeza jurídica y estabilidad institucional. Añadimos sectores importantes
de la comunidad internacional (gobiernos, empresas, cooperantes) que se
encuentran en una encrucijada: el temor a la pérdida de la gobernabilidad pro
empresarial es más fuerte que la voluntad discursiva de lucha contra la
corrupción.
Puestos a elegir dictadura-fascismos-Morales versus
reformas sin control o nuevo Estado promovido desde los sectores populares, la
opción de muchos de estos sectores es a favor de la primera opción.
3. Después de Jimmy: apuesta radical
Las dudas y miedos son de ellos. Para
organizaciones, pueblos y comunidades, sin ambigüedades, toca deconstruir, (re)
construir y (re) fundar: valores, para promover un nuevo pacto basado en
la solidaridad, la convivencia, la colectividad y la ampliación de derechos;
instituciones-leyes-constitución que concreten políticamente ese nuevo pacto;
modelo de desarrollo, porque el actual nos conduce a la miseria y la
autodestrucción. Política, economía, formas de convivencia y organización
social, casi nada de lo que tenemos nos sirve. Malvivimos, sin educación,
empleo digno, agua, salud, vivienda, cultura, diversión. Busquemos el buen
convivir, contrario a este tiempo autoritario, individualista, militarista,
violento, falsamente moralista, temeroso de libertades y derechos.
4. Articulación: realidad o espacio discursivo
Este esfuerzo ingente de transformar de raíz
Guatemala requiere de la acción complementaria de diferentes actores. Si en el
discurso todos nos reclamamos articuladores e incluyentes, las prácticas nos
dividen, porque pretenden construir sobre la razón indiscutible de un sujeto,
una idea, una práctica, una identidad política y social de por sí fragmentada.
La articulación (que en este artículo entiendo más
como expresión de intencionalidad y voluntad política que como esfuerzo
organizacional) implica, en positivo, debatir y sintetizar pensamientos y
acciones, construir de forma horizontal; parte de las diferencias tanto como de
las coincidencias. Pero estamos lejos: casi siempre intentamos –y por ello
fracasamos en el intento- articular a partir de agregar a mi proyecto,
incorporar a mi hoja de ruta, lograr adhesiones a mi propuesta ya definida,
cobijar al resto bajo mi sigla y bandera. Sin excepciones, lo hacemos todas y
todos, lo tenemos instalado en nuestra cultura política, construida en la
lógica de la competencia y no de la colaboración. Y lo hacemos en desventaja:
en una época en que la dominación está unida, afirma Boaventura, la resistencia
está muy fragmentada.
Las luchas y sujetos centrales (puntos
privilegiados que marcan ritmos, posiciones y sentido de acción a los demás,
afirma Amador Fernández Savater) continúan imponiéndose sobre la pluralidad
de sujetos, que implica pluralidad de espacios y formas de acción.
Por ejemplo, es frecuente que la clase como categoría de análisis subordine las
opresiones y emancipaciones construidas a partir del sexo o la raza y a los
sujetos y movimientos (indígenas, feministas). Pero también es frecuente que
procesos de toma del poder nieguen o invisibilicen las luchas cotidianas de
construcción de poder, alrededor de la soberanía alimentaria, defensa de la
propiedad de tejidos-defensa de la identidad, reconstitución de autoridades y
formas organizativas, y otras.
5. Unidad contra la razón de este Estado
El Estado que conocemos en Guatemala (Estado como
institucionalidad y conjunto de relaciones sociales) es profundamente represivo
y ajeno al bien común. Es débil en cuanto a implantación territorial y
legitimidad social, pero fuerte en su capacidad –hasta hoy- ilimitada de
reconfiguración: cambia apenas lo imprescindible para que nada cambie, sortea
las crisis cíclicas para continuar haciendo lo mismo.
Transformar de raíz este Estado gatopardista
requiere de muchas ideas y personas, no necesariamente y en todo coincidentes.
El proceso destituyente ya empezó, y se aceleró desde 2010 por la toma de
conciencia política de jóvenes y sectores medios, que se agregan a la
defensa del territorio y las luchas por la libre determinación y autonomía de
pueblos indígenas y mujeres.
El proceso constituyente, de recreación de
múltiples formas alternativas para sustituir este esqueleto (literalmente) de
instituciones y normas, ya está en marcha, desde la lucha por la soberanía
alimentaria y defensa de las semillas nativas, la soberanía energética de
comunidades desconectadas de los circuitos donde la energía es mercancía, la
defensa de la salud comunitaria y el papel de las comadronas, que cuidan a las
comunidades sin Estado, la conformación de comunidades indígenas, la defensa y
control político del territorio frente a transnacionales, hasta las propuestas
de Asamblea Constituyente Popular y Plurinacional, que cimbrean las bases
injustas sobre las que se construye y mantiene inalterable este Estado desde
hace cinco siglos: negación de derechos políticos básicos, semiesclavitud y
servidumbre.
La humildad para reconocer que solos no podemos, la
sabiduría para integrar en el proyecto los aportes de todos, la autocrítica
para reconocer errores (arrogancia, prepotencia, falta de apertura, pensamiento
esquemático), nos permitirían concretar momentos de ruptura con la
institucionalidad y el sentido de vida predominantes.
La utopía se sigue moviendo, dijo
Eduardo Galeano. ¿Nosotras y nosotros, dónde estamos?